Published On: Sab, dic 14th, 2013

PORFIRIA: VAMPIROS Y MEDICINA

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Publicado en EOC nº 38

vampire

Si alguien se atreviera a afirmar que a raíz de los atentados terroristas sufridos el pasado 11 de septiembre en los Estados Unidos están apareciendo algunos casos de vampirismo, en pleno s. XXI, se le tildaría de enajenado mental. Pero si volviéramos la vista dos siglos atrás y examinásemos las conclusiones y resultados de aquellos estudios médicos que diferentes e insignes patólogos y epidemiólogos de la época realizaron sobre aquellas patologías sufridas por supuestos vampiros, quizá no nos pareciera tan descabellada tal hipótesis. Me refiero a los síntomas que puedan padecer aquellos afectados por el contagio del terrible Ántrax.

Diferentes teorías han tratado de dar una explicación patológica a toda esa serie de muertes y desdichas que en la primera mitad del s. XVIII conmocionaron buena parte de los núcleos rurales de centroeuropa y que fueron achacadas al ataque de Vampiros. En este sentido habría que destacar la labor del Dr. Christian Reiter, patólogo del Instituto de Medicina Forense de Viena, el cual motiva estas muertes y enfermedades no al ataque de vampiros, sino al Bacillus Anthracis (más conocido como Ántrax) y que fue descubierto justamente en 1849. Este bacilo carbuncoso lo podemos encontrar tanto en el ganado lanar como en el vacuno, siendo muy contagioso y virulento para el hombre. La hambruna de la época obligó a buena parte de la población a consumir durante el frío invierno los cadáveres del ganado que, sin lugar a dudas, estaba infectado por este contagioso bacilo; lo que dio lugar a que la enfermedad se propagase de forma endémica.

Los síntomas derivados por el contagio del Ántrax son idénticos a los que el vulgo de mediados del s. XVIII atribuía al ataque de un vampiro: fiebre altísima, convulsiones, trastornos cardio-respiratorios, sed desmesurada, etc. El problema se agudiza cuando la enfermedad se hace crítica, es decir, cuando llega a los pulmones para causar posteriormente la muerte del afectado. El propio Reiter atribuye a esta falta de oxígeno y asfixia aquellas alucinaciones en las que la víctima de esta fatal enfermedad llegaba a creer que un vampiro le estaba estrangulando. Utilizando esta hipótesis, y en honor a la verdad, resulta extraordinariamente significativo que los diferentes médicos y epidemiólogos que analizaron este tipo de patología en multitud de cadáveres de aquella época no se vieran afectados ni sufriesen contagio alguno por el virulento y contagioso Bacillus Anthracis.

También resulta muy interesante la explicación de otro médico húngaro, el Dr. George Tallar, quien en el año 1784 ofreció una de las explicaciones más lógicas y racionales sobre la patología que padecían los supuestamente atacados por vampiros. No se debía, ni más ni menos, que al estricto ayuno que la Iglesia Ortodoxa impuso en aquella época, es decir, a una profunda anemia, cuyos síntomas todos conocemos y que en aquella época podían ser fácilmente atribuibles al ataque de los vampiros.

Hace unos años, pudimos seguir una excelente conferencia, en los Cursos de Verano de El Escorial, en los que el Dr. Pedro Gargantilla ofreció unas interesantes respuestas médicas al fenómeno del vampirismo. Según el Dr. Gargantilla, las explicaciones a este fenómeno serían tres, la esquizofrenia, la rabia y la porfiria.

La esquizofrenia es un extraño mal que afecta al 1% de la población, en concreto, en los casos de esquizofrenia residual y paranoide se producen extrañas conductas en la persona que lo padece; además, una característica muy común en la patología de estos casos de esquizofrenia es que los enfermos sientan temor y aversión a ver reflejada su propia imagen en un espejo o al agua (probablemente de ahí provenga la leyenda que ésta sea una forma de ahuyentar a los vampiros).

Otra de las explicaciones más plausibles sería la rabia, la que tendría, según el Dr. Gargantilla, más características comunes con los casos y sintomatología del vampirismo. La rabia afecta tanto a animales como a humanos y el virus se contagia, únicamente, por un simple mordisco, a través de la saliva. Sus características principales son agresividad, trastornos del sueño (duermen durante el día y salen por la noche) e hiperactividad sexual. En contra de esta última explicación habría que decir que, si bien las mayores epidemias de rabia se produjeron con el apogeo del vampirismo, s. XVI y s. XVII, curiosamente no existe ningún testimonio de la época en el que se constate que estos enfermos hayan sido mordidos, circunstancia esta última indispensable para contraer la rabia.

PORFIRIA O EL “MAL DE LOS VAMPIROS”porfiria2
En mi humilde criterio, creo que esta enfermedad es la que mejor encaja y explica todas las características que reúnen los casos de vampirismo. Las porfirias son debidas a errores de nuestro organismo a la hora de metabolizar las porfirinas. Es una enfermedad producida por un mal funcionamiento de un componente (una proteína) de la hemoglobina denominado Hem. Esta substancia es la responsable del oxigenamiento del resto de células de nuestro organismo y, por lo tanto, juega un papel esencial en la vida de los glóbulos rojos. Es un componente ferropático, por lo cual, es en la médula ósea y en el hígado donde se produce su biosíntesis, por lo que ciertos trastornos hepáticos pueden conducir a contraer esta enfermedad. Se trata de una enfermedad descubierta muy recientemente, es hereditaria y de muy difícil y complicado diagnóstico, ya que los primeros estudios que se realizaron sobre ella se sitúan a finales del s. XIX.

Hoy en día, existen hasta ocho variedades conocidas de la porfiria, pero resumiremos sus síntomas para no marear con terminología médica a los lectores. La más conocida es la Porfiria Congénita de Günther (también conocida como Uroporfiria Eritropoyética). Fue la primera conocida y publicada en 1874 por el Dr. Günther, basándose en el estudio y análisis de los síntomas que padecía un paciente, de nombre Petry, y que falleció por esta “rara” enfermedad en 1929. Se estima que en la actualidad se han detectado unos 100 ó 200 casos de esta extraña enfermedad, de los cuales 10 de ellos se han dado en nuestro país.

- Trastornos y sintomatología de las porfirias:
Curiosamente la primera manifestación de una crisis porfírica aparece en el período de lactancia, cuando el bebé mancha los pañales con orina rojiza o se muestra especialmente inquieto ante su exposición a la luz del sol, aunque sea a través de cristales, es decir, estamos hablando de fotosensibilidad.
Con el paso del tiempo, esta manifestación puede llegar a ser extremadamente grave; debido a la acumulación de las porfirinas en la piel, la simple exposición a la luz solar provoca gravísimas y muy dolorosas quemaduras por la oxidación de los tejidos, tal y como si fuese ésta literalmente abrasada (ni que decir tiene de dónde puede provenir la leyenda de que la exposición solar puede matar a los vampiros). Los dedos, los cartílagos nasales y auriculares son, con el paso del tiempo amputados, al igual que desaparecen los labios. Las encías se encogen dejando de manifiesto una despigmentación de los dientes, que se vuelven rojizos, y muy afilados, entre los que destacan unos afiladísimos colmillos.

La porfiria llega a producir ciertas crisis neurológicas que pueden conllevar a padecer alucinaciones, trastornos de la personalidad, parálisis en las extremidades y en los músculos respiratorios, provocando, finalmente, la muerte. Por todo ello, no resulta sorprendente que los enfermos de porfiria vistan habitualmente con ropas negras, sombreros de ala ancha, guantes, gafas oscuras, cuellos y solapas alzadas y eviten sobremanera el exponerse a la luz solar, lo que nos recuerda las descripciones más clásicas de un vampiro.

Otra sintomatología de esta enfermedad es el hirsutismo y la hipertricosis facial. Debido a la fotosensibilidad del paciente, el organismo, para protegerse de la luz solar, provoca el crecimiento de vello en lugares tan inverosímiles y tan sorprendentes como las palmas de las manos, la yema de los dedos, nariz y orejas. Ahora imaginemos el aspecto de un enfermo de porfiria, saliendo en plena noche, en pequeños núcleos rurales de centroeuropa en los siglos XV, XVI y XVII y que éste se encontrase con un paisano……. El susto de muerte estaba garantizado.

Hagamos ahora un pequeño e interesante inciso para recordar la fisonomía, por excelencia, de un supuesto vampiro. Me quiero referir a la descripción que realiza del mismo Jonathan Harker, en la más famosísima novela que se ha escrito sobre esta temática: Drácula (Abraham Stoker-1897): “……Ante mí se hallaba un caballero anciano, recién afeitado excepto su bigote blanquecino, ataviado de negro de pies a cabeza, sin la menor sombra de color en parte alguna……Sus orejas eran pálidas, terminando en punta por arriba……las espesas cejas se juntaban casi encima de la nariz, y sus pelos daban la impresión de enmarcarla, tan largos y espesos eran……La boca tenía una expresión cruel, y los dientes eran extraordinariamente puntiagudos, avanzando de manera muy prominente sobre los labios…… Sus manos eran muy groseras, anchas, con dedos cortos y gruesos. Y por muy extraño que parezca, el centro de las palmas estaba cubierto de vello…… Su semblante producía la sensación de una palidez sorprendente. Las similitudes entre la impresionante descripción que Jonathan Harker realiza sobre la anatomía del famoso Conde y el aspecto físico que muestran los enfermos de porfiria creo que resultan más que evidentes. Sin embargo y si, efectivamente, Bram Stoker se basó en la bibliografía y documentación histórica referente al Voivoda valaco Vlad III. (más conocido como Vlad Tepes- el empalador-), como protagonista de su celebérrima novela, hay que decir que, en honor a la verdad, no hizo justicia alguna con la fisonomía verdadera del temido Vlad, tal y como queda demostrado en los grabados de la época.

Recordemos que B. Stoker nunca viajó al territorio de los Valcanes para ambientarse a la hora de escribir su novela, sino que su obra se basa en los manuscritos y datos suministrados por su amigo Armenius, quien descubrió en Budapest dos manuscritos en los que los turcos daban testimonio de las atrocidades que cometió el cruento príncipe Valaco. De hecho, la obra de Stoker nunca a despertado simpatías entre el pueblo rumano, ya que trasformó en vampiro a este personaje, considerado por los rumanos como héroe nacional por su lucha contra la ocupación del imperio otomano. Históricamente queda demostrado que Vlad III fue un sádico, pero jamás se le podrá encuadrar como un vampiro.

Recordemos la llamativa coincidencia de la fecha en la que Stoker publicó su nóvela (1897) y en la que el Dr. Gunther expuso sus novedosas teorías e investigaciones sobre el “mal de los vampiros”, la porfiria (1874). En efecto, lo que Bram Stoker nos quiso describir por boca de Jonathan Harker era el aspecto de un ser muy similar a éste, ni más ni menos que un enfermo de porfiria.

-Tratamiento médico de la porfiria:porfiria5
Actualmente, al tratarse de una enfermedad hereditaria, es incurable, de difícil tratamiento y muy complicado diagnóstico, puesto que una simple apendicitis puede confundirse con ciertos síntomas de la porfiria. Hoy en día, se administra un complejo de Hematina para evitar el déficit de la coenzima Hem. Con transfusiones generosas de sangre también se ha comprobado la efectividad de las mismas como remedio a esta enfermedad, así como seguir una dieta rica en hidratos de carbono. Pero, en la actualidad, lo único que se ha conseguido con estos tratamientos es aliviar sus síntomas.

En la Edad Media, la administración de la Hematina era imposible, por lo que se decidía poner cura a este desconocido mal utilizando remedios tradicionales, es decir, bebiendo la sangre de diversos animales pero, obviamente, en el momento en que la sangre es administrada por vía oral y digerida, pierde totalmente todas sus proteínas, por lo que, se supone, se optó por probar suerte con otro tipo de sangre…, la sangre humana (esto es solamente una hipótesis). Debemos recordar que un remedio muy común en aquella época, ante cualquier tipo de enfermedad, era recetar la ingestión de sangre animal, al igual que realizar todo tipo de sangrías con el fin depurativo de la sangre del enfermo.

- El ajo como remedio contra los vampiros:
Partiendo de la base que el supuesto vampiro padezca este tipo de enfermedad, existe una explicación perfectamente lógica del por qué de su aversión al ajo. Resulta que uno de los principales componentes del ajo, el Dialkilsulfito (un elemento muy volátil), es un potente destructor del grupo Hem, por lo que no sólo con la ingestión del mismo, sino con la simple aspiración del ajo por parte del enfermo, le provoca un agravamiento de su enfermedad, causándole terribles dolores abdominales y acentuando aún más su crisis porfírica. Sería cometer la misma barbaridad que si a un diabético le diéramos una buena cucharada de azúcar.

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CASOS REALES Y POSIBLES EXPLICACIONES
La investigadora portorriqueña Luz Guzmán me puso en contacto con una chica, de igual nacionalidad, que afirmaba que había convivido durante una temporada con un vampiro. Este es su relato:

Hace unos años conocí a un chico con el que empecé a salir. Era muy agradable y considerado. Después de coger confianza, él me confesó que practicaba el vampirismo, a lo que yo no le di mucha importancia. También se autoinfligía pequeñas heridas para poder beber su propia sangre. Un buen día tuvimos una discusión un tanto acalorada y cuál fue mi sorpresa cuando mi amigo encrispó sus dedos y comenzó a sangrar abundantemente por las uñas y las yemas de los mismos, también se puso a escupir sangre y me dijo: “Tenías que saberlo, esto es lo que le pasa a un vampiro.” Evidentemente, cogí mis cosas y me marché. Creo que ahora está viviendo en los EE.UU. con otra chica.
Analizando este caso, el que se produzcan pequeñas heridas, ya sean internas o externas, con gran pérdida de sangre, es una de las principales características de la porfiria. El que ese chico sintiese esa obsesión por la sangre, llegando al punto de beberse la suya misma, también tiene una lógica explicación debido a esa carencia de proteína Hem que padecen los porfíricos, lo que, inconscientemente, les lleva a obsesionarse por la ingestión de sangre. Por ejemplo, en países del tercer mundo, en el siglo pasado, se han visto a niños lamiendo, literalmente, paredes para suplir, de forma instintiva, la falta de calcio que desgraciadamente padecen. Otro ejemplo más; algunas personas que padecen de anemia ferropénica y algunas embarazadas tienen cierta obsesión por comer hielo (patología conocida por Pagofagia) y con ello intentan suplir la carencia de hierro que tienen por su estado o enfermedad.

CASOS EN LOS EE.UU.porfiria1
En contra de lo que podamos pensar, los casos de vampirismo durante los siglos XVI y XVII no son coto exclusivo de la zona central de Europa y parte de los países del este. El investigador estadounidense Scott Corrales, ha tenido la amabilidad de remitirme algunos casos vampíricos acontecidos en los Estados Unidos a finales del s. XVIII. El más interesante de ellos es el que ocurrió en el estado de Rhode Island, en la costa atlántica de los EE.UU en 1790. Uno de los primeros casos fue el de Stutley Tillinghast (conocido por su apodo “Snuffy”), cuyo porvenir le fue mostrado en una pesadilla. Este granjero soñó que la mitad de su naranjal había sido destruido, y la experiencia onírica le dejó perplejo y muy afectado. Poco después, seis de sus 14 hijos sucumbirían a la epidemia de tuberculosis que estaba azotando los pueblos más alejados y apartados de esta región, muriendo estos hijos de manera lenta. Su hija Sarah fue la primera en fallecer. Poco tiempo después, los demás niños enfermaron y juraron que su difunta hermana regresaba de noche para chuparles la sangre. Concluyeron que Sarah se había convertido en vampiro y mandaron exhumar los seis cadáveres. Cinco ya estaban en descomposición, menos el de Sarah, cuyos ojos estaban abiertos y las arterias y el corazón rebosaban de sangre; asimismo el cabello y uñas habían crecido. Según la costumbre de Nueva Inglaterra, le arrancaron el corazón y lo quemaron. Los demás cadáveres fueron enterrados y las cenizas del corazón le fueron dadas a beber al séptimo niño de los Tillinghast, pero fue en balde, ya que el chico también murió, por lo que se cumplió la pesadilla que indicaba que Tillinghast perdería la mitad de su “huerto”.

Otro caso no menos curioso es el que aconteció, en 1874, a William Rose del pueblo de Peacedale. El Sr. Rose mandó exhumar el cadaver de su difunta hija de 15 años y ordenó quemarle el corazón por temor a que ella era la vampiresa que estaba causando la muertes de sus parientes. La famila Rose está enterrada en el cemeterio Rose Hill, en las afueras de Kingston, Rhode Island. Sin embargo, no hay manera de localizar la tumba de la presunta vampiresa. En 1889, Nellie Vaughn murió a los 19 y fue enterrada en West Greenwich. Su fosa es la única sobre la cual no crece la hierba, y es la única que sigue hundiéndose. Lo más extraño del caso es que la lápida de Nelie reza: “Estoy mirando y te estoy esperando”. Sin embargo, alguien robó dicha lápida hace algún tiempo y no se ha colocado otra. Docenas de testigos afirman haber escuchado ruidos en el bosque y extrañas voces fantasmales que salen de la zona que rodea su tumba. Algunos dicen que jamás se acercarían al lugar solos…ni siquiera de día. Mercy Brown murió el 17 de enero de 1892. Cuando sus hermanos fallecieron, por motivo de lo que parecía ser tuberculosis, se ordenó excavar los féretros de la familia Brown en Marzo de 1892. Cuál sería su sorpresa al descubrir que el cadáver de Mercy estaba intacto y que su cabello y uñas habían crecido. Más sorprendente aún era el hecho de que el cadáver había cambiado de posición dentro del ataúd. Al abrirle el corazón encontraron que la sangre aún estaba fresca….

Juan José López

Displaying 1 Comments
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  1. M. dice:

    Hola, entiendo tu frustración al ver que ha empleado tu foto para hablar de una enfermedad que no está relacionada.
    Con este artículo no está que queriendo decir que las personas con porfiria sean vampiros, sino que está argumentando porque en el siglos pasados se decía que eran vampiros.
    Piensa en antes no tenían los conocimientos de medicina y biomedicina como ahora y estaban muy arraigados a las creencias mágicas, por ello para poder explicar la sintomatología que padecían dichos enfermos (la cual, ya se conocen los motivos biológicos y químicos) inventaron la figura de los vampiros.

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