LAS MENTIRAS DE LA CONSPIRACION LUNAR
Publicado en EOC nº 76
La teoría conspiranoíca de que el hombre nunca llegó a la luna no está obsoleta. Las incomprensibles falsas filmaciones que utilizó J.J. Benítez en “Mirlo Rojo”, y más recientemente el falso documental “Operación Palace”, de Jordi Évole, demuestran que este tipo de falsos documentales están de plena actualidad. Hoy EOC os ofrece un minucioso análisis de Yvan Figueiras sobre este mito moderno.
La Conspiración Lunar, una de tantas formas de denominar al conjunto de teorías, expuestas en forma de libro, artículo, documental o, especialmente, página web, que afirman con distintas variantes que el ser humano no ha llegado jamás a pisar la superficie de nuestro satélite. Calificaremos como “conspiranoicas” y no como “conspiracionistas” a lo largo de este artículo a este tipo de afirmaciones por su escaso peso y por la evidente ridiculez de muchos de los argumentos que las sostienen, pretendiendo distanciarlas de otras versiones discrepantes con la versión oficial de mucho más peso, ya sean las diferentes opiniones sobre la muerte de Kennedy, la Operación Paperclip o el asesinato de Julio César, por citar algunas. Las opciones conspiranoicas sobre el programa Apollo no sólo intentan contradecir la “versión oficial”, sino que en la mayoría de los casos llegan al extremo de resultar contradictorias entre ellas mismas. Por ello, a cualquier persona que carezca de formación sobre la historia de la carrera espacial, fotografía o simple física de la que se impartía en el B.U.P, la única idea que se le queda grabada en la cabeza después de, por ejemplo, ver es que “existen pruebas de que Neil Armstrong jamás pisó la luna”, sin que recuerde claramente cuáles eran dichas pruebas. Curiosamente, una de las técnicas de lavado de cerebro empleadas por sectas, policías políticas y directores de campañas electorales a lo largo de la Historia consiste precisamente en eso, en la implantación de ideas sin que los afectados sepan exactamente de dónde las han obtenido. Aunque esto sería materia para otro artículo.
Los orígenes de la moonspiranoia se remontan a 1974, año en que fue escrito el libro We Never Went to the Moon: America’s Thirty Billion Dollar Swindle (Nunca Fuimos a la Luna: la Estafa de 30.000 Millones de América), del autor William Charles Kaysing. Esta obra, autopublicada en 1976, llegó en un magnífico momento: dos años después de la retirada de Vietnam y del regreso del Apollo XVII, que despegó por última vez de la superficie lunar el 14 de diciembre de 1972, pero sobre todo, el mismo año en el que el presidente Richard Nixon se vio obligado a dimitir por sus numerosos escándalos, principalmente el caso Watergate. Las manipulaciones y mentiras de la administración Nixon hicieron despertar al pueblo estadounidense de su creencia de que los gobernantes no tenían nada que ocultar, provocando un estado de desconfianza en sus líderes casi generalizado. Comenzó una fiebre por la revisión y reinterpretación de muchos hechos del pasado reciente, como los asesinatos de Martin Luther King o los hermanos Kennedy, lo que a Kaysing le vino como anillo al dedo.
Kaysing fue un licenciado en literatura inglesa, que trabajó en la empresa Rocketdyne hasta el año 1963, en que dimitió. Rocketdyne era una subdivisión de North American Aviation, creadora entre otros del legendario reactor hipersónico X-15. Fue además la empresa encargada del diseño y construcción de los poderosos motores F-1, encargados de impulsar los cohetes Saturn V al inicio de sus viajes lunares. Y aquí haremos un inciso. En muchos casos se ha utilizado la expresión “pertenecía a la NASA” para dar credibilidad a las afirmaciones de diversos divulgadores de teorías divergentes con la opinión generalizada. Y para qué negarlo: funciona. Esa afirmación suele basar por sí misma como sustituta de la muestra de pruebas, cuando nuestro interlocutor conspiranoico “no las tiene ahora mismo a mano”, basta con decir que el promulgador original de la teoría trabaja en esta agencia espacial. Otro ejemplo es el de los supuestos experimentos telepáticos llevados a cabo en el USS Nautilus durante su travesía bajo el Polo Norte de los cuales, por cierto, no existe ninguna constancia por parte de la US Navy. Kaysing trabajó como escritor, ya que no tenía ninguna capacitación técnica ni científica, para una subcontrata de una subcontrata de la NASA, como otros centenares de miles de personas. Sólo durante el programa Apollo, más de 400.000 hombres y mujeres participaron en la tremenda empresa de enviar un ser humano a la Luna y traerlo de vuelta. Es correcto decir que trabajaron para la NASA, pero decir que pertenecían a dicha Agencia es embellecer en exceso la realidad.
Inicialmente, la teoría de William Kaysing propugnaba lo siguiente: los motores F-1 que impulsaban la primera fase de los cohetes Saturn V eran muy poco fiables, por lo que se tuvo que montar dentro de los mismos otros motores mucho más pequeños y con apenas una décima parte de su potencia, similares a los que se utilizarían en los cohetes Atlas del programa Mercury, el antecesor del Apollo. Estos “motorcitos” no tendrían el empuje necesario para que una mole como un Saturn V pudiese alcanzar la velocidad de escape, necesaria para poder salir de la Tierra y alcanzar la órbita lunar. Así que, una vez hecho el paripé de instalar a los astronautas en el módulo de mando, en la cúspide del gigantesco cohete, éstos eran retirados de forma subrepticia en un ascensor instalado a lo largo del mismo y escondidos en una réplica de la nave. Después el lanzamiento tendría lugar de forma normal, utilizando esos motores más pequeños. Kaysing afirma que fueron capaces de guardar las apariencias porque el Saturn era veinte veces más ligero de lo que sus especificaciones indicaban. Inciso: los materiales tienen una densidad concreta y pesan lo que pesan en relación al volumen que tiene el objeto; si esto fuera cierto, el Saturn V casi flotaría él solito en el aire, como un globo. Suponemos que para Kaysing el combustible –que pesa mucho más que la etapa del cohete que lo transporta– tendría también estas características cuasi etéreas.
Después del lanzamiento, la tercera etapa sería la encargada de situar lo que quedase del cohete en una órbita de aparcamiento, suponemos que hasta el fin de los tiempos. En una misión normal, tras deshacerse de la primera y segunda etapas, el Saturn quedaba reducido al conjunto de los módulos de mando y servicio –llamado CSM– en la cúspide del cohete, el módulo lunar LEM justo debajo de los anteriores y la tercera etapa, encargada de impulsar todo hasta la órbita terrestre. Desde allí, ésta era también la encargada de inyeccción translunar o TLI, el último impulso para poder escapar de la gravedad terrestre.
Una vez “escondidos” los restos del cohete en órbita, los astronautas serían trasladados a Nevada, donde se entretendrían a base de strippers y TV por cable, además de realizar falsas transmisiones “desde el espacio” de forma periódica. En la fecha prevista, se grabaría el falso alunizaje y paseo por la superficie, tras lo cual tendría lugar un viaje de regreso simulado y la reentrada. Para la mascarada del colofón final se lanzaría un módulo de mando con los astronautas a bordo –imaginamos que bien relajaditos tras tanta tele y tanta stripper– desde un avión C5 Galaxy, para recogerlo con un helicóptero delante de las cámaras y de los espectadores de todo el mundo.
Nosotros hemos hablado en condicional, pero el señor Kaysing lo hacía en pasado perfecto. Según él, los lanzamientos habían sucedido exactamente de esta manera. Se le olvidan pequeños detalles, como que un bicho del tamaño de la tercera etapa, unida a su vez al LEM y al CSM situado en una órbita de aparcamiento baja se puede ver ¡a simple vista! Curiosamente, para alcanzar una órbita alta donde sí se pudiese ocultar es necesario emplear unos motores potentísimos, que ya hemos visto que según Kaysing no existían. O que los motores F-1 habían comenzado a desarrollarse ya en 1955 y que tras superar unos problemas iniciales se habían declarado operativos a principios de los ’60, demostrando su poder en muchos vídeos de pruebas que cualquiera puede ver en Youtube.
Tampoco se pueden realizar falsas transmisiones desde el espacio. Existe una cosa llamada triangulación –que se lo digan a los delincuentes que utilizan teléfono móvil– mediante la cual se puede calcular con una facilidad pasmosa la posición de la nave entre la Tierra y la Luna. Además de las naciones del bloque soviético, China, y Europa, miles de astrónomos de jardín y radioaficionados se dedicaron a “cazar” las transmisiones de las Apollo en todas las fases de sus misiones que, por supuesto, estaban donde debían estar. Los propios soviéticos terminaron por publicar en el diario oficial Pravda el éxito de la misión del Apollo XI, aunque bien oculto en las páginas interiores, no vayamos a publicitar en exceso a estos decadentes capitalistas. En una revisión de su libro, a comienzos del XXI, Kaysing “matizó” su teoría, afirmando que los astronautas simplemente habían estado orbitando la Tierra hasta el momento de simular el regreso. Menudo cambio, para aquel que afirmaba que sus afirmaciones iniciales eran la verdad absoluta. Lo sentimos por los pobres astronautas, que seguramente preferirían Las Vegas con su cohorte de strippers, en vez de pasarse ocho días dando vueltas en una lata de conservas…
Es bastante cierto que ese cráter del que tanto se habla, algo de esperar si hay un reactor en marcha frenando el aterrizaje del LEM, no se encuentra bajo las patas del módulo de mando. Y también tiene su explicación. Lo que pasa simplemente es que las patudas naves diseñadas por Grumman no se posaban de esa forma. Cortaban el motor poco antes de llegar al suelo, posándose en una suave caída libre, ayudada por la suave gravedad lunar. Evidentemente no iban a dejar las marcas de unos retropropulsores que ya estaban apagados.
Para no extendernos demasiado –y dejar algo de diversión para otro día– vamos a concentrarnos en las evidencias fotográficas que supuestamente demuestran que los humanos nunca llegamos a pisar nuestra compañera de viajes por el espacio. Tienen la ventaja, además, de que cualquier persona puede extraer sus propias conclusiones, sin tener que tomar ideas prestadas de nadie, incluido su seguro servidor.
Curiosamente, desde que la popularización de las cámaras digitales ha multiplicado exponencialmente la cantidad de fotografías que son tomadas cada año, el conocimiento técnico sobre este arte surgido ya en el siglo XIX está cada vez menos extendido. Especialmente desde que los teléfonos móviles comenzaron a sustituir a las cámaras compactas que ya de por sí limitan mucho las posibilidades creativas. Toda cámara sirve para tomar buenas fotografías, pero si no podemos modificar ninguno de los tres parámetros que definen la exposición (la apertura de diafragma, la velocidad de exposición y la sensibilidad ISO) jamás podremos dedicarnos a –por ejemplo– la fotografía nocturna. Y ponemos este ejemplo adrede, por lo que veremos un poco más adelante.
Comencemos por la primera referencia que todo buen conspiranoico/a suele exponer a su ojiplática audiencia. ¡No se ven las estrellas en las imágenes tomadas en la Luna! ¿Cómo es esto posible, máxime si no existe atmósfera en la Luna que pueda disminuir su intensidad? Pues bien fácil. Proponemos al lector o lectora que haga un retrato nocturno una noche estrellada cualquiera. Al ser de noche necesitaremos una fuente de luz que supere unos mínimos de intensidad que ilumine a nuestro sujeto, como un foco o un flash. ¡Sorpresa! ¡No se ven las estrellas! Pero, ¿cómo es esto posible? Pues porque las cámaras no son capaces de ver igual que el ojo humano. Nosotros somos capaces de adaptar nuestra visión para ver al mismo tiempo algo poco iluminado, como las estrellas, y algo que refleje la luz de forma mucho más intensa al mismo tiempo, como sería nuestro retratado en primer plano. Las cámaras de fotos no. Tienen un rango dinámico –que es como se llama a esta amplitud de visión– mucho más constreñido. Hablando mal y pronto: si la cámara quiere ver las débiles estrellas necesitaría una exposición de más de medio minuto, mientras que si quisiera exponer correctamente el sujeto en primer plano utilizaría una velocidad de entre 1/125 y 1/60 segundos. Esto son cifras habituales en las que nos movemos los fotógrafos, no algo fijo, pero que sirven como muestra. Si hacemos el cálculo veremos que para captar las estrellas necesitaremos una exposición entre 7.500 y 1.800 veces más larga para ver las estrellas que lo que solemos utilizar para ese retrato. Si exponemos correctamente las estrellas, nuestro sujeto sería una mera mancha blanca quemada en el negativo. Y esto para una imagen normal, porque lo más parecido a las condiciones que se dan en la luna sería un aparcamiento con un suelo muy irregular y bacheado pintado de blanco, iluminado por una gigantesca torre capaz de superar al sol cualquier mediodía de verano. Porque no olvidemos que el sol ilumina mucho más intensamente la superficie lunar que la terrestre, al no existir atmósfera. Quien tenga presupuesto que haga la prueba y luego nos cuente, aunque con una simple linterna y una noche estrellada ya es suficiente para el experimento. Quien afirme que se deberían ver al mismo tiempo los astros y a los astronautas vestidos de blanco, una de dos: o está mintiendo, o no ha sacado una fotografía en modo manual en su vida. ¡Ah! Se nos olvidaba. Como los astronautas sabían un rato de fotografía y de cómo sacarle partido a las por entonces mejores cámaras del planeta –no sería de extrañar que aún lo fueran, esas Hasselblad 500– sí hay imágenes correctamente expuestas en las que se ve Venus, el astro más brillante tras la Luna y el Sol y la propia Tierra. Existen también imágenes tomadas en ultravioleta muestran las estrellas perfectamente.
Otra de las menciones estrella a la hora de intentar demostrar que las imágenes de la superficie lunar fueron realmente tomadas en un estudio son los “hot spots”. Y quien quiera que traduzca.
Éstos son zonas de la imagen en las que se ven brillos u otras incongruencias que parecen indicar que se utilizaron varios focos en el estudio. En la imagen de Buzz Aldrin descendiendo del LEM, por ejemplo, se puede apreciar un curioso brillo en el talón de su bota derecha, que parece reflejar la luz de uno de esos focos. Cierto, ¿no? Pues no.
Si alguien ha estado sentado alguna vez en un estudio de fotografía, o ha sufrido el que le haga un trabajo un profesional, habrá observado que por todas partes hay paraguas y pantallas blancas o de aluminio llamadas reflectores que, como su nombre indica, no hacen más que reflejar la luz, venga ésta de un flash o sea natural. En la luna podemos observar varios de estos reflectores: los trajes blancos de los astronautas, los equipos científicos desplegados por la superficie, el módulo lunar y la propia superficie de nuestro satélite. Expliquemos un poco más estos dos últimos.
Como ya hemos dicho, la superficie lunar muestra un color gris claro capaz de reflejar la luz de una forma más que eficiente, sólo que no lo hace en una sola dirección, como haría una pantalla blanca en un estudio. Es tan irregular y bacheada que la luz se refleja en múltiples direcciones, provocando divertidos efectos, como sombras de objetos cercanos entre sí que parecen –y lo hacen– provenir de distintas direcciones. Esto sucede sobre todo con rocas cercanas al borde de cráteres o al propio módulo lunar que, por cierto, estaba completamente envuelto en el mismo material reflectante que utilizamos los fotógrafos en el estudio, por razones térmicas que ahora no vienen al caso. En cualquier imagen de un astronauta muy cercana al LEM y con el sol en unos ciertos ángulos, éste debería proyectar dos sombras, la directa, causada por el sol y la indirecta, provocada por el reflejo sobre la superficie de la nave. Además, los grandes angulares que montaban esas cámaras como objetivo provocan que líneas rectas que se encuentran en distintos sitios de la foto parezca que tienen diferentes ángulos de inclinación, aunque sean perfectamente paralelas. Y si no, fíjense en la foto de la baranda: la columna de la izquierda parece inclinarse hacia ese mismo lado, mientras que el canalón parece hacer lo propio hacia la derecha. Podemos prometer y prometemos que ambas son perpendiculares al suelo y perfectamente paralelas, aunque algún conspiranoico ya estaría pensando en demandar al arquitecto…
Por estas razones –y muchas otras, pero no queremos aburrir–, no sólo es normal que haya sombras de diferentes direcciones en una misma imagen, sino que es lo esperable. Y otro inciso. Si partimos de la forma de trabajar real de los cineastas o de los fotógrafos, un montaje como el que promulgan los enfermos de la conspiración no se hace en un estudio cerrado, con decenas de fotos. Si lo que queremos es imitar la realidad, lo que hacemos es utilizarla. En dos palabras, se monta un decorado en el EXTERIOR, con el sol como foco, cosa que genios como Stanley Kubrick sabían perfectamente hacer. Lo dicho, quien afirme la historieta de los focos o es un desinformador… o un desinformado. ¡Ah! Y no nos hemos olvidado: en el caso del reflejo en la bota de Aldrin, esa cosa blanca y alargada que vemos es nada más y nada menos que Neil Armstrong, mientras él mismo saca la fotografía. Aunque ya sabemos que cualquier jugador de billar que haya visto la imagen se habrá dado cuenta a la primera. Cosas de los ángulos.
Pero, ¿no existen imágenes en las que se ve que las crucecitas sobreimpresionadas se encuentran a veces DETRÁS de los objetos? Estas cruces, grabadas en la propia cámara, quedaban impresas en el negativo y se utilizaban para poder tomar medidas y escalas, así que de suceder esto, estaría bien clara la manipulación. De nuevo no. No están detrás de ningún objeto. Lo que sucede simplemente es que en los inicios de internet, allá por los años ’90, la calidad y resolución de los scanner no era ni mucho menos la de los de ahora. Muchas veces, las finas líneas de las cruces desaparecen “quemadas” (este es el término correcto empleado en fotografía) por el fondo de color claro, mientras que las superpuestas a un fondo más oscuro pueden apreciarse perfectamente. Al ser borradas muchas de estas cruces por objetos blancos en primer plano, el efecto óptico –no es otra cosa que esto– es el de que las líneas negras se hallan ocultas detrás del propio objeto. Claro, que si utilizamos un scanner actual, con resolución suficiente, las cruces negras no desaparecen y ¡oh sorpresa! se encuentran donde tienen que estar: delante del objeto. Queridos conspiranoicos y conspiranoicas, recomendamos desde aquí estudiar algunos conceptos fotográficos, como la sub y sobreexposición, el funcionamiento básico de una cámara PROFESIONAL, teoría de la luz, y otros detallitos sin importancia como estos para no ir de listos y quedar realmente como una banda de desinformados. Por no decir algo directamente más insultante.
Y lo mejor para el final: ¿qué es eso de que la bandera ondea por efecto del viento? ¿Alguien ha visto una película en la que se vea esto? Pues ya nos la está enseñando, aunque diremos que no se tome el esfuerzo. Dichas filmaciones NO EXISTEN. Y al contrario que en política, en la astronáutica, por el mejor hecho de repetir mil veces una mentira, ésta no se convierte en realidad. Sí es cierto que la bandera muestra plegamientos, como si ondease, pero éstos son los mismos en todas las tomas. No es lo mismo una bandera arrugada, colgada a su vez de una barra, que una que ondea, cosa que podríamos apreciar en una película, pero que nunca podremos afirmar si lo que vemos es una imagen inmóvil. Perdón, un inciso: hay un instante en que sí se ve ondear la bandera que Buzz Aldrin y Neil Armstrong fijaron en la Luna. Cometieron el error de clavarla demasiado cerca del módulo Eagle, por lo que los gases expelidos por la fase de ascenso del LEM la arrancaron de su sitio, dejándola tirada por el suelo. El error no se volvería a repetir: las otras 5 banderas se encuentran perfectamente erectas.
Como conclusión: las primeras fotografías tomadas de lo que los astronautas estadounidenses dejaron en la superficie de la vieja Selene, concretamente por la misión Apollo XV, fueron realizadas por la sonda Chandrayaan-1 en 2009, lanzada por la India poco sospechosa de querer apoyar a la imagen pública de la NASA. Muy poco después la Lunar Reconaissance Orbiter o LRO haría lo propio a mayor resolución con las zonas visitadas por los Apollo XII, XIV, XV y XVII. En estas últimas tomas, además de la instrumentación científica se observan claramente las huellas dejadas por los cochecitos –rover– empleados por los astronautas para desplazarse en las tres últimas misiones del programa y lo más importante: las fases de descenso de los módulos lunares. Durante el despegue de la luna, la mitad superior del LEM se separaba de la inferior, que actuaba como plataforma de lanzamiento, quedando abandonada allí, patas incluidas. Quien después de ver estas imágenes siga pensando que todo es un montaje, que no se preocupe. No hay nada que la psiquiatría no pueda remediar.
Yvan Figueiras
OPERACIÓN PALACE: LA CONSPIRACION LUNAR EN VERSION ESPAÑOLA
Este año, Jordi Évole “El Follonero”, se inspiró en los falsos documentales sobre el “fraude” del viaje a la luna para su “Operación Palace”, ofreciendo un ejemplo irrefutable de cómo es posible engañar a audiencias millonarias con un montaje televisivo basado en una teoría conspiranóica.
Operación Palace fue un falso documental producido por la cadena de televisión La Sexta de España y dirigido por Jordi Évole, sobre el golpe de Estado en España de 1981. Fue transmitido el 23 de febrero de 2014, con ocasión del 33º aniversario del suceso. El programa se presentaba como un documental de investigación. Algunos medios lo anticiparon como un programa especial en el que el periodista Jordi Évole indagaría en cuestiones que aún se mantienen oscuras en torno al 23-F y en el que se debatirían sus interrogantes. En varias entrevistas concedidas por figuras políticas de la época del evento histórico (informados del bulo) entre los que se encontraban Joaquín Leguina, Federico Mayor Zaragoza, Iñaki Anasagasti, Jorge Verstrynge y Felipe Alcaraz y con el testimonio de periodistas como Iñaki Gabilondo, Luis María Anson, Fernando Ónega y el historiador Andreu Mayayo, el falso documental planteaba que el intento de golpe del 23-F había sido un montaje político. Según el mismo, el Gobierno de Adolfo Suárez planeó un falso golpe de Estado y las imágenes transmitidas por Televisión Española del asalto al Congreso habrían sido dirigidas y rodadas por el cineasta José Luis Garci, tras haber considerado para tal tarea otros nombres como el del actor y director teatral catalán Josep Maria Flotats o el andaluz Manuel Summers. El documental además sugería que en recompensa por sus servicios o en pago por su silencio, Garci habría obtenido, a través de la acción diplomática del Gobierno español, sus posteriores premios Oscar.
El programa, empleando tanto testimonios como imágenes de archivo, abundaba en detalles sobre cómo el Gobierno de la época, en connivencia con los principales líderes de la oposición política y con el beneplácito del Rey Juan Carlos I, había gestado y desarrollado el montaje. Según alguno de los testimonios presentados en el documental, el plan aprobado por el Rey pretendía en último término sustituir el Gobierno de Adolfo Suárez por otro de unidad nacional, creando un ficticio golpe de estado para legitimar ante la opinión pública esa medida, plan con el que habrían estado de acuerdo algunos personajes seleccionados de la UCD, el PSOE y el PCE, colaboradores del mismo. El objetivo del programa era denunciar la falta de transparencia del Estado español con sus ciudadanos, quienes aún, treinta y tres años después, no disponen de toda la información referente al intento de golpe de Estado, dando a entender, que esa falta de transparencia, permite crear bulos informativos o teorías conspiranoicas de toda clase. Además también pretendía crear un sentido crítico en los espectadores, servirles como llamada de atención para que sean capaces de filtrar y de contrastar las informaciones que reciben a diario en los distintos medios de masas.
Reaccion: La exhibición del documental generó reacciones encontradas en el público4 y alcanzaron una enorme repercusión en prensa escrita y redes sociales, convirtiéndose en la emisión, de carácter no deportivo, más vista en la historia de la cadena, con 5,2 millones de espectadores y un 23,9 % de cuota de pantalla.Representantes del mundo de la cultura como David Trueba o Josep Maria Flotats se manifestaron positivamente sobre el trabajo realizado en el falso documental, si bien también se vertieron críticas negativas. Durante la emisión del documental, los comentarios en las redes sociales fueron numerosos. Así en la red Twiter el programa fue trending topic, tanto nacional como mundial, gracias a los más de 256.000 menciones recibidas en ese hashtag. Beatriz Talegón, la secretaria general de la Unión Internacional de Jóvenes Socialistas, twiteó frases como: «Ojalá lo que dicen en el documental no lo hubiésemos leído antes en investigaciones SERiAS! Pero sí… Ale, a espabilar que nos toman el pelo». No fue la única en precipitarse a la hora de comentar el falso documental y hubo numerosos borrados en las redes sociales tras desvelarse el verdadero propósito del programa.
Wikipedia
OPERACION PALACE (El Documental)
Puedes descargarte gratis EOC nº 76 en: http://elojocritico.info/wp-content/uploads/2014/07/EOC-76.pdf
Exelentes temas, tratados en profundidad y en forma que uno no se puede despegar de ellos hasta terminarlos. Reciban mis mejores deseos desde el Canada. Att jose h duque g
Si el lanzamiento del transbordador espacial, ya jubilado, lo gobernó un tipo de ordenador con más de doscientos mil microchips, la “araña cuadrupedal” del Apollo 11 —sin haberse aún inventado el microprocesador— consumiría alunizando su propergol para no estrellarse, sin atmósfera que la frene.
Calcados a los lunares hay mares en las Hawai; y las rocas “traídas por los astronautas” se abalanzan sobre la corteza terrestre en forma de aerolitos. El titanato de hierro y magnesio se encontró “luego” en unas minas diamantíferas sudafricanas.
El módulo “de ida y vuelta” tuvo una calculadora estrambótica por ordenador de a bordo, que cumplió eminentemente (con núcleos de ferrita y risible frecuencia de reloj) una función telemétrica; es decir, medir la distancia para desde Houston corregir cualquier receso de la trayectoria, y así satelizar la que fue sonda no tripulada. De hecho, la NASA sostuvo precipitar el “Águila” contra la Luna —con la misión cumplida— para un tanteo sismológico, encubriendo el desastre.
Harto sospechoso es que los únicos problemas técnicos, de odisea tan revesada, sobrevinieran en las transmisiones televisivas; y fuesen tan justos que, para cuando se restableció la señal con la estación más destacada (la australiana, que aun juguete de un vendaval, fue preferida), aquel histrión, con su recitado dicho, ya hubiese hollado un paisaje lunar hawaiano.
Pese al fraude de la soviética Zond 5-B, presuntamente tripulada, tal toma y daca hubo entre americanos y rusos, que a éstos les concedieron bautizar la cara oculta de nuestro satélite.
¿Es necesario puntualizar que las operaciones tortuosas se le encargan al servicio de inteligencia, un Estado dentro de otro?
Pensar que con semejante chatarra se salio siquiera de la atmósfera es de risa .
Habia un dossier de un empleado de 500 paginas sobre las irregularidades del modulo y su imposibilidad de llegar con eso a ningún sitio a dicho empleado se lo cepillaron.
Dejen de insultar a la gente el blindaje de esas naves hace imposible superar las bandas de Van Allen