Published On: Lun, nov 4th, 2013

SUFISMO: LA SENDA MISTICA DEL ISLAM

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Publicado en EOC nº 68

HallajEn la actualidad nos hallamos inmersos en una vorágine de información excesiva y continua. Es un tópico que se suele repetir a menudo, pero ciertamente este incesante hostigamiento que sufrimos a diario ha finalizado embotándonos, haciéndonos indolentes y fáciles de manipular por la noticia más efectista. No se busca profundizar cuando existe tal sobreabundancia que suscita el vómito, incluso es complicado discriminar entre lo vacuo y lo verdaderamente relevante. Así que nos quedamos flotando en la superficie, oteando un panorama atiborrado de trivialidades y clichés de los que nos vamos impregnando cada vez más y lo que es peor, inconscientemente. Si a esto le unimos la deliberada omisión de información o su tergiversación, nos encontramos que nuestra dieta básica mental de sana no tiene nada, es cómoda, apetitosa y malsana junk food. La mayor parte de las veces la consumimos a sabiendas, porque nadie es completamente ajeno a lo que ocurre y es una preocupación social relativamente extendida. No obstante, la intoxicación es tal que ni realmente plantamos cara, la tolerancia que hemos desarrollado es bastante alarmante.

Cercados pero también aclimatados a estas circunstancias, las nociones generales que se han adquirido sobre el tema que nos concierne en este artículo, no pueden ser más ingratas a la verdad. El sufismo que llega hasta nosotros ha sufrido una distorsión, se ha troceado como la mayoría de la sabiduría oriental por la batidora de la New Age para resultar más digestivo a los estómagos occidentales e incluso poder mercantilizarse de forma adecuada. Con lo cual, qué mejor que empezar aclarando qué NO ES el sufismo:

El sufismo no es “ocultismo”, no es la “masonería del Islam”, no es una “terapia” ni un conjunto de técnicas de meditación, no es ninguna iniciación a una “élite espiritual” ni la comunicación de saberes “ancestrales-herméticos”; el sufismo no es una “secta secreta” ni una “herejía” del Islam, no es ir a recitales de cuentos o poemas de autores sufíes; el sufismo tampoco es la atracción turística de los derviches giróvagos en Turquía. Aclarado ésto, debemos hacer hincapié en que el sufismo no se puede emancipar del Islam, tampoco es una rama superior de esta religión. El sufismo sin el Islam no tiene razón de ser, el sufismo es Islam, su rostro místico. Se debe ser un riguroso musulmán para ser un sufí: acatar la sharía y reverenciar el Corán. Quizás “revelar” estas evidencias en un contexto donde los sentimientos islamófobos y los prejuicios hacia los musulmanes son tan comunes, haga que el sufismo no se perciba de una forma tan atractiva o benevolente, que ya no

“haga tanta gracia”, pero recurriendo a los tópicos de los que nos solemos nutrir habitualmente (que algunos, como éste, son verdad y tienen una procedencia… curiosa), podemos argüir que sólo se rechaza y teme lo que no se conoce. Así que vamos a tratar de crear un retrato, más bien un boceto, de lo que es el sufismo. Muy humildemente, porque no es una materia fácil de abordar por su complejidad y riqueza.

¿Qué es el sufismo?

El sufismo es una corriente filosófica y espiritual entroncada en el Islam, su dimensión interior (batin). El sufismo es una forma de vivir y experimentar el Islam completamente íntima y personal, unido a su esencia primordial: la sumisión a  Allah. Comenzó a perfilarse en el s. VII d. C. y, aunque se consideró una posible influencia persa junto a cierto sincretismo mazdeísta y cristiano, actualmente el sufismo se valora netamente islámico. El sufismo utiliza un lenguaje estrictamente Coránico como vehículo de sus conocimientos y aunque algunos maestros sufíes disintieron en algunas interpretaciones, nunca cuestionaron la validez del Corán ni tomaron posturas intransigentes, siempre representaron moderación y tolerancia en el Islam, respetando también otras creencias no musulmanas. Sus enseñanzas son universales y poseen vocación de trascender religiones y culturas.

La palabra árabe para sufismo es tasawwuf, “el camino del sufí”, cuya etimología es algo vaga, no obstante la más aceptada es aquella relacionada con el término suf, lana, aludiendo a las toscas vestiduras con las que se vestían sus seguidores como símbolo de su rechazo al mundo material. El sufismo, a grandes rasgos, es un camino hacia la Realidad Absoluta, cuya fuerza motivante es el Amor, y los medios que se aplican son el continuo recuerdo de Dios y la vida en un estado de equilibrio y armonía en cualquier circunstancia; y el objetivo final de este camino es Dios.

Se expresa en dos modos: Wahdat al-shuhud, la unicidad de la presencia por la que Allah se hace presente en el corazón del místico, alcanzándose una unión consolidada en el Amor; y wahdat al-wujud o la unidad del ser, la extinción (fana) de la identidad individual o ego (nafs) para lograr la integración en el Absoluto (baqa), que es el auténtico estado del ser.

Para acceder a estos estados se acude a:

- La oracion  repetitiva (dhikr), recitando los diferentes nombres de Dios entre otros suras del Corán. El nafs y el Mundo son velos o ídolos que hacen que el creyente olvide a Dios, el dhikr es un auxilio y un medio para impedirlo, ya que nos eleva hasta Allah, conservando a la vez una relación equilibrada con el mundo natural y el de los hombres. Los cantos, las danzas, son elementos habituales del dhikr sufi, pudiéndose alcanzar el trance y otros estados alterados de conciencia.

- La meditación (fikr) está basada en la consideración de que todas las manifestaciones del mundo sensible llevan la marca del Creador, lo que estudiar y tratar de descifrar su lenguaje, es llevarnos a una mayor comprensión y conocimiento de Él. Conocer es Ser. Ciertas técnicas respiratorias, de visualización o posturas corporales son empleadas como soporte.

El sufismo es una vía de conocimiento, de transformación interior cuyo propósito es estar en armonía con la Realidad o Verdad (haqq), con lo que la presencia de un maestro es imprescindible para guiar a los discípulos en esta senda del Islam. En su base encontramos la síntesis entre fe y su superación, entre Trascendencia (Allah siempre está aquí) e Inmanencia (la experiencia de la realidad divina en nosotros mismos). Y sólo mediante el Amor se puede abarcar lo Divino, es el instrumento definitivo que purifica y libera.

Esta búsqueda (talab) como precisábamos, requiere necesariamente de un maestro (sháij) y un método (tariqa). Es un verdadero desafío para el musulmán que decide transitar esta vereda. El auto-reconocimiento por parte del creyente de su pobreza de espíritu y su anhelo sincero por remediarlo (faqir) es el primer paso que se da para ser un discípulo o aspirante (murid). Nunca se deja de ser faqir o murid, es una perspectiva que no se pierde. La devoción y total obediencia hacia el maestro o sháij,  es un pilar fundamental, que no debe derivar ni confundirse con el culto a su personalidad, pues se considera idolatría. El sháij no es un gurú ni un boddhisattva. Es siempre Allah el que dirige el camino del discípulo, y es de Él del que emana la bendición o gracia (baraka). Es importante resaltar que existen gran variedad de escuelas sufíes (tariqu) en torno a sus propios maestros, y no existe ningún tipo de rivalidad entre ellas. Hay una gran permeabilidad, un discípulo puede ser iniciado en más de una y no es extraño visitar las asambleas de otras.

Un poco de su historia y sus maestros

Cuadro de texto: EL OJO CRITICO</p><br /><br /><br />
<p>Durante los dos primeros siglos después de la fundación del Islam, conocidos por los problemas de sucesión del Profeta y que hicieron surgir sus principales ramas (Sunismo, Chiísmo y Jariyismo), el sufismo no estaba todavía articulado, aunque sí existían indicios bastante obvios como las prácticas que realizaban algunos fieles donde dominaban la ascesis, la oración vehemente y la reunión de estos fieles en monasterios (ribat). Fueron unos siglos donde las convulsiones políticas y la forja de un nuevo imperio, provocaron que la esencia fundamental del Islam fuera cuestionada, procurando mantenerla lo más fiel a las palabras del Profeta. Todo esto generó una serie de movimientos que vigorizaban los valores espirituales de la revelación, de la iluminación. De esa inquietud espiritual por salvaguardar la primigenia pureza del Islam, se alzaron los primeros maestros sufíes. De todas formas es importante señalar que la mayoría de las escuelas sufíes actuales, incluyen en sus cadenas de maestros (silsilah), al propio Profeta, compañeros/discípulos suyos o musulmanes de la época célebres por su piedad como Hassan de Basora, que es estimado como el primer maestro sufí. Y es esa ciudad, Basora, perteneciente a la actual Iraq, la considerada cuna del sufismo.

Allí en el s.VII d. C. nació Rabia Basri (713-801), una de los primeros místicos sufíes. Ella fue la responsable de introducir el concepto del Amor cósmico y Sinceridad en el sufismo como verdaderos motores en la búsqueda  espiritual, relegando a un segundo plano la ascesis. Unos años después, el fundador de la escuela de Filosofía Islámica de Bagdad, Harith al-Muhasibi (781-857), inyectó en la meditación (fikr) el menester de la auto-observación interior y el examen de los propios actos y pensamientos. Gran parte de los maestros sufíes eran eruditos e intelectuales, pues de la diferenciación de las ciencias islámicas surgiría el propio sufismo. Y pronto empezaron a desarrollar su propia teología, cosmovisión e interpretación de los textos Coránicos. Aunque todavía no habían sido escritas obras específicas de sufismo, las ramas del árbol comenzaron a bifurcarse y propagarse a otras zonas como la actual Irán, surgiendo otros movimientos en su mismo seno.

Al-Hallaj, “el cardador de las conciencias” (850-922), de origen persa, fue uno de los grandes místicos del sufismo y primer mártir. Su importancia ha superado incluso la barrera religiosa llegando a influir en el pensamiento occidental. Era un musulmán devoto (tres veces peregrinó a La Meca), predicador sin freno durante sus abundantes viajes y de gran popularidad. También eran grandes sus enemigos. Planteaba de manera pública una enseñanza que en esos momentos los sufíes solo exponían privadamente en su círculo de iniciados: la finalidad última para todo musulmán es unirse a Allah. Al expresar su propia experiencia mística de unión con Dios, lo hizo con las palabras ana’l Haqq, “yo soy la Verdad (Dios)”, lo que fue considerado una blasfemia y horrible herejía que, tras más de nueve años de encarcelamiento, determinó su muerte por descuartizamiento en Bagdad. A partir de entonces el sufismo fue considerado peligroso incluso subversivo, lo que motivó su lógico ocultamiento.

El sufismo, que siempre enfatizó cierto libre albedrío y una interpretación más espiritual y profunda del Corán, chocó frontalmente con la ortodoxia imperante del momento. Muchos maestros sufíes fueron considerados una amenaza, un peligro para la verdadera Fe: herejes, infieles, panteístas. Esta “enemistad” comenzó a mitigarse con el maestro Algazel (1058-111), jurista, teólogo, filósofo y místico. Algazel o al-Ghazali, acercó ambas posiciones haciendo mutua la comprensión y respeto, legitimando el sufismo como ciencia islámica y como parte del legado profético en su obra Revivificación de las Ciencias del Islam. Es conocido también por la crítica teológica que realizó a la metafísica de sus contemporáneos Avicena o al-Farabí: La Incoherencia de los filósofos (Tahāfut al-Falāsifa), que un siglo después fue replicada brillantemente por el filósofo cordobés Averroes en su La incoherencia de la incoherencia (Tahāfut al-Tahāfut). Y permaneciendo en el mismo siglo XII y en la península ibérica, es obligatorio referirnos a uno de los más grandes maestros sufíes: Ibn Arabí (1165-1240).

Ibn Arabí, filósofo, poeta, místico y viajero, nació en Murcia aunque pronto se trasladó con toda su familia a Sevilla. Se le considera el Vivificador de la Religión (Muhyi al-Din) y Doctor Máximo (al-Shéij al-Akbar). Sintetizó ideas que también aparecen en la Cábala judía sobre el “hombre perfecto” (al-insan al-kamil) y el Dios escondido. Volver a los orígenes del hombre es para el místico andalusí realizar la reintegración con Dios. De hecho, su gran aporte básico para el sufismo fue el wahdat al-wujud. Aplicó una interpretación gnóstico-sapiencial de la shariah, destacando la Unicidad Absoluta de Dios, y una separación radical entre Él y su creación, lo que impide llegar a conocer su Esencia mediante un conocimiento racional. No obstante, a pesar de este cisma Creador-Creación, el Mundo no deja de ser una expresión de los diferentes Nombres y Atributos de Allah, y a través de ellos, de su desvelamiento, se llega hasta Él. Ibn Arabí no fue una excepción en Al-Andalus, maestros como Abenalarif, Abu Madyan o al-Shustari entre otros, fueron la muestra de lo que llegó a arraigar el sufismo en la península ibérica. Muchos de ellos, a causa de la Reconquista cristiana, tuvieron que emigrar a Oriente.  Durante estos siglos (XII-XIII) el sufismo llegó a su clímax, su máxima evolución y afianzamiento en la forma que conocemos en la actualidad. La aceptación general (aunque con reservas) de la mística como una vía lícita de profundización en el Islam, llevó a la consolidación de escuelas o cofradías (turuq). El sufismo se estructuró a través de ellas, creándose unos métodos de enseñanza, prácticas y espe-cializaciones que se fueron perfilando a través del maestro de la cofradía o tariqa y sus discípulos, otorgándoles rasgos propios a cada una de ellas. Los maestros formaron discípulos y estos discípulos a su vez tuvieron otros, formándose una cadena (silsilah) de transmisión de la tradición espiritual per-fectamente documentada, que se suele remontar hasta el mismo Profeta, representación del “hombre perfecto” de Ibn Arabí. Estas cofradías tuvieron (y tienen) diversos nombres, respondiendo al nombre o apelativo del maestro más destacado de su pasado, la mayoría de las ocasiones el fundador; y sus miembros, viven como cualquier otro musulmán, trabajan, tienen familia, se reunen con su maestro en la tariqa para realizar las prácticas de su orden, recibir enseñanzas, etc.

Una de las turuq más conocidas en Occidente es la fundada por los discípulos del maestro Rumi (1207-1273): la orden de los mewlewíes. Rumi es otra de las figuras indispensables dentro del sufismo, aunque su importancia abarca todo el Islam llegando a sobrepasarlo y alcanzar el mundo occidental. El pensamiento de Rumi, como el de todo místico sufí, se centra en la Unión con el Amado, la Unidad con Allah (tawid). La música, la poesía y la danza, eran concebidos por el poeta persa como un impulso y alianza que permiten al devoto concentrar su ser entero en la divinidad. La danza sagrada de los derviches, tiene su origen en este axioma de Rumi: es un ritual (sama) en forma de dhirk en el que se representa la evolución del espíritu (baile girando sobre uno mismo) ascendiendo, vaciándose de su ego (nafs) por medio del Amor hasta llegar a Allah. Es un viaje espiritual del que cuando el adepto regresa, logra un mayor conocimiento para estar al servicio de la creación entera sin prejuicios de razas, naciones, etc. Se aprende a amar sin condiciones porque toda la creación es emanación de Dios, y amarla es amar a Allah. El punto geográfico de su nacimiento fue Konya, en el centro de Anatolia.

La escuela mewlewí, como otras cofradías musulmanas, fue prohibida en Turquía en 1923 por Kemal Atartük, que secularizó el país, incluso reemplazó la sharia por códigos civiles, penales y comerciales laicos de origen europeo. Pero a causa de que la danza en sí misma atraía una gran afluencia de público en las zonas donde no estaba totalmente abolida, a partir de los años cincuenta se transformó en un espectáculo folklórico-turístico que poco tiene que ver ya con su finalidad original.

Las escuelas, en general, y con el paso de los siglos, se hicieron muy populares y muy importantes en la expansión de la Fe en los márgenes del Islam (África, India, Asia Central, Sudeste asiático) pero movimientos mucho más conservadores como el wahhabismo (rama del sunismo mayoritario en Arabia Saudí), continuaron atacándolos. A pesar de ello, la importancia de las escuelas siguió creciendo, logrando que su papel en cambios políticos y sociales de distintas regiones del mundo islámico, fuera imprescindible. El sufismo ha servido de puente de unión entre distintas tendencias (suníes y chiíes), permitiendo la circulación de influencias mutuas a través de él y a su vez, asumir diversos elementos de sus escatologías y doctrinas.

Presente y futuro

El Islam, en términos generales, tiene mala fama en Occidente. Injustificada como toda intención que pretenda envolver una realidad de más de mil millones de personas y catorce siglos de historia en dos o tres banalidades. El sufismo quizás sea el rostro más amable para el occidental medio, porque muchos de sus conceptos nos quieren sonar a budismo, hinduismo… no nos resultan tan ajenos. No debemos olvidar que el sufismo fue descubierto en Europa tardíamente, periodo finisecular (s. XIX) y que recaló a nivel popular sobre todo por una vía que no era precisamente conocida por respetar la naturaleza original de las creencias y religiones que solía divulgar: la Sociedad Teosófica. Inmediatamente separó Islam y Sufismo, y adulteró sus preceptos al estilo que Vivekananda había usado ya con la escuela Vedanta del hinduismo, y que tanto éxito le habían hecho cosechar.

Resumiendo, el sufismo es puro Islam, es su médula y no puede descontextualizarse. Por ello, en la actualidad goza de buena salud, aunque en algunas zonas donde el Islam es más reaccionario, siga considerándose una rama del árbol a la que vigilar estrechamente o incluso podar (Irán, Arabia Saudí). La vocación del sufismo es, como hemos dicho, universal, y probablemente sea el futuro de su propia religión.

                        Beatriz Erlanz

 

www.tabulaesmeraldina.blogspot.com

 

Puedes descargarte EOC nº 68 en: http://www.dimensionlimite.com/eoc/EOC_68.pdf

 

 

Displaying 2 Comments
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  1. Mili Mirabal dice:

    El sufismo fue una doctrina mística del Islam hasta que Mahoma puso fin a su devocion formada por monjes pobres y mendicantes. Tuvo su origen en el siglo VII, fecha de la fundación del Islam por el Profeta, en la región de Kufa(Irak)y se desarrolló al margen de la legalidad chiita y sunnita en multiples ordenes y confraternidades. Los rituales y las meditaciones las celebraban en templos apartados y viejo conventos ya deshechados para no llamar la atención. Zoroastro, quien perteneció al siglo V, sufrió penalidades por ser sufí. Omar Kayyam, Rumi y otros celebres poetas misticos de la antigüedad, tenian que ocultarse para celebrar los rituales. Los derviches (del persa davis)eran frailes pobres miembros de la cofradía musulmana que practiban un baile circular y según ellos, para adquir energia espiritual, mistica y física.

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