ENTREVISTA A ROBERT BARTHOLOMEW
Publicado en EOC nº 96
Sociólogo, académico e investigador reputado, Bartholomew centra su mirada en fenómenos como los ovnis, los monstruos lacustres y las creencias populares, siempre atento al papel de los pánicos de masas en la construcción de relatos sorprendentes. En Cuba, en Irán y también en España hay ejemplos.
A fines de 2016, diplomáticos estadounidenses instalados en La Habana (Cuba), comenzaron a manifestar una serie de síntomas (dolor de cabeza, pérdida de la audición, náuseas) que recibieron el nombre de “síndrome de La Habana”. Los casos se extendieron a otras embajadas, principalmente Canadá y un par más de Europa. En 2018 la historia se repitió en la embajada de Estados Unidos en China. Si bien surgieron numerosas explicaciones, la más extendida fue la existencia de un arma sónica utilizada contra los funcionarios estadounidenses. Sin embargo, un hombre no estuvo de acuerdo: Robert Bartholomew.
Sociólogo y autor de casi una veintena de títulos, entre ellos “UFOs & Alien Contact”, “Panic Attacks” (con Hilary Evans), “Mass Hysteria in Schools: A Worldwide History Since 1566” (con Bob Rickard) y “A Colorful History of Popular Delusions” (con Peter Hassall), Bartholomew es también académico e investigador, además de columnista en la revista Psychology Today. Precisamente sobre el síndrome de La Habana publicó en 2020 el libro (coescrito con Robert Baloh) “Havana Syndrome: Mass Psychogenic Illness and the Real Story Behind the Embassy Mystery and Hysteria”.
Su campo de estudio lo convierte en un entrevistado ideal para El Ojo Crítico. Bartholomew no solo ha escrito sobre pánicos sociales, sino también sobre ovnis, monstruos lacustres y casas embrujadas. Su más reciente interés se centra en las supuestas intoxicaciones de estudiantes en Irán denunciadas desde fines de 2022. Para él, los relatos, testimonios y evidencias tienden a descartar la presencia de un atacante externo, y más bien refuerzan la hipótesis de una reacción social ante la presión ejercida por el régimen iraní contra las mujeres. Dejemos que sea él mismo quien lo explique.
Lo más probable es que las supuestas intoxicaciones en Irán sean el resultado de una enfermedad psicogénica de masas. Los hechos son coincidentes con varias características epidemiológicas clave que son indicativas de un origen psicógeno: una preponderancia de mujeres adolescentes bajo un estrés prolongado; síntomas transitorios y benignos; inicio y recuperación rápidos; una progresión en la escala de edad desde las alumnas mayores de estatus superior a las más jóvenes de estatus inferior; y la percepción de un olor. Además, hay varios episodios históricos que involucran brotes similares entre mujeres musulmanas que vivían circunstancias estresantes cuando comenzaron a mostrar síntomas, y luego se pudo determinar que respondían a enfermedades psicogénicas de masas”, dice, en conversación con EOC.
Las autoridades iraníes hablan del uso de gases tóxicos. Se supone que indagan en esa línea.
No existe evidencia creíble de que se usara un gas tóxico. Los toxicólogos que han realizado exámenes a varias de las muchachas enfermas no han encontrado nada relevante. La evaluación actual de los ministerios de Salud y Educación de Irán señalan que más del 95 por ciento de los reportes responden a casos de ansiedad, mientras que el porcentaje restante es por un “gas irritante” que no se considera dañino. “Gas irritante” es, en la jerga iraní, lo que en Occidente es conocido como una “bomba fétida”.
¿Qué desata todo esto?
El desencadenante clave en toda esta historia ocurrió el 30 de noviembre de 2022, cuando la aparición de un olor extraño en una escuela de la ciudad de Qom coincidió con los síntomas presentados por algunas niñas, aunque luego se pudo determinar que ese mal olor había sido provocado por una “bomba fétida” que probablemente indujo un efecto nocebo (nota del autor: que es cuando los síntomas de una dolencia empeoran por la expectativa del paciente, consciente o no, de que así ocurra). Cuando se informó este caso como un posible envenenamiento, las chicas de todo el país reaccionaron actuando hipervigilantes a una serie de olores mundanos que creían podrían ser causados por gases venenosos, como respuesta a su participación en las recientes protestas contra el gobierno de Irán. Esto permite explicar que más de 120 escuelas hayan reportado “envenenamientos”, pero no se produjeran arrestos o se descubrieran sospechosos en los primeros tres meses. En un pequeño número de estas escuelas existe la sospecha de que también se detonaron estas “bombas fétidas”.
¿Cómo se explica esta reacción masiva?
Hay dos teorías aquí. Una es que se convirtió en una moda pasajera y una forma de protesta. La segunda es que los grupos de oposición alentaron este comportamiento. Si bien algunos medios occidentales informaron que el primer “gaseo” tuvo lugar en la Universidad de Isfahan, ese caso parece haber sido provocado por una infección alimentaria, pues los síntomas principales fueron diarrea, acidez estomacal y vómitos, y solo posteriormente aparecieron síntomas de ansiedad vinculados con los rumores que empezaron a circular en la universidad sobre un posible ataque con gas tóxico. El brote de Qom fue el desencadenante vital de la propagación. Es importante realizar una investigación exhaustiva y transparente de lo que ocurrió en Irán y considerar todas las posibilidades, pero a la luz del patrón de presentación, junto con la falta de un motivo creíble, los factores psicológicos aparecen como la causa más probable.
¿Por qué no aparecen estos síntomas de “histeria de masas” en todas las crisis?
La mejor manera de describir los brotes de enfermedades psicogénicas de masas es que son el resultado de una serie de eventos desafortunados que finalmente alcanzan un punto de inflexión, estallan y se propagan. Hay mucha confusión y malentendidos en torno al término. Por ejemplo, no es que los síntomas “solo” están en las cabezas de los pacientes, porque son tan reales como los de cualquier enfermedad física. Las víctimas no sufren de enfermedades o trastornos mentales. La condición se describe mejor como una respuesta de estrés colectivo basada en una creencia. Los brotes son mucho más comunes de lo que la mayoría de la gente piensa.
En el libro “A Colorful History of Popular Delusions”, usted da ejemplos de ansiedad, histeria de masa y pánicos morales. ¿Responden a causas comunes estos tres fenómenos?
En la base de todos estos brotes de enfermedades psicogénicas de masas y pánicos morales está la ansiedad que alimenta los miedos principales de la época.
En agosto de 2022 hubo varias denuncias en España de mujeres “pinchadas” cuando visitaban discotecas. Supuestamente se las drogaba para robarles o abusar de ellas. Considerando que hay reportes similares en otros países, ¿estamos frente a un caso de pánico moral o esto entra en la categoría de las leyendas urbanas?
Yo diría que en este caso es 95 por ciento de pánico moral y 5 por ciento de leyenda urbana. Se superponen los dos, pero responde principalmente a un pánico moral que se centra en el miedo al peligro que entrañan los extraños y las preocupaciones sobre la vulnerabilidad de las mujeres en la sociedad actual, especialmente en los clubes nocturnos. Este brote es solo el más reciente de una larga lista de episodios similares que se remontan a más de dos siglos.
En su libro “Havana Syndrome” usted defiende la hipótesis de que la enfermedad reportada por los diplomáticos estadounidenses en La Habana respondía a una enfermedad psicógena. ¿Cómo es posible que una superpotencia como Estados Unidos fuera incapaz de descubrir el origen de la enfermedad?
El “síndrome de La Habana” fue el resultado de mala ciencia, mal periodismo y mal gobierno y ni siquiera cumplía con los criterios para constituir un síndrome. Los síntomas eran tan vagos que se convirtió en una categoría general para describir una amplia variedad de problemas de salud comunes y ambiguos, bajo una rúbrica unitaria conveniente. Fatiga, dificultad para concentrarse, problemas de memoria, tinnitus, insomnio, dolores de cabeza, náuseas, niebla mental, dolor de cabeza, dolor de oído, problemas de visión relacionados con dificultades para enfocar, problemas vestibulares comunes vinculados con la conciencia espacial y el equilibrio, hemorragias nasales, e incluso al final se incluyeron casos de depresión.
Casi todos los síntomas imaginables…
El “síndrome de La Habana” se entiende mejor como una constelación de condiciones médicas que se redefinieron como consecuencia de un ataque sónico (y posteriormente un ataque de microondas/energía). Los tres síntomas más serios (pérdida de audición, cambios en el tacto de la sustancia blanca, daño cerebral) nunca fueron demostrados por los estudios -defectuosos- realizados por JAMA (Journal of the American Medical Association), mientras que las afirmaciones de Michael Hoffer, académico de la Escuela de Medicina Miller de la University of Miami, de que había daños en los otolitos de todos los pacientes que examinó, no eran creíbles ni estaban apoyadas por los datos. Si las declaraciones de Hoffer fueran reales, supondrían uno de los avances en neurología más relevantes de los últimos 100 años.
Acá juegan un rol importante los pacientes, pero también ciertos investigadores, ¿no?
Recuerda que acá había dos grupos: los que estaban en Cuba y luego los grupos que surgieron cuando esto se extendió por otros lugares del mundo. Creo que es seguro decir que la mayoría de los pacientes (especialmente fuera de la cohorte cubana) no presentaban una enfermedad psicogénica masiva, sino más bien sufrían alguna de una constelación de condiciones. Esto fue generado, como dije, por la mala ciencia, el mal periodismo y el mal gobierno. Solo hubo dos paneles de investigación que alguna vez llegaron a la conclusión de la probabilidad de una radiación pulsada por microondas, y ambos fueron encabezados por David Relman (académico de la Universidad de Stanford), quien entrevistó a varios científicos creyentes y eligió de forma consciente no entrevistar a personas como Sergio Della Sala, Robert Baloh, etc. Relman también dijo que la mayor parte de la información utilizada para sustentar su evaluación se tomó de fuentes en línea debido a los confinamientos por el covid. Y también dijo que no se pudo evaluar la posibilidad de una enfermedad psicogénica de masas porque no había información sobre la propagación epidemiológica temprana. No es cierto, porque nuestro libro, que apareció más de medio año antes de que saliera el informe, describía la propagación temprana del paciente cero según la información recopilada sobre el terreno por el periodista ganador del Pulitzer Tim Golden, quien realizó docenas de entrevistas y obtuvo acceso a documentos confidenciales. Y en cuanto al mal gobierno, al igual que en el caso de la epidemia de lesiones por movimiento repetitivo de Australia en los ochenta, hubo pago de indemnizaciones a las víctimas, lo que complicó las cosas. Siempre que hay abogados… ¡las cosas se complican!
Es interesante la conjunción de mal periodismo, mala ciencia y mal gobierno en este caso.
Es probable que una parte de este episodio se deba también a que funcionarios del gobierno de Estados Unidos mantuvieron en secreto algunos documentos porque temían que los hiciera queda mal. Por ejemplo, tanto el Reporte JASON de 2018 y el reporte separado del FBI fueron mantenidos clasificados. El FBI concluyó que el caso se debía a enfermedades psicogénicas de masas, mientras que el panel JASON puso paños fríos a la teoría de las microondas y citó el papel que jugaban en todo esto la ansiedad y la redefinición de las condiciones de salud.
¿Qué lo llevó a especializarse en este tipo de temas, Robert? ¿Qué lo atrae de este tipo de comportamientos sociales, qué lo atrae de los monstruos y los ovnis?
Son temas divertidos e interesantes, pero la mayor parte de la atracción surge del hecho de que estos casos pasan una y otra vez, y nunca aprendemos la lección. ¡Tan pronto solucionamos un brote, comienza otro!
Diego Zúñiga