EL CONDE DE ESTRUCH: CONDE, “VAMPIRO” Y AMPURDANÉS
Publicado en EOC nº 97
Sin duda sorprenderá a muchos la historia del Conde Estruch, aristócrata al que se achacan los crímenes post mortem más espeluznantes y típicos de un no muerto. No se trata de un príncipe de Valaquia, ni de Transilvania o Moravia, ni de los Cárpatos, ni de alguna exótica región regada por el Danubio o sus afluentes, sino del Empordá catalán, a la sombra de los Pirineos. Resulta ser, sin embargo, un caso muy polémico por la falta de evidencias históricas y la dificultad de rastrear fuentes fidedignas. No obstante, el supuesto vampiro catalán ronda de vez en cuando entre la casuística de la vampirología peninsular.
A finales de la década de los setenta, Ángel Gordon hacía ya mención de la historia del supuesto vampiro, aunque no la reflejó en su obra El Gran Libro de los Vampiros, de 1986. Sin embargo, una descripción detallada del personaje y de sus andanzas pudo leerse al fin en la obra Vampirismo, magia póstuma de los no-muertos, que Miguel Gómez Aracil publicara en ese mismo año. Resumimos la historia que se ha ido dibujando sobre este mítico y controvertido retornado ampurdanés, del que también se ocupa, no sin cierto escepticismo y aportando interesantes notas y correcciones, el investigador Jordi Ardanuy, en un capítulo de la obra Vampiros: magia póstuma dentro y fuera de España, publicada en 1994 y de la que Ardanuy es co-autor con Martí Flò y Valentí Ferrán.
Situemos el marco histórico en el que se enmarcan los supuestos hechos… Estamos en el año 1145. El sur de la Península está dividido entre los reinos de taifas, estados musulmanes que han visto debilitado su poder ante el avance de los reinos cristianos del norte. Ese mismo año desembarca en la península un ejército musulmán para quien tanto los cristianos del norte como los relajados musulmanes de los reinos de taifas, que a juicio de los recién llegados han abandonado la pureza del Islam, son enemigos. Se trata de los almohades, integrantes de un movimiento reformador religioso nacido en el Magreb, en el norte de África, y que caló hondo entre muchas tribus bereberes. Entre sus objetivos estaba devolver al Islam a su esplendor y unidad originales frente a las divisiones sectarias que habían surgido en su seno. Pronto se impusieron en el norte de África, y después pasaron a Al-Andalus para dirigir la nueva jihad contra los reinos cristianos del norte de la Península.
HÉROE ULTRAMONTANO DE LAS NAVAS
Su ímpetu puso freno a los avances cristianos que habían tenido lugar en años anteriores. En 1195 las tropas almohades derrotaron a Alfonso VIII de Castilla en la batalla de Alarcos, haciendo retroceder la frontera con los reinos cristianos hasta los Montes de Toledo. La propia Toledo, como todo el Valle del Tajo, se hallaba ya entre la espada y la pared. El monarca cristiano, al tener noticias de que el ejército musulmán estaba preparando una nueva campaña contra sus territorios, concertó alianzas con el resto de monarcas cristianos con la mediación del Papa Inocencio III. El propio Arzobispo de Toledo, Domingo Ximénez de Rada, temiéndose lo peor, alzó su voz, junto a la del propio Pontífice, para invocar una Cruzada contra los almohades. Frente a las tropas del Califa Muhammad An-Nasir (al que los cristianos conocían como Miramamolín), se congregaron en ayuda del monarca castellano, las tropas de Pedro II de Aragón, los caballeros de la Orden del Temple, de San Juan, de Calatrava, y de Santiago, y caballeros de las tropas de Sancho VII de Navarra que se unirían al grueso de huestes más adelante.
A la Cruzada acudieron también caballeros portugueses y leoneses, aunque no sus monarcas; pero sobre todo un grueso de tropas de más allá de los Pirineos, los llamados ultramontanos, franceses y occitanos en su mayoría, incluido el Obispo de Narbona, Arnaldo Amalarico, y los de Burdeos y Nantes, que acudieron a la llamada de la Cruzada promulgada por Inocencio III.
Esto es historia bien documentada. Y aquí es donde interviene nuestro hipotético Conde Estruch, que habría llegado, procedente de las tierras germánicas de las que dicen sería oriundo, junto al resto de cruzados de más allá de los Pirineos. Corre el verano del año 1212, y por fin los cruzados ultramontanos y los peninsulares se reúnen en Toledo. Allí mismo empiezan las disensiones entre los propios cristianos. Algunos cruzados extranjeros provocan disturbios y asaltos, especialmente en la judería toledana, donde llegan a cometer asesinatos.
Por fin, la heterogénea tropa parte al sur para presentar batalla a las tropas del Califa. El ejército cristiano asalta y toma la villa de Malagón en la actual provincia de Ciudad Real. Los ultramontanos se ceban con violencia en la población musulmana. Alfonso VIII insta a todos a reprimir sus ansias de pillaje ordenando que se tratara a los ciudadanos de los territorios conquistados con indulgencia. Muchos ultramontanos, que no están de acuerdo en cómo el rey castellano está llevando las cosas, y acuciados por el calor y las incomodidades, se retiran. El descontento crece cuando el rey ordena que se acuartelen tras la toma de Calatrava la Vieja. De los 30000 ultramontanos apenas se quedan con el monarca 150 caballeros del Languedoc francés a las órdenes de Arnaldo, el Obispo de Narbona. Y entre estos que permanecen fieles, según dicen los autores que se han encargado del tema, está el germánico conde Estruch. Y por fin el 13 de julio tiene lugar el encuentro. Las tropas cristianas chocan con las musulmanas en Navas de Tolosa, en una batalla que supone una victoria definitiva para el bando cristiano, y el comienzo del declive del poderío musulmán en Al Andalus. Hasta aquí, repito, la historia real.
La leyenda comienza ahora con las andanzas posteriores de este supuesto Estruch, ultramontano alemán, cuya propia participación en la cruzada y su misma existencia son motivo de debate, ya que no hay fuentes históricas que puedan dar fe de su existencia. Este caballero, habría recibido, por sus acciones en combate, dicen, el reconocimiento de Pedro II el Católico, rey de Aragón y Conde de Barcelona, al que años más tarde, por cierto, el mismo Inocencio III excomulgaría por sus intervenciones en Occitania a favor de los cátaros y los señores que los apoyaban. Agradecido a Estruch por su participación en la batalla, el rey le habría ofrecido tierras en sus dominios. El germano recordó que en su paso por los Pirineos había transitado por tierras que le recordaban a su ahora lejana patria le pidió al monarca estos pagos. Y así fue como el rey le concedió el señorío de Llers.
TIERRA DE BRUJAS
El antiguo pueblo de Llers se encuentra en el Alto Ampurdán, en la provincia de Girona, a cinco kilómetros al nordeste de Figueres y a la vera del río Muga. Está en el centro de esta comarca bien fortificada, capital de una baronía, cuyo castillo era la cabeza de otros once fortificaciones repartidas por un amplio territorio. En este castillo de Llers, del que aún hoy puede verse su torre circular, habría asentado Estruch su residencia. Hombre de fe arraigada, y católico a ultranza, había ido a establecerse a un lugar de antigua tradición brujeril, a una villa de cuyas mujeres se decía, y Juan G. Atienza se hace eco de ello en su Guía de las Brujas de España, que o son brujas o tienen capacidad para serlo. Hay que decir que eran los vecinos de otras villas los que al parecer lo afirmaban, y que los propios habitantes de Llers nunca parecen haber prestado mucha atención a tales rumores. El origen de los mismos habría que buscarlos, según algunos autores, en ciertos hechos acaecidos tras el fallecimiento en 1878, a los 72 años, de una vecina de Llers que tenía fama de bruja. Aquello ocasionó innumerables problemas con la vecindad a sus cuatro hijas, que heredaron la fama de la madre. La «ascendencia hechicera» de esta antepasada de Llers todavía provocó todo tipo de disgustos a sus descendientes hasta fechas no muy lejanas como describe Joan Guillamet en su Bruixeria a Catalanuya, publicado en 1976.
En fin, justa o no, la fama brujeril de la villa saltó fuera de las fronteras locales cuando el poeta Carles Fages de Climent inmortalizó su nombre en un poemario, Les bruixes de Llers, obra de ficción publicada en 1924 con ilustraciones del mismísimo Salvador Dalí. Todo ello, que no debería de pasar de ser una curiosidad antropológica, no debería afectar al buen nombre de un pueblo que, por otra parte, fue víctima en algún momento del periodismo sensacionalista a causa de nuestro peculiar Conde, provocando las iras de los vecinos molestos e invadidos por una caterva de buscadores de vampiros y brujas.
Sin monte que proteja a la localidad, sopla allí con tal fuerza la tramontana, que puede superar los cien kilómetros por hora. Cuando el viento se levanta con fuerza en las noches de invierno a las doce de la noche, afirmaban algunos, las brujas salían para sembrar el terror en la región. Se decía que las brujas remontaban el aire con el humo de las hogueras, y sobre negros nubarrones sobrevolaban Figueres para acudir al aquelarre. Y su poder se hacía sentir provocando todo tipo de fenómenos atmosféricos, especialmente los que resultaban dañinos para los cultivos. Al paso de los hechiceros venía la tormenta, o bien la invocaban con procedimientos rituales. Cuando el pedrisco lo provocaba una bruja, era creencia común que un pelo de la misma (de macho cabrío en la tradición aragonesa), se encontraba tras cada piedra.
Como en otros muchos lugares, los vecinos pretendían cerrar el paso a la tormenta, y a los brujos que viajaban en los negros nubarrones, con conjuros y tañidos especiales de campana. A instancias de los sacerdotes las campanas de Figueres sonaban, se decía, cuando el mal tiempo causaba estragos, para impedir que las brujas de Llers cruzaran los cielos de la villa. Se cuenta que hartos de las campanas que detenían su paso, en una noche de San Silvestre, los brujos de toda la región acometieron al campanario con tal fuerza que lo agrietaron, creando una fisura que fue visible hasta que el campanario fue desmantelado durante la Guerra Civil.
En toda Europa, y en el Pirineo no iba a ser menos, los campesinos al ver avanzar a las negras y amenazantes nubes sobre sus campos y casas, tenían por costumbre hacer gran estruendo, lanzando pedradas a los nubarrones y, con la invención, siglos después, de las armas de fuego, disparos al aire, con la esperanza de herir a los brujos en su vuelo fatídico. Como en muchos otros lugares, se cuentan historias sobre como tal o cual vecino, amanecía mutilado o herido, a veces de muerte, después de que algún paisano descargara su arma contra algún nubarrón con aspecto de ser la cabalgadura de algún hechicero.
Y a este territorio donde medraban las brujas habría ido a parar Estruch, católico estricto y convencido, que se tomó a pecho y como un deber personal, la labor de acabar con ellas en la comarca. Y le habría puesto tal empeño al asunto que pronto empezaron los juicios a los sospechosos y las condenas a la hoguera. Pero si aguerrido era el noble, no menos belicosas eran las brujas de la comarca que pronto le maldijeron y le hicieron víctima de sus hechizos. Y la maldición más terrible fue la que le condenó, al morir, a no encontrar descanso; a vagar por la tierra eternamente, fuera del sepulcro, causando enfermedad, muerte y estragos entre los que fueron sus súbditos, arruinando sus campos, matando a hombres y ganado. Muchos habrían intentado acabar con él, pero sólo un ermitaño judío versado en ciencias oscuras de la vecina San Pedro de Figueres, la actual Figueres, entabló una dura lucha con el no muerto en el curso de un ritual ancestral con el que consiguió al fin detener al retornado.
Con el tiempo, se especula, la leyenda le habría convertido en conde, y habrían surgido otras muchas variantes tanto de la historia como del propio nombre de su protagonista: Struch, Strugh,… Muchos empezaron a hacerse eco de las andanzas del supuesto vampiro ampurdanés. En 1990 Josep M. Armengou Marsans, en Guía de la Catalunya mágica, misteriosa y paranormal relacionaba el nombre de Estruch con el de Estruch Sacanera, brujo medieval que habría dado nombre a la calle del mismo nombre de la ciudad condal. Pero la versión oficial, más prosáica, es que el nombre de dicha calle se debe al apellido de una familia judía adinerada que vivía en la misma calle. El nombre Estruch, y su variante Astruc, eran muy comunes entre los judíos medievales.
En 1991 el escritor y actor Salvador Sáinz publicó una novela, de nombre Struch, en la que exponía otra versión diferente de la leyenda, dotándole además de un nombre de pila que ideó para la ocasión: Guifred. Sáinz puso su obra a disposición del público en Internet.
STRUCH, DE CAMPEÓN DE TORTOSA A VAMPIRO ASESINO Y VIOLADOR .
Esta versión a la que se acoge Sáinz sitúa las andanzas de Estruch aún más atrás, en el siglo XII. En ella, Struch era un caballero que destacó por su valentía en el sitio y toma de Tortosa, que tuvo lugar en diciembre de 1148, y en los de Lleida y Fraga, que tuvieron lugar al año siguiente, a las órdenes del Conde de Barcelona, Ramón Berenguer IV el Santo. El hijo de este último, Alfonso II el Casto, rey de Aragón y Conde de Barcelona, habría encargado a Estruch la misión de acabar con los hipotéticos focos de paganismo ibérico, que según esta versión, habrían quedado en el condado de Ampurias, y que eran un peligro potencial por su posible alianza con los árabes al sur, o con los francos al norte que disputaban las tierras de Occitania con el rey catalano-aragonés. Y hasta allí fue el noble, ya anciano, estableciéndose en el castillo de Llers. Y desde allí ejerció el poder que se le había otorgado y la tarea que se le había encomendado despertándose así las iras de los paganos, practicantes de viejos ritos mágicos precristianos que dirigieron contra el noble extranjero, que, tras su muerte, retornó sembrando el pánico en la región, no sólo para matar y beber la sangre de sus víctimas, sino para abusar de cuanta mujer encontraba en su camino. Las mujeres violadas por el espectro daban a luz, nueve meses después, bebés monstruosos que morían al poco de nacer, porque, según Sáinz, los vampiros no pueden tener descendencia, lo cual, según dice, sería otra muestra más de las coincidencias entre la supuesta tradición vampírica catalana y la rumana. Sin embargo, esto no es cierto. El hijo póstumo de un vampiro es denominado dhampir, y se le supone la capacidad de verlos y darles caza. Insistimos en que este relato es pura literatura. No se conocen focos de paganismo en la Edad Media en la región.
Siguiendo con las andanzas del anciano conde, y citando a Sáinz «… Alfonso II tenía no pocos disgustos en aquellos tiempos y la población estaba realmente aterrorizada. La gente tenía miedo de salir de noche, todos llevaban ajos y crucifijos para protegerse del terrible nosferatu». El fin del vampiro llegaría a manos de una monja que se enfrentaría al monstruo dándole muerte con el bien conocido método de estacarle el corazón.
Pese a que el autor de Struch afirma que esta versión está basada en «fuentes más fidedignas», otros investigadores como Ardanuy señalan que en realidad no hay fuentes históricas ni testimonios ciertos en los que apoyarse. Se aducen como fuentes los archivos de Ripoll, pero al parecer no hay ni rastro de tal documentación, para emplear la expresión del propio Ardanuy. También, decían, habría documentos que avalan la historia en San Pedro de Figueres, ciudad del ermitaño judío que, según la otra versión, acabó con el conde, pero al parecer no hay allí documentos que vayan más allá de 1918. Se aduce también que los documentos que hacían alusión al presunto vampiro en Llers ya no se encuentran allí porque fueron destruidos con la explosión, durante la guerra civil, de 200 toneladas de dinamita almacenadas en la iglesia y que dejó en ruinas el pueblo viejo de Llers. Pero la pregunta entonces es, si fueron destruidos, ¿en qué se basan para afirmar que existían dichos documentos en los que se haría mención a vampiros en la comarca? Tampoco hay, pues, nada que apoye esta afirmación. Sencillamente no existen tales documentos y se trata de una obra literaria a la que se quiere dar visos de historicidad.
Siguiendo de nuevo a Ardanuy, algunos historiadores locales comenzaron a interesarse por el caso, a raíz de la publicación de una serie de cartas en el periódico La Vanguardia. La primera de ellas aparece en marzo de 1992, y las siguentes se publicaron entre febrero y marzo de 1993, aunque aún pudo leerse al menos otra en febrero de 1994 donde se afirmaba que «nuestro vampiro nacional es el conde Estruch» y no Arnau, personaje principal de una serie del mismo nombre que se emitía por aquel entonces en la TV catalana, basado en una leyenda gerundense. Las cartas, que pueden consultarse en la hemeroteca de La Vanguardia están redactadas con cierto tono airado. Aluden a la leyenda como si fuera algo del dominio común en Ampurias, e incluso se afirma en una de ellas que la leyenda del Conde Estruch es «una de las más populares en Cataluña, ya que las madres amenazaban a los hijos rebeldes con llamar al conde Estruch si no entraban en razón» (La Vanguardia, 6 de marzo de 1993). Otras llegaban a acusar a redactores y críticos del periódico de estar poco documentados. La primera de estas misivas se atrevía incluso a menospreciar el trabajo, absolutamente recomendable por su rigor, del doctor Gómez-Alonso (Los vampiros a la luz de la medicina). Sospecho quien pudo estar detrás… cierto autor cuya obra no se cita en el magnífico estudio de Gómez-Alonso, que también anda enfurecido conmigo por no haber mencionado su obra directamente en la mía (aunque fuera incluida en un vínculo web donde están incluidas todas las monografías relacionadas con vampiros).
Todo este ir y venir epistolar hizo que muchos se preguntaran que podía haber de cierto en todo ello. El historiador local Antoni Egea Codina fue consultado en muchas ocasiones sobre este tema. Pero él nunca había oído hablar de «tan conocida» leyenda, y se puso manos a la obra para investigar sobre el asunto, buscando documentos históricos relacionados con la historia ampurdanesa, y recabando testimonios en Llers que pudieran dar fe de la existencia real de la dichosa leyenda; pero no encontró absolutamente nada. La leyenda, decían las cartas, era muy popular; pero el historiador no encontró a nadie que la conociera.
EVIDENCIAS A FAVOR
En ambas versiones de la leyenda hay cosas que podrían encajar y otras que difícilmente se sostienen, o que son muy improbables. Algunos puntos en favor:
- La figura del judío versado en artes mágicas que interviene en la primera versión podría tener sentido en el marco histórico que nos ocupa, años en los que se fragua el auge de lo que llegaría a conocerse como escuela de cabalistas de Girona, que cristalizaría en torno a las enseñanzas de Isaac el Ciego, y a la que pertenecerían cabalistas de renombre como Moisés ben Nahmán (Nahmánides), Jacob ben Sheshet de Nercadell, Abraham ben Isaac Hazan, Ezra ben Salomón ó Azriel de Girona. El propio Nahmánides, nieto de Isaac ben Reuben de Barcelona, y nacido en Girona en 1194, es mencionado en algunas obras cristianas como Bonastruc de Porta, Bonastruc ça Porta, ó Bonastrugo de Porta, al que por cierto Girona dedica una calle. Bonaastruc debe ser traducido como Bona Astruc, buena estrella. Como vemos, es cierto que Astruc y similares eran sobrenombres y apellidos muy vinculados a las comunidades judías. Lo que no encaja para nada es que Estruch, que como vemos, es nombre judío, fuera el de un conde germano y cristiano.
- La tradición brujeril del Pririneo, como la del norte peninsular emparenta con la tradición mediterránea y tiene muchas cosas en común con los strigoiu rumanos. Su conexión con los fenómenos atmosféricos recuerda inmediatamente la asociación entre brujos-vampiro rumanos, los strigoi, y la meteorología, cuando no directamente entre ésta y los vampiros, como es el caso de los moroi. La creencia rumana es que los hechiceros al morir se convierten en vampiros. Uno de los delitos que se achaca a las brujas del norte de la península es el de beber sangre, especialmente de niños y jóvenes, además de su parentesco con otras figuras de la brujería norteña, como la xana o xuxona (chupona), que entronca directamente con las strigae latinas. Estas brujas mitológicas, en forma de rapaces nocturnas, beben la sangre de infantes y jóvenes con su único diente. Como ejemplo de la asociación entre brujería y sangre, recordemos por ejemplo que en el último proceso de brujería acaecido en Cataluña se decía que se había encontrado en casa de la imputada un hígado empapado en sangre. La creencia de que el hechicero al morir no encuentra descanso, tampoco parece ajena a las tradiciones de la región; por ejemplo es bien conocida la historia del hechicero Feliu de Sors, otro pueblo de tradición hechiceril, del que se dice que sus tierras no eran tocadas por el pedrisco o que viajaba de un pueblo a otro casi de modo instantáneo. Se decía de este brujo que abrieron su ataúd y lo encontraron vacío.
- Hay un sepulcro exterior en la Excolegiata de San Félix de Girona, un sarcófago que data del año 1214, en el que están enterrados Guillermo Sitjar, y su hija Arnaldeta Sitjar, esposa de un tal Arnallii Estrucionis. Este dato ya aparecía en un número de 1905 de la Revista de Asociación Artístico-Arqueológica Barcelonesa, Caixa d’Estalvis i Pensions de Barcelona (Harvard, catálogo HOLLIS: 004690437). Si éste es el personaje del que habla la supuesta leyenda la versión correcta sería la que le considera como un ultramontano que habría llegado para intervenir en la Cruzada contra los almohades, en detrimento de aquella otra que le sitúa un siglo antes.
Y EVIDENCIAS EN CONTRA
- La persecución oficial de brujas empezó en el Pirineo y en el sur de Francia años más tarde, cuando la cruzada contra albigenses y cátaros propició la aparición de la Inquisición y desató la fiebre contra las herejías. Fue en 1258, casi medio siglo después de la batalla de las Navas de Tolosa cuando algunos inquisidores empezaron a pedir permiso al Papa para perseguir «la adivinación y la hechicería». Es a partir de 1320 cuando el Papa Juan XII da por fin a la Inquisición de Carcassonne permiso para procesar a aquellos que adoran a los demonios o pactan con ellos. Hasta entonces lo que prevalecía era el Canon Episcopi, del año 906, que consideraba una superstición, y una herejía el creer en la eficacia de la brujería y en la brujería misma, a la que tildaba de superstición e imaginación impía. De hecho para conciliar el Canon con las nuevas ideas los que promovieron las persecuciones afirmaban que, en aquel momento, estaba naciendo una «nueva brujería» a la que había que perseguir en su condición de adoradores del diablo. Pero como ya hemos dicho, la persecución es muy posterior a las fechas en las que estas historias, sitúan las andanzas de Struch. De hecho, insistimos, creer que existían brujas, era considerado como una falsedad, un engaño del diablo, y una herejía en sí misma.
- La baronía de Llers y su castillo perteneció a la familia Llers, efectivamente, hasta 1212, año en el que al parecer el barón Guillem de Cervià, hijo de Arnau de Llers VI, vendió el castillo a Jofre de Rocabertí, seguramente en los últimos meses de ese mismo año (Llers. Els homes i els fets, de Antoni Egea Codina, en Annals de l’Institut d’Estudis Empordanesos, Any: 1979 Vol.: 14). Fue vendido a su vez, en 1225, al rey Jaime I, que compró otras posesiones de los Llers en la zona. Ninguna mención, como vemos, a extranjero alguno. Si nos remontamos al tiempo en que se enmarca la segunda versión de la leyenda, la que afirma que Estruch vivió en tiempos de Alfonso II el Casto, entonces la supuesta donación de Llers a Estruch tendría que haber ocurrido en algún momento entre 1164 y 1196. Sin embargo en 1164 murio Arnau de Llers IV, señor de Llers, cuyo cuerpo está enterrado en la entrada de la puerta principal de la catedral de Girona. A su muerte le sucede Arnau de Llers V, que gobierna Llers en lo que parece un periodo tranquilo y sin problemas relevantes. Así pues el pueblo de Llers era la capital de un feudo de una importante familia catalana, los Llers-Cervià, a las órdenes de los Condes de Barcelona, que difícilmente les habrían arrebatado sus posesiones, para dárselas a un extraño. Por el contrario, dada su participación en campañas como las de la conquista de Lleida, los Condes de Barcelona estaban agradecidos a los Llers, a los que lejos de arrebatarles nada, hicieron donaciones que incrementaron su patrimonio, como el castillo de Lleida, por ejemplo.
- A menudo se aduce que dichos como tenir mala astruc, la mala astruga, la mala astrugança, la mala astrugancia, o vocablos como malestruc, malastrugança son únicas del catalán y que tienen origen en la leyenda. No es cierto. Los vocablos son contracciones de palabras con la raíz «mal» y diferentes formas de «estrella»”, y que dan lugar a expresiones que podemos encontrar prácticamente en cualquier idioma derivado del latín, expresiones que se refieren a nacer bajo buena o mala estrella. Su origen no hay que buscarlo en leyendas vampíricas sino en la creencia milenaria de que las estrellas rigen el destino de los seres humanos. Así por ejemplo, en castellano se habla de nacer con mala estrella, ó por el contrario, con buena estrella, tener estrella; o el francés être né sous une heureuse étoile (haber nacido bajo una feliz estrella). En cuanto al parecido fonético entre Estruch y y strigoi no tiene mucho sentido. Estruch, como vemos, emparenta con astro, y strigoi con strix, voz que alude al grito de las lechuzas.
EN CONCLUSIÓN
Todo apunta a que la leyenda ha sido diseñada de forma reciente aprovechando algunos hitos reales, como la batalla de las Navas de Tolosa, el señorío de Llers, etc. Hay ciertamente en Cataluña, como en todo el norte peninsular por otra parte, una tradición mitológica y brujeril que parece heredera del mito clásico de la estrigae, a la que entre otras maldades se la atribuye beber sangre. En muchos lugares es creencia corriente que al morir, el cuerpo de la bruja es poseído por el demonio, o por algún espíritu maligno. El hechicero no descansa en su tumba. La historia del brujo de Sors, cuyo cuerpo no está en el ataúd cuando lo van a enterrar, puede ser una pervivencia de esta creencia.
La leyenda de Estruch recuerda a otra que sí tiene fundamentos históricos, la del conde Arnau, cuyas correrías habrían acabado gracias a la intervención de una religiosa, y bien podría haber tomado algunos elementos de ésta. Quizá no sea casualidad que, en una de las versiones, una monja fuera la ejecutora de Estruch, acabando así con sus andanzas como no muerto. Todo apunta a que todos estos elementos hubieran sido reunidos de forma artificial para diseñar la leyenda, o al menos parte de ella; y a que se trata de una ficción literaria, y por ello no lo contamos entre los casos de vampirismo histórico, ni hemos encontrado evidencias de que exista ninguna tradición folclórica al respecto.
Javier Arríes