Published On: Vie, oct 25th, 2013

CREENCIAS Y PSICOLOGIA DE LA PERCEPCION

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Publicado en EOC nº 59

Si “todo depende del cristal con que se mira”; escépticos y creyentes en lo paranormal, ¿podrían estar percibiendo el mundo que les rodea de manera diferente? Estudios realizados en laboratorio parecen demostrar diferencias muy significativas de cómo perciben la realidad aquellas personas que tienen predisposición a creer en los fenómenos paranormales. Por otro lado: ¿es contraproducente que los adolescentes muestren excesiva credulidad por los temas esotéricos?

eoc59Existen estudios muy curiosos, realizados en laboratorio, que demuestran las diferencias de cómo perciben la realidad las personas que creen en los fenómenos paranormales y las que se muestran escépticas en estas cuestiones. 

Así, por ejemplo, en tests de asociación de palabras, los “creyentes” son mucho más rápidos que los escépticos. También muestran mayor capacidad para establecer relaciones metafóricas y asociaciones más originales entre dos palabras diferentes en las que un escéptico no sería capaz de establecer un nexo de unión. Citemos un ejemplo: si presentamos las palabras relámpago y ruido, cualquier persona sería capaz de asociar ambos términos con otra palabra: trueno. Pero, ¿encontraría alguna asociación entre gusano y sofá? Un creyente en lo paranormal tendría menos dificultad para establecer algún tipo de nexo entre palabras que expresan conceptos tan diferentes.

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  Los mismos estudios demuestran cómo los creyentes perciben muchos más conceptos a partir de un estímulo ambiguo: reconocen con más facilidad patrones significativos en modelos aleatorios generados por ordenador; es como si cualquier pretexto trivial tuviera para ellos un significado más profundo[1]. Esto explicaría por qué determinadas personas tienen mayor disposición a ver “caras” donde otros solamente ven simples manchas de humedad, o manifiestan haber protagonizado “casualidades extraordinarias” en episodios que otros no concederían mayor importancia.

En los esquizofrénicos, esta capacidad se dispara hasta límites insospechados, de ahí que manifiesten un estado de constante de paranoia frente a estímulos o circunstancias que nos parecerían insignificantes. Pero, ¡cuidado! Esto no significa que los que creen en lo paranormal necesiten ser ingresados en un psiquiátrico; ni que deban avergonzarse por esta tendencia a establecer relaciones no habituales entre dos términos. Al contrario, precisamente la capacidad para establecer relaciones inéditas entre conceptos diferentes es uno de los rasgos que caracteriza a los genios creativos.

En este sentido, el neuropsiquiatra Peter Brugger (2007) insiste en que “no hemos de confundir la percepción de relaciones paranormales en coincidencias de la vida cotidiana con las asociaciones imprevisibles de los esquizofrénicos. Tampoco puede equipararse la creencia en la telepatía con las ideas delirantes sobre sujetos extraños que se inmiscuyen en los pensamientos propios. Conviene andar con cautela para no considerar las creencias en lo extrasensorial vinculadas a procesos psicológicos”.

  Brugger explica que existe un continuum en el que la neuropsiquiatría debe delimitar las “transiciones fluidas desde un rechazo carente de fantasía de cualquier experimento de tipo parapsicológico hasta un realce de lo esotérico próximo a la locura, pasando por el establecimiento de genuinas relaciones creativas (…). Por desgracia, la psiquiatría actual se centra en una explicación excesivamente unilateral de lo patológico” [2].

La sinapsis de la superstición

  Marcello Spinella y Omar Wain (2005)[3] realizaron un experimento orientado a demostrar si las funciones ejecutivas supuestamente relacionadas con el lóbulo frontal (control de los impulsos, automotivación, razonamiento abstracto y flexibilidad mental) podían relacionarse de algún modo con las creencias supersticiosas, y éstas a su vez con la actitud moral y religiosa. Para ello seleccionaron una muestra de individuos universitarios encontrando que, en consonancia con estudios anteriores, las creencias religiosas se correlacionaban con actitudes morales y creencias supersticiosas (aunque estos dos ámbitos fueran independientes).

Por otro lado, y corroborando la hipótesis inicial, el estudio parece demostrar que la gente con mayores creencias en lo paranormal o supersticioso muestra un menor nivel en las funciones mentales tradicionalmente ligadas al lóbulo frontal: es decir, manifiestan menor autocontrol en sus impulsos y una mayor desorganización en sus razonamientos. Este hallazgo sugiere (siempre según la discutible teoría de Spinella y Wain) que un arraigado pensamiento supersticioso podría implicar cierto grado de disfunción en el córtex prefrontal. Es probable que estos resultados no sean del todo concluyentes, pero sí que son sugerentes de cuál es el perfil de un alto porcentaje de quienes manifiestan excesiva credulidad con las afirmaciones pseudocientíficas.

  James Randi (1982) opina que no necesariamente son las personas con menos cociente intelectual las que comparten una mayor predisposición a creer en lo extraordinario: “La creencia en lo paranormal no está restringida a las personas de intelecto inferior. Uno pensaría que sólo los niños creen en Santa Claus, que las brujas son ilusiones de algunos patanes y que la astrología hace las delicias de algunas personas seniles. No es así. En todo el mundo, ciertas personas ilustradas, educadas e inteligentes abandonan el sentido común y la educación para ir en busca de esas cuestiones (…). La posesión de un ‘elevado coeficiente intelectual’ tiene muchas veces poco que ver con nuestra capacidad para desenvolvernos como un ser racional. Simplemente significa que algunas pruebas imperfectas indican que uno posee un potencial superior al promedio para pensar correctamente” [4].

Sobresaliente en Ocultismo, ¿suspenso en Matemáticas?

  En Alemania occidental, los primeros estudios serios por indagar las verdaderas causas de la atracción que muchos adolescentes sienten por los temas esotéricos se remontan a comienzos de la década de los noventa. La seducción por prácticas como la ouija o las artes adivinatorias se han convertido en una especie de sacerdotisa a la que se entregan un alto porcentaje de jóvenes como válvula de evasión. Un estudio realizado en el país germano en 1993 tras entrevistar a 500 jóvenes de entre 15 y 19 años concluye que los adolescentes con una predisposición esquizoide muestran un mayor interés por todo lo relacionado con lo esotérico[5]. El análisis coincide con las observaciones realizadas pocos años y que también relaciona ciertos rasgos neuróticos de la personalidad con la creencia en la existencia de “fuerzas ocultas”.

  Este tipo de supersticiones permite al adolescente enfrentarse a las crisis emocionales. Citando varios estudios[6], el psiquiatra Gunther Klosinski (2005) sostiene que “el hecho de que los adolescentes se orienten hacia lo esotérico, espiritual y mágico expresa la búsqueda de un sentido de la vida y de valores y objetivos éticos; algo que los ‘adultos’ parecen haber traicionado con su fe en el progreso y su continua aspiración al bienestar. Muchos jóvenes que acuden al ocultismo sufren crisis de sentido de la vida y de desesperanza, con miedo incluso al futuro”[7].

  En el ámbito de la sociedad española, apenas existen estudios realizados. Puede mencionarse un breve muestreo estadístico (no exhaustivo) realizado por el investigador David Zurdo (2004) sobre la audiencia del programa de divulgación esotérica que emite la cadena SER Milenio 3: sus oyentes son mayoritariamente jóvenes, con edades que oscilan entre los 13 y 47 años, con una edad media de 26 años[8]. Otra encuesta realizada entre estudiantes de la ESO en 1999, revela que casi la mitad de los adolescentes cree en los horóscopos y en la astrología y un 22% cree que en lo que dicen quienes afirman contactar con espíritus[9]. Jose Luis Cebollada, profesor de Instituto concluye: “La principal obsesión del adolescente es tener respuesta. No importa que ésta sea coherente, ni cierta; sino bonita”[10].

Hay quienes consideran incluso que hay motivos suficientemente sólidos como para pensar que la creencia exagerada en lo paranormal puede significar un escollo en el desarrollo académico de jóvenes en edad estudiantil. En este sentido, Michael E. Sonntag (2000), profesor de Psicología de la Universidad de Lander en Carolina del Sur (EE.UU) menciona diversos estudios, (tal vez todavía no concluyentes), según los cuales, los estudiantes que manifiestan una abierta creencia en lo paranormal obtienen un peor rendimiento académico e incluso un Cociente Intelectual estadísticamente inferior al de los escépticos. Sostiene que “las creencias paranormales parecen estar relacionadas con un número de atributos socialmente negativos tales como neuroticismo, depresión, bajo nivel educativo y baja inteligencia. Lo cual es consistente con ciertos estereotipos (…) Estos resultados sugieren que una mayor inteligencia y un nivel educativo más alto, particularmente en ciencias sociales y naturales, hace decrecer las creencias en lo paranormal”.  Partiendo de la hipótesis sugerida en investigaciones anteriores, Sonntag se decidió por realizar un análisis estadístico partir de una muestra de 482 alumnos universitarios con objeto de hallar una posible correlación, estadísticamente significativa, entre las siguientes variables: alta creencia en lo paranormal y bajo rendimiento académico. De ser ciertas, las conclusiones de su estudio deberían ser, cuando menos, motivo de preocupación para padres y educadores: “Estos hallazgos sugieren que los estudiantes que creen que fuerzas que escapan a su control guían su comportamiento presentan un rendimiento académico más bajo” [11].

Antonio Luis Moyano

Puedes descargarte EOC nº59 en: http://www.dimensionlimite.com/eoc/EOC_59.pdf



[1] Experimentos llevados a cabo por Peter Brugger en 2001 en la Universidad de Zurich. Cfr. Brugger, P. (2007, julio/agosto). “Pensamiento mágico”. Mente y Cerebro, pp. 36-42. Peter Brugger es director del departamento de Neuropsicología del Hospital Universitario de Zurich y se ha especializado en la investigación sobre la creencia en los fenómenos paranormales.

[2] Cfr. Íbidem.

[3] Cfr. Spinella, M y Wain, O. (2005). “Funciones ejecutivas en la Moralidad, Religión y Creencias Paranormales” Informe no publicado. Cfr. Spinella, M. y Wain, O. (2007, abril/junio). “Las bases neuronales de las creencias morales, religiosas y paranormales”. Pensar, revista iberoamericana para la ciencia y la razón, vol. 4, nº 2, pp. 12-15. Marcello Spinella es profesor de Psicología en la División de Ciencias Sociales y Conductuales en el Richard Stockton Collage de Nueva Jersey. Omar Wain es estudiante graduado en ciencias biomédicas en la University of Medicine and Dentistry de Nueva Jersey (USA).

[4] Cfr. Randi, J. (1982). Fraudes paranormales. Girona: Ediciones Tikal, 1994 pag. 231.

[5] El estudio fue realizado por Jorinde Bär (1993) durante su tesis doctoral en la Facultad de Medicina de la Universidad de Tubinga. Cf. Klosinski, G. (2005). “La atracción del ocultismo en la adolescencia”. Revista Mente y Cerebro, nº 10, (2005, enero/febrero), pag. 79.

[6] Klosinski (2005) cita, entre otros autores, a Johannes Misho (1988) de la Universidad de Friburgo y Werner Helsper (1992) de la Universidad Martin Luther en Halle-Wittenberg.

[7] Cfr. Íbidem. Klosinski es director médico del departamento de Psiquiatría y Psicoterapia de niños y adolescentes en la Universidad de Tubinga.

[8] Se trata de datos extraídos a partir de una muestra de treinta entrevistas que David Zurdo comenta como anécdota. Cfr. Zurdo, D. (2004). Código B: los mensajes que nos oculta la Biblia. Edaf: Madrid, pag. 91.

[9] Cfr. Méndez, R. (2003, 15 de septiembre). “Aulas por el Escepticismo”. El País, pag. 34. La encuesta fue realizada por el sociólogo Javier Elzoy, de la Fundación Santa María.

[10] Cfr. Ibídem. Jose Luis Cebollada es profesor de Física en un Instituto de Cariñena (Zaragoza).

[11] Michael E. Sonntag. Convención de la Asociación Americana de Psicología celebrada en Washington en agosto de 2000. Cfr. Sonntag, M. E. (200). “Ciencias paranormales y rendimiento académico”. Revista trimestral El Escéptico, nº 10, (2000, otoño-invierno), pp.78-80. Sonntag menciona varios estudios que demuestran que los profesores de universidad y los alumnos con mejor rendimiento académico creen menos en fenómenos paranormales. A favor de esta hipótesis cita los siguientes estudios: Vyse (1997), Mecer y Griggs (1989), Pillen, Wildman y Wildman (1974), Otis y Alcock (1982). Sin embargo hay otros estudios que no parecen refrendar estos resultados: Jahoda (1968) o Salter y Routledge (1971).

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