EGOS, PLAGIOS Y LEYENDAS POPULARES: EL CASO FRIAS/SÁNCHEZ BRACHO
Publicado en EOC nº 89/90
Algunos investigadores de este poco aseado mundo del misterio consideran que no deben citar las fuentes que emplean para confeccionar sus investigaciones. Para ello argumentan diferentes motivos, pero todos son absurdos.
Llevo tres años haciendo talleres de investigación y todos los que han sido alumnos míos saben la importancia que le doy a las referencias bibliográficas, es decir, a citar correcta y metódicamente las fuentes utilizadas en un trabajo de investigación, sobre todo cuando se incluyen textos literales —evidentemente, de esto se libran las fuentes directas orales, como los testigos, ya que no pueden ser contrastadas ni consultadas. Y para explicar por qué me parece importante esto os voy a contar un caso paradigmático. Prestad atención, por favor.
Año 2012. Me encuentro inmerso en mi investigación sobre Rennes-le-Château. Después de haber leído todos los libros publicados en castellano sobre el tema (y algunos en francés e inglés), me centro en las obras centrales de la mentira que ideó Pierre Plantard para construir este mito. Un punto clave fue El oro de Rennes, escrito a medias por Plantard y Gérard de Sède —esto de «a medias» habría que matizarlo, pero no es el sitio ni el momento— en 1967. En esa obra se citaban TRES de los libretos que, años después, se conocerían con el nombre genérico de Dossiers Secrets. Es curioso porque esos libretos (siete en total) se habían ido depositando en la Biblioteca Nacional De Francia desde 1964. Es decir, en 1967, los siete estaban disponibles. Pero en El oro de Rennes solo se mencionan (en la bibliografía) tres de ellos, precisamente los que relacionan el hallazgo de Saunière con los merovingios… que es lo pretendían insinuar en este libro. Esto me pareció sorprendente. ¿Por qué no se citaban los otros cuatro? Es más, uno de los que no citaron, Los Dossiers Secrets De Henri Lobineau, era de una importancia extraordinaria, porque es donde se narra la historia del falso Priorato de Sion y la lista de grandes maestres. Si De Sède tenía esa información en 1967, ¿por qué no la utilizó? Sencillo: cosas de Pierre Plantard. Se estaba guardando la info para luego. ¿Para cuándo? Veamos.
Unos años después entra en acción Henry Lincoln. Tras leer El oro de Rennes, comienza a investigar esta historia, realiza un par de documentales y, finalmente, entra en contacto con Plantard, hacia 1976. Fue entonces cuando el gran manipulador le entregó a este hombre el resto de los Dossiers —recuerden, llevaban más de una década en Biblioteca Nacional Francesa sin que nadie lo supiese—. Lincoln flipó y junto a Michael Baigent y Richard Leigh, utilizó esa nueva información para construir El Enigma Sagrado, que se publicó en 1982. ¿A dónde quiero ir con todo esto? A que, gracias a que pude comprobar las fuentes que De Sède utilizó, pude descubrir un rasgo increíble de Plantard: tuvo la paciencia de esperar diez años para sacar a la luz la parte más maravillosa de su mentira, y esperó hasta que encontró la persona idónea para colársela. Eso dice mucho de él. Tenía una paciencia infinita y, además, no buscaba un lucro instantáneo. Jugaba a largo plazo.
Repito, ese rasgo, importantísimo para entender este affaire, lo descubrí gracias a que De Sède y Plantard incluyeron una bibliografía en El Oro de Rennes.
De ahí la importancia de las fuentes. Citarlas permite que otros investigadores puedan cotejar si lo que se dice en una obra de investigación es cierto y rastrear el origen de una afirmación.
Por este motivo me sorprende que haya supuestos investigadores que afirmen, orgullosos, no poner bibliografías en sus libros porque no le sale de los … y porque, literalmente, «detestan la bibliografías». ALUCINANTE. ¿Cómo se pueden detestar la bibliografías? ¿Cómo se le puede negar al lector el derecho a consultar las fuentes que ha empleado el autor de una obra para confeccionar su investigación? ¿Cómo se le puede negar a otros compañeros el derecho a revisar y contrastar el contenido de un libro comparándolo con sus fuentes?
Todo esto viene a colación de algo sorprendente que me ha pasado no hace mucho y que, para mí, es un claro ejemplo de uno de los males que enferman a este mundo del misterio y las anomalías que tanto amo.
Les pongo en antecedentes: hace unos meses compartí una publicación de un historiador de Estepona, Manuel Sánchez Bracho, en la que acusaba de plagio al señor José Manuel Frías, un relativamente conocido autor malagueño, que vivió tiempos mejores en este mundillo, pero que ahora se dedica a vender rutas del misterio y a cantar bachata. La publicación es esta: https://www.facebook.com/photo.php?fbid=10213113667668078&set=a.2932998375781&type=3&theater
“Este señor afirmaba que Frías, en su obra Málaga insólita, en la parte dedicada a Estepona, había copiado las leyendas que él había recogido unos años antes en su libro Relatos y leyendas de Xeb-Alhamar, y que lo había hecho «en el mismo orden que en mi libro y además párrafo por párrafo solo cambiando palabras, por ejemplo viejo por anciano… vecino por lugareño… década de los treinta por los años treinta… bajó a la playa por fue a la playa y así sucesivamente».
Sánchez Bracho también decía que iba a denunciar «a este personaje [Frías] emprendiendo acciones legales contra él por delito contra la Propiedad Intelectual porque es una indignidad el copiar un libro integro de otro autor y no indicar ni tan siquiera su nombre». No lo ha hecho, creo, pero eso no es cosa mía.
Como podéis comprobar, aquella publicación la compartieron 130 personas, pero, sorprendentemente, al señor Frías lo que más le jodió fue que la compartiese yo. No sé si tomarme esto bien o mal. Imagino que será porque me tiene respeto, o porque me odia especialmente. Da lo mismo. El caso es que el señor Frías publicó varios posts dándome caña. Curioso, porque desde un primer momento he hablado por privado con Frías sobre este asunto. Y lo hemos hecho durante semanas. Le prometí a Frías que iba a comprobar si era verdad o no que había plagiado a este señor, no sin antes dejarle claro que plagio no es SOLO COPIAR LITERALMENTE, sino también LA APROPIACIÓN DE IDEAS Y TRABAJOS SIN CITAR. Le reconocí que me había precipitado compartiendo el post de denuncia del supuesto plagiado sin antes comprobarlo. Y lo sigo reconociendo. Me pudo el ímpetu y la firme convicción de que no me extrañaría nada que el divulgador malagueño se apropiase del trabajo de otros para sacar sus libros, sin mencionarlo, claro. Habría que discutir si sto es plagio o no, pero ya había hecho antes algunas cosas así… pero ese es otro berenjenal en el que, por ahora, no me quiero meter. Me comprometí con Frías en que, una vez analizase el tema, publicaría mis conclusiones al respecto. Es cierto que en privado le comenté en varias ocasiones que lo tendría en breve, pero no ha sido así. ¿Los motivos? Muchos, pero los principales es que he estado muy ocupado con mi nuevo libro, he tenido importantes problemas familiares, he estado de vacaciones y, sobre todo, no le he dado demasiada importancia al tema, la verdad. Además, siendo sincero, lo quise dejar pasar para no publicar esto que, sin duda, dejará en evidencia a este señor… Pero su insistencia en atacarme en su muro y hablar por las esquinas sobre mí me ha obligado. Y ahora, mis conclusiones:
1.En primer lugar, es evidente que Frías empleó el libro de Sánchez Bracho sin citarlo en ningún momento, según dice altanero, porque no le gusta citar fuentes (con un par), y porque se trata de leyendas populares, que, decía, pueden contener escenas similares. Y es evidente por varias cosas:
A.Sigue exactamente el mismo orden en la secuencia de leyendas. Claro indicio de que ha empleado esta obra, al menos, como estructura: el nacimiento de la adelfa roja, la punta de la plata, las cuevas del duende, la punta de la doncella, el colmenero, el pasadizo del amor, el tesoro escrito [aquí va la leyenda del torreón de la bruja, que Frías coloca en último lugar], la loma del terrible, el tesoro de los marineros, la garganta del infierno, la cabezada del miedo, la casa de los espantos [aquí van la leyenda de El Cristo de la vera cruz y el Zagalete, que coloca Frías después de la del Cerro de la Mora]. Es decir, de las 16 leyendas, 12 están en el mismo orden. Exactamente. Solo 4 están cambiadas de orden, y muy levemente. Pero todas, absolutamente todas, están en el libro de Sánchez Bravo. Es más, Frías no introduce ninguna otra procedente de otra fuente Se ve que no hay más leyendas en Estepona…
B. La estructura de cada leyenda es exactamente igual. Y cuando digo exactamente no exagero.
C. En numerosísimas ocasiones, Frías traslitera frases de la obra de Sánchez Bravo. Hay cientos de ejemplos. Por ejemplo:
(Sánchez Bravo) “Bailaron y hablaron durante toda la noche”/ (Frías) “Bailaron muy abrazados durante toda la noche”; “Lo que si podemos nosotros afirmar es que el agua en dicho punto tiene un color plateado”/ aún a día de hoy podemos verificar que sus agua son de un leve tono plateado” (en este caso, ambas frases aparecen al final de la leyenda, justo antes de la siguiente); “Le habían prometido en matrimonio al hijo de una familia acomodada al que ni siquiera conocía”/”La obligaron a abandonar a su amado para contraer matrimonio con un chico de familia adinerada al que ni tan siquiera conocía”; “Entonces él vio cómo en el dedo de su amada en lugar de estar el anillo de desposada, brillaba el que él le había regalado”/ “Descubrió que el anillo que llevaba puesto era el que él le había regalado”.
“Nunca habían probado otra [miel] tan exquisita”/ “una miel como nunca habían probado”.
“Observó que era seguido por un perro pequeño de color negro y de aspecto travieso y juguetón”/ “Se cruzó con un perro de pequeño tamaño y de color negro, que siendo nervioso y juguetón”.
“Existe en Sierra Bermeja, en la vertiente sur de los Reales, entre la “Cruzá” de los caminos y la cañada de Abrón, una cañada con una pendiente enorme que se conoce con el nombre de Garganta del Infierno” / “Existe en Estepona una cañada con una pendiente enorme conocida como “garganta del infierno”. Se encuentra en Sierra Bermeja, en la vertiente sur de los Reales, entre la “Cruzá” de los Caminos y la cañada de Abrón”.
“Un grupo de contrabandistas se dirigían desde Gibraltar hasta Málaga buscando el camino”/ “Un grupo de contrabandistas se dirigían desde Gibraltar a Málaga, buscando algún camino…”
Así [la cabezada del miedo] se conoce a un lugar que fue de paso obligado para quienes atravesaron nuestra sierra para ir de un lado a otra. Era sitio de parada obligada ya que el agua era abundante y se encontraba junto al camino de herradura que iba desde Estepona a todos los pueblos del interior de Sierra Bermeja. Situado al sur de los Almárgenes, entre la cancha de Toleo y el Paso de Laurel, cerca de la fuente de Abrón que al subir a Peñas Blancas podemos encontrar” / Situado al sur de los Almérgnes, entre la cancha de Toleo y el Paso de Laurel, cerca de la fuente de Abrón y Peñas Blancas, encontramos el paraje conocido por la “cabezada del miedo”. Antes era un lugar de paso obligado para viajar de un pueblo a otro”.
[Nótese aquí como Sánchez Bravo se equivocó al decir “el Paso del laurel”, que es como se llama, y puso “el Paso de Laurel”. Frías, sorprendentemente, comete el mismo error]
“Pues bien, a este Cristo encontrado le hicieron una capilla que se construyó con la madera de los mismos árboles que se tuvieron que talar para dejar libre el terreno donde iba a levantarse la edificación. Más tarde la madera se transformaría en mampostería” /“Decidieron hacer una capilla para la imagen, construcción que se hizo con la madera de los árboles que se talaron para dejar espacio al inmueble. Más adelante la madera se transformó en mampostería”.
Ojo, de aquí he omitido muchas otras frases que son igual de parecidas que estas y que aparecen en el mismo sitio en ambas obras…
2. Dicho todo esto, retomemos la denuncia de Sánchez Bracho: decía que el señor Frías copió sus leyendas “en el mismo orden que en mi libro y además párrafo por párrafo solo cambiando palabras, por ejemplo, viejo por anciano… vecino por lugareño… década de los treinta por los años treinta… bajó a la playa por fue a la playa y así sucesivamente”. Esto ha quedado claro que es evidente.
¿Qué no ha copiado el señor Frías todo literalmente?, JODER, FALTARÍA MÁS. Así pues, ¿ES ESTO PLAGIO? Evidentemente, no es plagio literal porque no lo ha copiado todo, FALTARÍA MÁS, REPITO, pero creo que no queda la más mínima duda de que el divulgador José Manuel Frías se ha ventilado el libro de Sánchez Bracho a saco, sin citar, y encima sin reconocer ni siquiera en un primer momento haberlo leído.
Repito, no quería haber publicado esto, pero el empecinamiento del señor Frías hacia mi persona me ha obligado. Lo cortés no quita lo valiente.
Lo curioso es que, durante nuestras conversaciones, públicas y privadas, el señor Frías me reconoció, y reconoció públicamente, que estaba en contra de citar fuentes y de aportar bibliografías porque, ojo, consideraba que hacerlo era una forma de apropiarse de algo que no era suyo. El mundo al revés. Hubiese sido muy fácil explicar, simplemente, que sí, que usó el libro del historiador de Estepona para confeccionar su texto. Y tan tranquilos, pero no. Frías prefirió enrocarse y enarbolar por bandera una supuesta cruzadas contra las bibliografías, pasando por completo de citar fuentes y de permitir que lo que afirmemos sea falsable (es decir, refutable y comprobable).
Ojo, no es el único. No os podéis ni imaginar la cantidad de afirmaciones de este tipo, sin fuentes y sin evidencia alguna, que se vierten en este mundo del misterio. Y, lo que es peor, lo que cuesta desmontarlas luego…
En este caso, todo ha quedado claro por culpa del inflacionado ego del señor Frías, que en vez de esconderse y pasar del tema, prefirió retarme a que demostrase lo que todos presumíamos evidente, que había plagiado aquel libro. Sirva esto de ejemplo tanto para otros investigadores como, especialmente, para los lectores y aficionados a estos temas. Hay mucho manipulador, mentiroso y ladrón de ideas y trabajos suelto. Cuidado con ellos. Continuará…
Oscar Fábrega Calahorro