Published On: Dom, nov 3rd, 2013

¿FUE EGIPTO LA CUNA DE LA CIVILIZACION? Sumeria y el mito Anunaki (y II)

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Publicado en EOC nº 67

EOC 67Relacionada con Mesopotamia, en las últimas décadas han ido apareciendo una serie de teorías que divulgan grosso modo la idea de que esta civilización de Medio Oriente tuvo un origen alienígena y que los dioses y semidioses que poblaban su panteón no son mas que los miembros más sobresalientes de sus huestes e incluso híbridos entre esa raza extraterrestre y la nuestra humana. Por supuesto, entre todas estas hipótesis se encuentra la de su regreso con la llegada inminente de su planeta natal, identificado con el Neberu mesopotámico, cerca de nuestra órbita terrestre y el cambio sustancial, casi apocalíptico, que este reencuentro va a suponer para la humanidad.

 No es extraño encontrar teorías de este pelaje relacionadas con las antiguas civilizaciones humanas (la egipcia ha hecho correr ríos de tinta también) de esencia claramente milenarista y que restan el mérito a los humanos de su propio progreso y evolución.

 Hasta cierto punto, es comprensible que la fascinación, asombro y admiración que provocan ciertas civilizaciones antiguas, hagan que la imaginación despierte y engendre teorías que incluso sean necesarias para el impulso investigador. Pero no hay que perder de vista en ningún momento los hechos, las pruebas y el sentido común. En numerosas ocasiones encontramos que los hallazgos desacreditan unas teorías previas para abrir un horizonte, quizás más prosaico, pero no menos trascendental y deslumbrante. Y no se debería olvidar que el objetivo es una reconstrucción, lo más  semejante posible a la realidad, de lo que fueron esas culturas.

 Las cabezas más visibles sobre las hipótesis de ascendencia extraterrestre de la cultura mesopotámica son Anton Parks y el recientemente desaparecido Zechariah Sitchin. Éste último fue el que en realidad prendió la mecha y después de él, otros le siguieron ahondando en sus teorías  hasta cotas delirantes.  Pero es indudable que tras Sitchin la desatendida, a nivel popular, Mesopotamia cobró cierta relevancia entre tanto parlanchín de afanes egiptólogos.

 Zechariah Sitchin, de origen judío nacido en Azerbaiyán, era licenciado en Historia de la Economía por la London School of Economics and Political Science. Ésto no fue óbice para centrarse en la Histora Antigua, en concreto en uno de los mitos del libro de Génesis que más le habían sugestionado desde niño: los Nefilim. A partir de la fuente bíblica, como sabedor de hebreo y otras lenguas semíticas de Oriente Medio, decidió estudiar e investigar por su  cuenta todo lo relacionado con ellos, lo que invariablemente lo dirigió a sus propias raíces culturales: Mesopotamia. Su primer libro, el 12º Planeta fue el pistoletazo de salida para más de una docena de libros donde fue ampliando y pulimentando sus teorías.

 En primer lugar, aclarar que, en líneas generales, las hipótesis de Sitchin están exclusivamente centradas en una visión del cosmos y la tierra de espíritu netamente judeo-cristiano. El vórtice sobre el cual giran sus teorías son pansemíticas e ignoran cualquier tipo de elemento externo (salvo de manera anecdótica y para dar más peso a algunas teorías) a ese horizonte de fragancia a Toráh. No es prudente desdeñar las culturas neolíticas anteriores a los sumerios y que fueron el substrato necesario e indispensable para que Sumer floreciera. Ciertamente todavía se desconoce de dónde vinieron los sumerios, pero cuando aparecieron en Mesopotamia, no hallaron un terreno yermo y tosco: Hassuna-Samarra, Halaf, El Obeid.

 Tampoco es oportuno olvidar la cultura de la Vieja Europa (comprendida entre el VI – IV milenio a. C ), propuesta e investigada por la antropóloga lituana Marija Gimbutas, que aunque no estuvo situada en la cuenca del Tigris y Éufrates sino en la península balcánica, sí medró y brilló de tal manera, que hogaño se está considerando si no fue ésta cultura la que en realidad ofreció el primer sistema de escritura a la humanidad 2000 años antes de la cuneiforme mesopotámica. Su rastro incluso se puede percibir en la escritura Lineal A cretense.

 La cultura de la Vieja Europa, anterior a las invasiones indoeuropeas que supusieron su desaparición casi sin dejar rastro, estaba bien desarrollada, de tipo agrícola, matriarcal y pacífica. La religión era el corazón de esta sociedad, donde se adoraba a una diosa madre de nombre posiblemente Ana o Dana. Concebían este mundo separado del Más Allá por una barrera de agua que los muertos atravesaban en un barco. Este Más Allá era situado al Oeste y se consideraba un lugar placentero y feliz. Poseían un comercio próspero, utilizaban el cobre y el oro para fabricar utensilios y diversos adornos (probablemente el flujo de objetos mediante el comercio de la Vieja Europa hacia el exterior fue el que espoleó la irrupción de los indoeuropeos en su territorio) y sus ciudades no estaban situadas en lugares especialmente estratégicos ni tampoco con propósitos bélicos: estaban sin fortificar.

 ¿Qué lugar ocupan, dentro de las hipótesis de Sitchin, estas culturas neolíticas? Parece que ninguno. El enfoque entonces no es el más adecuado para una investigación objetiva y desapasionada. Todas sus traducciones y conclusiones además, van dirigidas únicamente a justificar una serie de hipótesis previas, por lo que no pueden evitar ser tendenciosas y dislocar en numerosas ocasiones una interpretación más cabal y precisa.  Reza el dicho italiano: Traduttore, traditore.

 Bien conocen esa máxima los que se hayan dedicado a traducir. Si en las lenguas modernas se hace relativamente complicado, no hay que ser muy imaginativo para percatarse de lo que es traducir una lengua muerta (y huérfana en el caso del sumerio) cuando a veces los datos que pueden auxiliar para afinar simplemente no existen. Para hacer una buena traducción hay que conocer en profundidad la cultura, sociedad, política, economía, etc. del pueblo protagonista.  

 El contexto es esencial e indispensable para poder realizar un trabajo fidedigno y provechoso, si se prescinde de él, el resultado no será leal con el espíritu del autor y/o pueblo al que pertenezca. Es construir una mentira, tergiversar. Así la pareidolia y los anacronismos, entre otras barrabasadas, campan a sus anchas.  Pero en el caso del sumerio y acadio, tenemos una enorme ventaja: los propios escribas de la época nos legaron, entre las miles de tablillas encontradas, unas muy especiales que los historiadores denominan Listas de Léxico, donde se explica detalladamente de manera bilingüe (sumerio-acadio) cómo escribir correctamente, con los símbolos cuneiformes adecuados a su significado, palabras y signos. Listas donde aparecen profesiones, herramientas, animales domésticos y silvestres, árboles, ropas, plantas, accidentes geográficos, estrellas… Estas Listas de Léxico han sido desde su descubrimiento en el s. XIX, imprescindibles para los asiriólogos en sus estudios. Su gran valor es indiscutible, ya que son los propios mesopotámicos los que ilustran a la posteridad sobre sus lenguas creando diccionarios.  Zechariah Sitchin prescindió de estas fuentes fundamentales para sus obras. Si hubiera recurrido a ellas, evidentemente no habría escrito los libros que publicó. Dejamos constancia de que no consideramos un mentiroso a Sitchin, no estamos tratando lo que podría haber sido su intención, pero sí creemos que sus hipótesis carecen de verosimilitud y que se sigan divulgando como plausibles, hacen más mal que bien, crean equívocos entre lectores no especializados y falsean la realidad. Ya en su momento, estas teorías causaron revuelo y tras ser deliberadas en los círculos académicos, fueron rechazadas unánimemente.

 La obra de Sitchin es amplia, el espacio que tenemos aquí no lo es tanto y tampoco deseamos comenzar una diatriba árida y aburrida donde pormenorizar y objetar cada detalle de sus libros. Y  hay muchas inexactitudes y confusiones que harían sonrojar a un asiriólogo. Pero sí podemos destacar un ejemplo hialino que, al sacar a la luz, desestabiliza seriamente sus teorías  convirtiéndolas en un genuino gigante con pies de barro.

 El misterio de Neberu

Sitchin fue el que reavivó la idea de Percival Lowell de la existencia de un planeta transneptuniano, el Planeta X, al que denominó, según sus interpretaciones de ciertas tablillas sumerias y acadias, Neberu. No podemos olvidar mencionar otras teorías similares, como las del fundador de La Iglesia de los Santos de los Últimos Días (mormonismo) Joseph Smith y el planeta de los dioses Kolob; o el llamado planeta rojo o Hercólubus, invención del gnóstico Joaquín Amortegui Valbuena alias Maestro Rabolú.

 Este Neberu, según las hipótesis de Sitchin, sería un planeta gigante (¿una enana marrón?) perteneciente a nuestro sistema solar, de órbita muy excéntrica y hogar de los Anunnaki, raza alienígena responsable del nacimiento de la civilización de Sumer y por prolongación, protectora y custodia de la acadia, asiria y babilonia. La frecuencia con la que Neberu pasaría cerca de nuestro planeta sería de 3600 años, permitiendo a sus habitantes contactar con nosotros, los terráqueos. Según Sitchin, ellos fueron los primeros dioses de la Humanidad y basa parte de esta teoría en su interpretación personal de varias fuentes históricas.

 Para empezar, el sistema cosmológico mesopotámico no era heliocéntrico e incluía sólo cinco planetas (siete con la luna y el sol). El sello cilíndrico en el que Sitchin se basa para afirmar que en realidad los sumerios sí conocían más planetas de los cinco que todos los registros históricos testifican, es el siguiente:

cilindro1

En él aparece en la parte superior izquierda, la representación de un cuerpo celeste (una estrella) rodeado de once astros más de tamaño menor. Sitchin interpreta incorrectamente que esa estrella principal es el sol con el resto de los planetas orbitando a su alrededor. La iconografía sumero-mesopotamia es muy clara al respecto: el sol o Utu/Samash no era representado así. Su símbolo, reproducido generosamente a lo largo de los siglos, era éste:

Decani_Monasterio_-_05

 El astro que aparece en el sello VA243, era la representación común general de una estrella, que podía aparecer con cinco, seis u ocho puntas. La de este sello es, con toda seguridad y en opinión de los expertos, una representación de la constelación de las Pléyades.

 Las tablillas cuneiformes en las que aparece la palabra neberu además, no siempre se refieren a un cuerpo celeste y el significado que se le asigna depende por completo del contexto.

 

Según las tablas halladas de momento, neberu se refiere a un lugar de paso, de enlace, donde se cruzan caminos, se encuentra de hecho con ese significado en batallas, como nombre de una aldea y para explicar la tarifa que se le pagaba a un barquero para cruzar de una orilla a otra en un río. Cuando neberu designa un astro, directamente pasa a ser un dios (Marduk), planeta-deidad (Júpiter-Marduk) o cuerpo celeste (Mercurio, Estrella Polar). Sigue manteniendo la noción de encrucijada (es su etimología), pero como emplazamiento, lugar fijo, no es el planeta el que cruza. Además en ninguna tablilla Neberu es identificado como un planeta errante transneptuniano. Y mucho menos se indica o sugiere en ninguna fuente histórica que este planeta Neberu (Júpiter) esté “habitado” por nadie, y menos por Anunnaki.

  ¿Y la astronomía? ¿Qué nos dice la astronomía respecto a la existencia de un objeto transneptuniano con las características que cita Zechariah Sitchin?

 En las últimas décadas, el descubrimiento de nuevos cuerpos celestes más allá de la órbita de Neptuno se ha convertido en una tónica: Sedna, Quaoar, Eris, Varuna… pero ninguno de ellos es capaz de albergar vida o acercarse a nuestra órbita terrestre, amén de que se tratan de planetoides de tamaño mucho más reducido que el de nuestra propia Tierra, así que su masa es imposible que afecte las órbitas de otros planetas. Ninguno cumple los requisitos para ser candidato a Planeta X o Neberu.

  Otros datos que pudieran hacer pensar en la existencia de un planeta así, como las aparentes discrepancias percibidas en las órbitas de Urano y Neptuno, gracias a la labor de la sonda Voyager 2 a principios de los años 90, fueron resueltas ya que no se trataba de un astro desconocido  produciéndolas, sino de un error al calcular la masa de Neptuno.

  En la actualidad la búsqueda de un hipotético planeta masivo y esquivo perteneciente a nuestro Sistema Solar está desestimada puesto que la comunidad astronómica internacional considera que no existe un astro así.

  El atribuir el advenimiento de los Anunnaki a la llegada de próximos cometas, justificar la existencia de Neberu a través de las hipotéticas estrella Némesis, planeta Tyché (hasta mediados del 2012 no se podrá confirmar su existencia real y si así fuese, no podría albergar vida alguna ni su órbita se acercaría y mucho menos interceptaría la nuestra en ningún momento) u otros objetos celestes, no pertenece ya al terreno de las Matemáticas o la Astronomía, son elucubraciones que no se sostienen científicamente y cuyo lugar está en realidad entre el de las creencias, no los hechos.

  Beatriz Erlanz

 

Nota: La autora agradece a Carlos Ollés y a Sonia Pasamar su colaboración para la realización de estos artículos.

 Puedes descargarte EOC nº 67 en: http://www.dimensionlimite.com/eoc/EOC_67.pdf

Displaying 1 Comments
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  1. Oscar dice:

    Deseo agradecer tan excelente nota, aunque quedé con ganas de conocer las credenciales de Anton Parks, puesto que no le muestra querida Erlanz!!

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