Published On: Mie, jul 6th, 2016

A VUELTAS CON LA IMPORTANCIA DEL TESTIGO

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Publicado en EOC nº 80/81

EOC 80 portadaAlgo en lo que me extiendo en la reflexión final de mi libro Dossier de lo insólito, tiene que ver con esos testigos que, sin lugar a dudas, constituyen el primer escalón (y en ocasiones también último) de todo caso que se precie, ya sea de tipo ufológico, paranormal o de cualquier otra anomalía.  Se debate, desde hace tiempo, sobre la presunta infalibilidad del testimonio humano, la cual yo mismo pongo en duda. Pero lo que también se viene criticando y  de forma puntillosa por varios investigadores, la mayoría «de salón», es de la vital importancia de dichos testimonios a la hora de indagar e investigar un caso de manera pormenorizada. Y es ahí cuando servidor empieza a cerrar filas. Parece ser que a muchos se les olvida que, en numerosas ocasiones, por no decir en la inmensa mayoría, sin testigos no habría caso alguno que investigar y/o divulgar. Y pese a que no sea infalible su relato pormenorizado de los hechos, no deja de ser la base principal de los mismos. Eso sin contar que, por una simple y biológica cuestión de relevo generacional, si nosotros los periodistas (al parecer, casi que los únicos que llegamos a hacerlo) no recogemos esas vivencias, a poder ser de forma directa, estas se perderán en la noche de los tiempos. Y esas son palabras mayores. Pero voy aún más lejos. Es curioso como no son pocos los que, desde hace años, se vienen quejando de la proliferación de “coleccionistas de casos” que no van  un paso más allá a la hora de sacar conclusiones sobre las anomalías a estudiar. Puedo estar de acuerdo en que, siendo autocrítico, los “coleccionistas de casos” no solemos realizar sesudas estadísticas comparativas ni extracción de patrones en común del grueso de casos recogidos. Pero… ¿se molestan esos críticos en recoger in situ esos casos para poder cuantificarlos, analizarlos y escrutarlos de la manera que ellos mismos creen correcta?

También estos personajes, ocasionalmente de ideología pseudoescéptica, se quejan de la mala recogida del testimonio sobre el terreno a la hora de formular las preguntas que ellos consideran correctas al testigo, para no influenciar en su relato original. A veces parece ser que, incluso cuando carecemos de medios para poder realizar un trabajo de campo más exhaustivo, es necesario pedirle al protagonista de una experiencia anómala desde su posible historial psiquiátrico hasta su talla de gayumbos en un tercer grado que, en ocasiones y debido a lo delicado (o traumático) del asunto que se nos narra, puede resultar contraproducente.DSC_1753 - copia

Eso sin contar con que, esporádicamente, los testigos ni siquiera recuerdan el año en el que tuvo lugar la experiencia que nos narra, haciendo casi imposible un riguroso análisis posterior del caso. Pero claro, para eso hay que levantarse de la silla e ir a comprobarlo. Y lo que considero aún más grave… esos mismos que reniegan de nuestra manera reporteril de entrevistar al testigo, terminan utilizando la trascripción de los testimonios que nosotros recogemos y posteriormente divulgamos de nuestro puño y tecla, a la hora de dictaminar que lo que ha presenciado el protagonista de los hechos es Venus, un globo sonda, las chimeneas de Escombrera o la masturbación del sapo partero. E incluso hay quien reniega de la recogida directa y contemporánea de nuestros testimonios, pero al parecer da validez absoluta a los que se recogen en narraciones de recortes de prensa de siglos pasados como si del Santo Grial se tratasen, cuando parece ser que el sensacionalismo periodístico era un cuento de hadas en Magonia… no te jode. Ridículo como se juega con dos barajas cuando el juego a practicar es, en teoría, el mismo en ambos casos. Y es que, al parecer, se olvida por parte de algunos que ante la fuerza del testimonio y la importancia de tan sinceros relatos, solo el que ha estado varias veces frente al testigo sabe, de verdad y en la mayoría de ocasiones (hay de todo), lo tremendamente complicado que es poner en duda sus palabras. De hecho, es curioso como el investigador de gabinete necesita del trabajo de campo de otros para sus estadísticas, análisis o conclusiones.

Para ir acabando, confieso que lo ideal es constituir esa figura de investigador todoterreno que recoja él mismo el testimonio de forma “correcta”, para después analizar el caso, o el común de ellos, de manera estricta y sacar, al respecto, las conclusiones pertinentes. Pero eso, por desgracia, brilla por su ausencia en esta España nuestra. O hay “coleccionistas”, o hay analistas de lo que divulgan los “coleccionistas”. Pero ni los primeros van más allá del trabajo periodístico, ni los segundos, panda de hipócritas, mueven el puto culo del sillón para hacer “las cosas bien”. Y así nos va.

                                                                                                                                       David Cuevas

 

 

 

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