Published On: Sab, nov 2nd, 2013

¿FUE EGIPTO LA CUNA DE LA CIVILIZACION? (I)

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Publicado en EOC nº 66

maatEgipto. El puesto preponderante que ocupa en la imaginería popular es indiscutible, considerado casi, casi, el alfa y el omega de la Antigüedad… puesto merecido por derecho propio y por un marketing concienzudo desde los siglos XVIII-XIX, gracias al escandaloso y orgulloso saqueo de sus tesoros perpetrado por franceses e ingleses… Todo esto en detrimento de otra cultura más antigua y más influyente en nuestra historia occidental.

Seguro que todo el mundo sabe quién fue el faraón Tut-Ankh-Amon… es muy probable que Ramsés II, Seti I o Nefertiti no resulten desconocidospero ya son bastantes menos a los que les  suena el rey Assurbanipal, Sardanapal para los griegos, creador de la primera biblioteca del mundo occidental, la de Nínive: diez mil tablillas en cuneiforme entre las cuales hay documentos atestiguados como los más antiguos de la humanidad. De la época de Sargón el Acadio, que, de paso, informamos fue la primera persona de la historia registrada en crear un verdadero Imperio: el Imperio acadio… 2300 años antes del nacimiento de Cristo. Casi nada. Y eso sin tener en cuenta a los sumerios Lugal-zage-si, su inmediato predecesor, y a Lugal-Anne-Mundu, en el siglo XXVI a. C., cuyo imperio colapsó al fallecer.

Preludio egipcio…

Es importante rescatar Mesopotamia de su inexplicable destierro, colocándola en el lugar que le corresponde. Para ello, y sin intención de minusvalorar ni menospreciar el ingente caudal de sabiduría que nos ha legado el don del Nilo, se necesita ubicar Egipto de manera realista y racional en el contexto de las civilizaciones antiguas. No es cuestión de comparar una civilización con otra, sería algo absurdo y bastante estúpido, pero se podría puntualizar un detalle esencial y revelador que nos puede hacer disipar un poco esas brumas fantásticas y misteriosas que parecen rodear siempre al Antiguo Egipto: Maat.

El concepto de Maat fue la piedra angular donde se sustentó la civilización egipcia. El Maat les proveía de un código ético y moral, les brindaba un orden inalterable universal y cósmico representado en sus dioses y… fue el responsable también de su inmovilidad y posterior declive. El Maat no es otra cosa que el equilibrio, la armonía y orden del universo. Fue personificado como una diosa cuyo símbolo era una pluma de avestruz (su jeroglífico) y aparece en el juicio de Osiris como contrapeso de la balanza donde es medido el corazón del difunto. Maat es la justicia y la verdad, es una noción que atraviesa todo el espíritu egipcio y le da la esencia que todos, a pesar del transcurrir de los milenios, podemos todavía percibir sin dificultad. Maat es una institución de Ra, es su hija y su madre, y está presente en todos los aspectos de la vida. Esta teología que propugnaba el orden cósmico como la obra divina por excelencia, veía en cualquier intención de cambio un retorno al caos y triunfo de las fuerzas demoníacas. Debía evitarse viviendo conforme a este Maat, dentro de su orden y armonía, que en definitiva, no era otro que el del universo.           

Así, para salvaguardar este orden cósmico en la tierra, estaba el Faraón, descendiente de la divinidad y único intermediario, que lucha continuamente contra las fuerzas del caos para mantener el orden y justicia o Maat. Pero esto no sólo quedaba allí, cada persona, desde un alfarero, tabernero, escriba o funcionario, debía vivir conforme este Maat: no mentir, dominar las emociones (ira, odio, amor…), etc., ya que son fuente del caos.

Este estatismo, esta inmovilidad tan propia de la civilización egipcia, se ve reflejada en todas las representaciones que hemos encontrado de ella: esculturas hieráticas, repetición de gestos y fórmulas en los escritos, etc. Por todo esto, no debería sorprendernos que los más notables logros culturales, políticos y científicos de la civilización egipcia se dieran únicamente en las primeras dinastías. Las aportaciones después de la V dinastía fueron muy poco relevantes y a partir de entonces durante las veinticinco dinastías siguientes, quince siglos, sólo se repitió de manera inalterable lo anteriormente establecido. Una gran mayoría se acerca a Egipto como si se tratase de una isla perdida en medio de un océano sin fin, como un solitario oasis rodeado del vacío de las arenas, como si esta civilización hubiera aparecido de la nada sin ningún tipo de explicación y no le debiera nada a nadie, una especie de milagro sobrenatural entre pueblos primitivos. Por supuesto, eso no es así.

Sin unos sumerios o unos acadios, el Antiguo Egipto tal como lo conocemos no hubiera sido igual. No deberíamos olvidar que Mesopotamia fue la cuna de la revolución neolítica a comienzos del VII milenio y que allí surgieron las primeras urbes humanas.  La escritura fue creada también allí por manos sumerias, el cuneiforme, y fue el sistema más extendido y común de comunicación escrita en Oriente Próximo durante más de 3000 años. De él procede el abjad ugarítico, padre de nuestro alfabeto latino… y del griego y del hebreo también. Todo esto no es óbice para dejar de respetar y admirar profundamente la cultura de Kemet, de la cual todavía nos queda muchísimo por aprender (cada día se descubren nuevos restos, sobre todo en Abydos) pero Mesopotamia no tiene nada que envidiar a Egipto ni en cultura, complejidad o misterio (quiénes eran los sumerios, por ejemplo, y de dónde vinieron, es un auténtico y peliagudo enigma para los historiadores) y es irritante como la Historia es, en ocasiones, poco justa. Por desconocimiento se han dejado fuera sus aportaciones, ignorando que la tradición bíblica evolucionó gracias a su influencia y que la cultura helénica bebió directamente de sus fuentes.

Quiénes eran…  una presentación

Por mucho que no nos guste en esta era de pelaje pseudolaico, nuestra civilización occidental fue originalmente dinamizada por el cristianismo, a su vez tributaria de la confluencia de la cultura greco-romana y la ideología bíblica, vasallos a su vez de sumerios y babilonios. Si se pretende conocer la historia, el pensamiento y la cultura de nuestro mundo, detenernos en los milagros griego y egipcio o en la santidad de la Biblia como esencia suprema, es quedarse a mitad del camino. Para eso, vamos a esbozar unos mínimos trazos que nos ayuden a dibujar en nuestra mente una imagen de lo que fue la Antigua Mesopotamia y, que ojala, despierte vuestra curiosidad para profundizar mucho más en su riqueza:

Los diferentes pueblos, a grandes rasgos, que conformaron esta civilización, fueron, en orden cronológico, los sumerios, los acadios, los asirios, los babilonios y los persas, llegando a su fin con el advenimiento del Islam y la caída del Imperio sasánida, ya en el siglo VII de nuestra era.  Los sumerios, a su llegada,  no encontraron un territorio precisamente deshabitado, ya que diferentes culturas en el Neolítico poblaron desde las actuales Siria y Turquía hasta la desembocadura del Tigris y Éufrates, las tierras de Mesopotamia. La primera atestiguada es la cultura Halaf (6.000 a. C.), que poseía una cerámica de ornamentos geométricos y naturalistas muy refinada y culto a una Diosa Madre; construían pequeños palacios y mantenían un comercio bien desarrollado con la península de Anatolia y el golfo Pérsico. Tras la cultura Halaf, siguieron las de Hassuna-Samarra, El Obeid, y Uruk. Todas ellas formaron el sustrato imprescindible para el florecimiento de la primera civilización humana.

Qué hicieron

El espíritu de estos pueblos era netamente empírico… y también bastante supersticioso. Debido a las complicadas necesidades económicas y administrativas de su sociedad, desarrollaron las matemáticas asombrosamente: idearon un sistema sexagesimal y más tarde añadieron otro de tipo decimal (los negocios siempre han sido los negocios, requerían precisión) y fueron los primeros en utilizar en el 2000 a. C. la cifra cero. Usaban la suma, la resta, la multiplicación, la división, fracciones, potencias, raíces cuadradas y cúbicas, ecuaciones, el cálculo de áreas y volúmenes y el valor aproximado de π.

Son numerosos los tratados de medicina, con un amplio conocimiento de la anatomía humana así como de instrumental quirúrgico, y listados sobre geología, en los que se clasificaban los diferentes materiales.  Entre sus obras de ingeniería, destacaba la extensísima y antigua red de canales que unían los ríos Tigris, Éufrates y sus afluentes, propiciando la agricultura y la navegación.  Fueron los primeros en construir edificios piramidales, los zigurats.  El más antiguo atestiguado data del III milenio a. C.  en la población de Kashan, Irán, y es más que probable que la famosa torre de Babel del Génesis fuera un zigurat. Eran los templos de sus dioses, sus propios hogares, y por ello concebidos como un enlace-eje cósmico entre el cielo y la tierra, y entre la tierra y el inframundo. Generalmente siete niveles representando los siete cielos o planos de la existencia, los siete planetas y los siete metales, cada uno de ellos asociado a su color correspondiente.

Eran muy diestros en astrología, su disciplina predilecta, de hecho entre los griegos los magos caldeos eran muy respetados y considerados reputados maestros en ese campo: predecían eclipses, descubrieron las fases del planeta Venus… la primera referencia escrita a un astro se encuentra en una tablilla acadia del 2500 a.C.: Mul-Mul, las Pléyades.

Crean diferentes calendarios solares y lunares (aunque el oficial es lunar), realizan las primeras representaciones pictóricas de constelaciones: Aquila, Aquarius, Taurus, Leo, Hydra, Scorpius, Saggitarius, Capricornus, Triangulus, Cancri, Aquarius, Pisces y Aries… las cuales heredamos luego; realizaban horóscopos personalizados (los griegos y romanos aprendieron de ellos); catalogaban estrellas, planetas y asteroides, describían ciclos planetarios, elaboraban tablas con salidas y puestas de astros por el horizonte… También hay que mencionar sus concepciones jurídicas. Poseían un derecho privado bastante evolucionado, sobre todo respecto a préstamos y traspasos de bienes. Hay que señalar sus códigos, datados en el 2000 a. C.: Shulgir, Lipit-Ishtar, Eshunna. Pero ante todo, subrayar el más famoso e importantecorpus legislativo de la antigüedad: el Código Hammurabi. Un conjunto de leyes que Hammurabi, sexto rey de la dinastía amorrea de Babilonia, hizo cincelar en una monumental estela de basalto de más de 2 metros de altura. Las semejanzas que se hallan en él con la posterior Ley Mosaica son más que evidentes.

Qué pensabanasirios

Cómo no, la narración escrita más antigua de la historia es de origen sumerio, La Epopeya de Gilgamesh, donde se narran las aventuras del rey y semi-dios Gilgamesh y su amigo Enkidu. En ella encontramos, en la tablilla XI, una más que familiar alusión a una gran inundación y al primer Noé, Ziusudra/Utnapishtim/Atrahasis, que siendo avisado por el dios Enki, construye una gran embarcación donde alberga a una pareja de cada especie animal y semillas, consiguiendo así salvar la Vida. Es evidente la influencia sobre  el Antiguo Testamento, y en otras tablillas se hallan similitudes con otras obras como la Odisea de Homero.

Gilgamesh es el predecesor de otros semidioses más conocidos como Heracles/Hércules y su relación con Enkidu se puede atisbar en el binomio de la Ilíada Aquiles/Patroclo. En su literatura encontramos también el poema Enuma Elish, panegírico del dios Marduk, donde se narra el origen del universo y la creación de la tierra, cuyos ecos encontramos en los primeros versículos del Génesis. Son también comunes los katábases al inframundo, como el descenso de la diosa Inanna/Ishtar a Irkalla, la tierra del no retorno, donde reina su hermana y opuesta Ereshkigal. Es el origen  del mito de Adonis/Perséfone/Jesucristo y el ciclo anual de las estaciones, como también posee las primeras alusiones escritas a ¡vampiros!.  

Este poema, La Exaltación de Inanna, dividido en tres partes, es además el primer documento histórico conocido del mundo con autoría: la hija del rey Sargón el Acadio y Suma Sacerdotisa de la ciudad de Ur, Enheduanna. Ella fue la primera teóloga del mundo, la primera mujer registrada en la historia de la ciencia y la primera persona en la historia que firmó sus escritos.Como Suma Sacerdotisa, Enheduanna era la única persona que podía dictar nuevas leyes, controlaba los conocimientos matemáticos y astronómicos y creó observatorios astrológicos dentro de los templos, elaborando los primeros mapas sobre movimientos celestes y creando el primer calendario religioso.

La lista Real Sumeria, un misterio

Es interesante resaltar la existencia de la Lista Real Sumeria, donde aparece la sucesión de, aproximadamente, 150 monarcas, desde los primeros tiempos hasta aproximadamente las conquistas de Hammurabi. Los primeros reyes pertenecientes a la etapa pre-dinástica abarcan periodos imposibles de tiempo, aunque tienen claras correspondencias con las fuentes bíblicas.

El primero de ellos fue Alulim (identificado con el Adán judeo-cristiano), primer rey de Eridu, de linaje divino (hijo de Enki) y que gobernó 8 sars (1 sar equivale a 3600 años), según esas cuentas en el año 453.600 antes del diluvio. Entre sus varios sucesores encontramos a Ensipazianna  y Enmenduranna, equiparados a los bíblicos Enoch y Matusalén, y a Zin-Suddu o Ziusudra, nuestro célebre Noé, que gobernó nada más y nada menos que 18 sars.

Estas dinastías de reyes antediluvianas, con esas cifras que se pierden en lo legendario, de momento no pueden ser explicadas, y no se les pueden atribuir  de momento ningún valor simbólico particular.  Después del diluvio, esas cantidades de años se reducen drásticamente aunque siguen siendo imposibles (Jish, primer rey postdiluviano de la dinastía de Kish, reinó 1200 años) y van disminuyendo paulatinamente hasta ajustarse a unos periodos más realistas ya a finales de la tercera dinastía de Uruk. El primer rey mencionado cuya existencia está reflejada en otras inscripciones es Enmebaragesi de la dinastía de Kish, contemporáneo y rival de Gilgamesh, y el primer gobernante de la lista que puede considerarse histórico es Lugal-zage-si de Uruk del siglo XXIV a.C., que como antes hemos comentado fue derrotado por Sargón el Acadio.

En qué creían

Eran politeístas y sus dioses antropomórficos representaban fuerzas o presencias en el mundo, tal y como lo harían más adelante egipcios o griegos, y como ellos también, los solían disponer en trinidades. Fueron estos dioses los que originalmente crearon a los seres humanos como sus sirvientes. Los principales dioses de su panteón, eran dioses celestes y cada uno de ellos iba asociado a un astro y a un número entero. Cada ciudad-estado tenía un dios-patrón sobre el que recaía el mayor poder, de ahí que no haya un consenso claro sobre la primacía de unos dioses sobre otros. Marduk, por ejemplo, fue considerado una deidad menor durante mucho tiempo, pero con la hegemonía babilónica se convirtió en el dios nacional. Este último estaba asociado a un planeta al que denominaban Neberu, identificado por los propios mesopotámicos con Júpiter, Mercurio o la estrella Polar, según fuentes.

La llamada tríada sumeria la conformaban An, Enlil y Enki y les correspondían los números 60, 50 y 40.  Eran los dioses del cielo, el aire y el agua (dulce) y los más poderosos. An era considerado el demiurgo o dios original del universo, aunque sus características concretas nunca estuvieron muy definidas y no fue un dios muy popular. Su relación cósmica era con el llamado Sendero de An, que coincidía con el ecuador celeste. Su ciudad fue Uruk.

Enlil era el creador de la humanidad y responsable del diluvio, pues consideró que los humanos eran demasiado ruidosos, y su relación cósmica era con las Pléyades. Su ciudad fue Nippur. Enki era un dios protector de la humanidad, amante de la sabiduría, magia y las artes, su correspondencia cósmica era con las constelaciones de Acuario y Capricornio. Su ciudad fue Eridu.

La llamada tríada semita estaba conformada por Nannar/Sin, Utu/Samash e Inanna/Ishtar.  Nannar era el dios lunar hijo de Enlil, su número era el 30 y tradicionalmente adorado en la ciudad de Ur. Utu era el dios del sol, el orden y la ley; fue el que entregó a Hammurabi su código de leyes, su número es el 20 y también se le representaba en la constelación de Libra. Inanna era la diosa de la fertilidad, el amor, la belleza y la guerra. Su trascendencia fue más allá del panteón mesopotámico, pues la encontramos también en los pueblos semitas vecinos como la Astarté fenicia e, incluso, en la Afrodita griega. Su planeta era, por supuesto, Venus y su número el 15.

Existieron otros muchos dioses de menor importancia como Dumuzi/Tammuz, esposo de Inanna/Ishtar; Ereshkigal y su esposo Nergal, reyes del inframundo; Gula, diosa de la medicina, o Ninurta, dios agrícola y guerrero; que fueron muy populares.

Más adelante, ya en época babilónica, el Enuma Elish clasifica a los dioses en dos categorías, los Anunnaki y los Igigi, aunque los límites entre una raza divina y otra resultaron difusos hasta la rebelión de éstos últimos mientras trabajaban para los primeros, la consiguiente creación de los humanos para sustituirlos y pasando a partir de entonces a formar parte del colosal patrimonio de demonios y espíritus malignos de la mitología mesopotámica.

Nuestra tradición judeo-cristiana ha heredado de los sumerios  las criaturas a las que denominamos ángeles: mensajeros de los dioses y/o guardianes espirituales de los seres humanos (dotados de alas); y los demonios: bien conocida por ejemplo es la figura de Lilit, la primera mujer de Adán según la tradición talmúdica, y que no tiene otro origen que la deidad sumeria Lamashtu o su correspondiente asiria Lilitû, un demonio femenino del aire que atacaba a las parturientas y niños, cuyo esposo era el temible Pazuzu, que curiosamente fue el demonio protagonista de la película El Exorcista. Los pueblos de la Antigua Mesopotamia poseían una rica lista de ceremonias litúrgicas para alejar y exorcizar a todo tipo de espíritus malignos, así como una gran cantidad de amuletos protectores.

Un triste presente

La bibliografía contemporánea en español sobre esta civilización tampoco es muy extensa al tratarse de un campo de investigación bastante ingrato, y dada además la situación político-geográfica de la zona (complicada de visitar salvo quizás en la zona norte), lo más adecuado es recomendar el estupendo manual de Oppenheim, La Antigua Mesopotamia, que se publicó en España hace siete años (a pesar de que se publicó originalmente en 1967… estas cosillas no pasan afortunadamente con la egiptología) en la editorial Gredos. El emplazamiento de Mesopotamia, con sus características geológicas y climáticas tan particulares, y, sobre todo, la acción humana (la interminable guerra de Irak) han dañado de manera irreparable e imperdonable el legado de ésta la primera civilización humana del planeta.

Un triste colofón para nuestra pequeña apología, pero que debería servir de incentivo para todo aquel que desee que no caiga en el olvido…     (Continúa)

Beatriz Erlanz

www.tabulaesmeraldina.blogspot.com

Puedes descargarte EOC nº 66 en:http://www.dimensionlimite.com/eoc/EOC_66.pdf

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