Published On: Vie, dic 26th, 2014

RECUERDOS DE TUOL SLENG

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Publicado en EOC nº 77

tuol sleng 6 (2)Mucho se ha hablado y escrito sobre la infamia y dureza de los campos de concentración nazis, así como de otros conflictos ligeramente parecidos que marcaron a fuego, en nuestra historia, lo peor que la condición humana puede llegar a dar de sí. Pero sin duda existieron infiernos históricos de los que poco o casi nada se sabe a nivel popular en nuestro mundo occidental. Nuestra compañera Beatriz Erlanz ha recorrido in situ uno de ellos y nos cuenta, con todo lujo de necesarios y tremebundos detalles, lo que allí pasó. He aquí, en exclusiva para EOC, el documento de un suceso del todo estremecedor. Y por desgracia, real. Demasiado real. 

El croma es muy rudimentario y las imágenes de fondo, con personas jugando al balón en la playa, están pixeladas. La música que suena parece como una especie de electro-latino. Los presentadores son jóvenes y sonríen mucho. No entiendo nada de lo que dicen y, a veces, unas voces telefónicas lloran con fuerza.

Estoy en Camboya, alojada en un hotel de lujo viendo en un televisor de alta definición un programa emitido en analógico. Un programa donde personas piden ayuda para encontrar a sus familiares, amigos, amantes y vecinos. Un programa que intenta cicatrizar una pequeña parte de esa descomunal herida que fue el Genocidio Camboyano. Una de las peores, a la par que más desconocidas, masacres de la humanidad.

Camboya es un país resquebrajado, todavía estupefacto, ante la hecatombe que sufrió a manos de Pol Pot. Un país que compra la energía a precio de oro a Tailandia, un país donde la electricidad no existe para la mayoría de la población; tampoco el agua corriente y que sufre inundaciones anuales en las que las epidemias reinan con poder absoluto.

Camino por las calles que rodean el hotel. Solo las principales están asfaltadas, en las demás corren niños descalzos en el barro y en los bancos de los prostíbulos, iluminados con bombillas de colores, se sientan, adormiladas, mujeres demasiado jóvenes.tuol sleng 2 (2)

El país sigue sumido en la posguerra. Pobreza, desempleo, corrupción política, ausencia de las infraestructuras más básicas para la población… El visitante que quiera mantener los ojos un poco abiertos, aunque esté protegido en su burbuja de dólares (es la moneda de facto del país, el riel es una broma), percibe las terribles consecuencias del Régimen de los Jemeres Rojos en cada rincón, en cada sonrisa. No hay camboyano vivo que no tenga, como mínimo, a un familiar cercano asesinado o desaparecido. Y es que, entre 1975 y 1979, murió más de la cuarta parte de la población del país: 2 millones y medio de personas. Y para el recuerdo de estas atrocidades, el que fue uno de los más de 150 centros de tortura y exterminio, el S-21, fue convertido en museo en 1980: el Museo de los Crímenes Genocidas de Tuol Sleng.

La Colina de la Estricnina

Tuol Sleng significa en camboyano “La colina de los árboles venenosos”. Se encuentra en la capital, Nom Pen, y en su origen era un colegio. Un colegio.

La realidad siempre supera a la ficción, y tras la Caída de Nom Pen en abril de 1975, la escuela Chao Ponhea Yat se convirtió en un centro de interrogatorios y prisión del régimen de Pol Pot. La Prisión de Seguridad 21 (S-21) era una unidad secreta, y por ella pasaron más de 19.000 personas de las cuales solo sobrevivieron 12. Se vigilaban estrechamente los alrededores de sus instalaciones, la documentación que generaba se destruía sistemáticamente, los arrestados eran trasladados con los ojos vendados y su eliminación posterior aseguraba la opacidad del lugar; los altos mandos nunca se referían a ella y si se la aludía, era de manera escasa y tangencial bajo el nombre de “la Oficina”.

Los cinco edificios del complejo sufrieron las remodelaciones necesarias para hacer del antiguo espacio educativo un centro de sufrimiento y muerte. La S-21 era uno de esos lugares que los campesinos denominaban konlaeng choul ot cheng: “sitio donde se entra pero no se sale”.tuol sleng 4 (2)

Cualquiera podía acabar en la S-21, de hecho algunos de sus guardianes terminaron siendo también prisioneros. Hombres, mujeres, ancianos, niños, bebés, extranjeros… bajo la consigna de la búsqueda del enemigo oculto, todo el mundo podía ser considerado un traidor. Llevar gafas, hablar un idioma extranjero, saber leer y escribir o tener un título universitario eran motivos de peso para ser detenido y llevado a la S-21.

Sus funcionarios llevaban un protocolo minucioso y metódico de los prisioneros que llegaban. A todos los fotografiaban al llegar, durante su tortura y después de su ajusticiamiento. Las torturas en los interrogatorios eran indispensables para lograr la confesión del reo. Confesión que tenía que ser minuciosa y explícita; en escrupuloso orden cronológico y con una lista de nombres de cómplices.

Pero la realidad es que los prisioneros eran golpeados y martirizados de manera regular y arbitraria. La vida media entre sus paredes era de dos meses y medio. Muchos murieron a consecuencia de las propias torturas o las condiciones insalubres del lugar; unos cuantos consiguieron suicidarse, otros directamente fueron asesinados. En todo caso no eran muertes rápidas. Al principio eran ejecutados en la propia S-21, pero a finales de 1976, al quedarse sin espacio para más fosas comunes dado el ritmo de muertes (unas 300 diarias), los presos eran transportados a 17 kilómetros al sur de Nom Pen, a Choeung Ek. En Choeung Ek eran obligados muchas veces a cavar sus propias tumbas, y por la escasez de munición, eran ejecutados a machetazos, golpes con varas de bambú o piquetas de hierro. A los bebés los estrellaban contra los árboles. Choeung Ek es el más célebre de los Killing Fields o Campos de la Muerte que hay diseminados por Camboya. Casi 9000 personas se han encontrado en sus fosas comunes; actualmente hay una stupa en honor de las víctimas que contiene 5000 cráneos. Si uno mira al suelo mientras camina por Choeung Ek, es probable que todavía se tope con dientes o fragmentos de huesos humanos.

“Debes responder inmediatamente mis preguntas sin perder tiempo en pensar nada”

Este es el cuarto mandamiento del decálogo que regía en la S-21. Este “Reglamento de seguridad” era el siguiente:

1 – Debes responder exactamente a mi pregunta. No la eludas.

2 – No intentes ocultar los hechos mediante pretextos hipócritas. Tienes estrictamente prohibido replicarme.

3 – No actúes como un imbécil porque eres tú el tipo que osa boicotear la Revolución.

4 -  Debes responder inmediatamente mis preguntas sin perder tiempo en pensar nada.

5 – No me hables de tus inmoralidades. Tampoco te atrevas a hablar de la esencia de la Revolución.

6 – Mientras se te golpee o electrocute, no debes gritar nada.

7 – No hagas nada, siéntate tranquilo y espera mis órdenes. Si no te ordeno nada, mantente callado. Cuando te pida hacer algo, debes hacerlo inmediatamente sin protestar.

8 – No pongas de excusa a la Kampuchea Democrática para ocultar tus secretos o traición.

9 – Si no cumples todas estas normas expuestas, serás azotado, golpeado y electrocutado.

10 – Si desobedeces cualquier punto de este mi Reglamento, recibirás 10 latigazos o 5 descargas eléctricas.

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Aunque en este infame decálogo se habla de golpear y choque eléctrico, los métodos de tortura eran más imaginativos. Arrancar uñas, privación de sueño, aplicación de hierros candentes, ahorcamiento, ingesta de los propios excrementos, aislamiento en celdas de 1 metro de ancho por 2 de alto, violación, asfixia con bolsas de plástico o manteniendo la cabeza en calderos llenos de agua, así como el uso de la técnica del “Submarino”. Los prisioneros más conflictivos eran desollados vivos.

La unidad médica de la S-21 no estaba conformada por profesionales de la salud, lo que hacía imposible la supervivencia; aunque sí se dedicaba a “experimentar” con algunos reclusos, a los cuales abrían en canal y evisceraban sin anestesia o los desangraban mediante bombas de succión intravenosas.

El valiente que desee visitar Tuol Sleng, se encontrará con un lugar donde parece que no ha pasado el tiempo. Las instalaciones permanecen preservadas igual que cuando fueron abandonadas. Miles de fotos en blanco y negro, desde el suelo hasta el techo, cubren las paredes de las salas. Miles de fotos de los propios registros de la S-21. Algunas habitaciones contienen instrumentos de tortura, otras solitarias camas de hierro, en muchas hay colgadas pinturas de uno de los supervivientes, Vann Nath, cuya pericia pictórica le salvó la vida y le permitió plasmar las atrocidades que presenció. Porque recordemos, solo 12 personas sobrevivieron; 5 de ellas niños, que se escondieron tras una montaña de ropa sucia.

En enero de 1979, cuando Nom Pen fue ocupada por el ejército de Vietnam, antes de desalojar la S-21 y huir, el director del centro por entonces, Duch, ordenó la ejecución de todos los prisioneros. Y lo que encontró el fotógrafo de guerra vietnamita Hồ Văn Tây cuando llegó ahí, también está colgado en algunas de las habitaciones de este recinto: cadáveres en estado de descomposición encadenados a sus camas.

¿Quién pudo ser capaz de hacer esto?

tuol sleng 5 (2)La S-21 se mantenía mediante el trabajo de 1720 personas, de las cuales 300 eran personal de oficina, guardias e interrogadores. Las secciones o departamentos en los que se distribuían las diferentes actividades eran 10; e incluían desde labores administrativas, fotografía, documentación, defensa hasta tres tipos diferentes de interrogatorios, graduales en salvajismo. Los interrogadores solían ser jóvenes en la veintena y con estudios.

La unidad de defensa era la más grande y estaba conformada básicamente por adolescentes. Seguían una normativa muy estricta que no debían desobedecer jamás so pena de encarcelamiento, interrogatorio y muerte. No podían hablar con los reclusos ni golpearlos; tampoco podían presenciar interrogatorios. Todos los prisioneros eran considerados sin excepción “enemigos de la revolución”, con lo que mantener contacto con alguno de ellos o mostrar simpatía se consideraba alta traición.

La mayoría de los trabajadores en la S-21 eran sometidos a una disciplina implacable y vivían aterrorizados por cometer algún error. No era un temor infundado, ya que algunos de ellos acababan presos por ser perezosos en la preparación de documentos o estropear maquinaria. Aunque no todos estaban tan asustados. Algunos medraron en ese infierno, como es el caso del guardia Him Huy, que ascendió a causa de que a sus jefes los iban matando, llegando a ser el encargado principal de la seguridad de la prisión. Su mujer, Prak Khoeun, estaba al mando de las unidades de interrogatorios.

Pero el personaje que estuvo detrás en realidad de la S-21 fue un maestro de matemáticas, Kang Kek Iev, más conocido como el mentado camarada Duch. Fue su director la mayor parte del tiempo que el centro estuvo en activo, organizándolo y estructurándolo de manera letalmente eficaz. Fue el responsable directo de las brutalidades cometidas en la S-21.

¿Y qué ha pasado? ¿Qué ha sido de esta gentuza?

Una historia sin finVann (2)

Después de los Jemeres Rojos, la historia de Camboya no ha sido fácil. En 1980, entonces  República Popular de Kampuchea, se enfrentaba a una realidad donde el país estaba sumido en el más total desastre y con la mayor parte de sus profesionales e intelectuales asesinados o exiliados. La Guerra Fría ayudó a que los principales líderes de los Jemeres Rojos, entre ellos Pol Pot o su lugarteniente Ta Mok, pudieran recibir apoyo por parte de Estados Unidos y sobrevivir al noroeste del país cerca de la frontera tailandesa. Entonces pasó el tiempo y Camboya levantó cabeza levemente, se convirtió en 1993 en una monarquía constitucional. Y ese mismo paso del tiempo hizo que los crímenes cometidos y sus perpetradores quedaran impunes: Pol Pot murió en 1998 a los 73 años y se abrió un proceso de amnistía a los Jemeres Rojos, en búsqueda de paz, en búsqueda de cierto olvido.

Pero fue la comunidad internacional la que presionó a Camboya para que se actuara judicialmente contra las aberraciones de los Jemeres Rojos, que percibía cómo el país era incapaz todavía de reaccionar a causa de la pobreza y la corrupción. Así que en 2006 se constituye, bajo los auspicios de la ONU, el Tribunal para el genocidio camboyano. De carácter mixto, contribuyen en él Camboya, Polonia, Alemania, Nueva Zelanda, Japón, Francia, Canadá, Australia y Sri Lanka entre otros países.

Muchos de los sospechosos y posibles acusados ya están muertos: Ta Mok, Son Sen, Pol Pot, Khieu Ponnary. Pero otros, aunque fueron anteriormente amnistiados, se encuentran arrestados: Ieng Sary, Khieu Samphan, Ieng Thirith… y, por supuesto, el camarada Duch, que tras vivir escondido con su familia en un pueblo trabajando de maestro con una identidad oculta, fue finalmente juzgado en 2012 y condenado a cadena perpetua. Su juicio, que comenzó en 2009, fue el primero que se realizó en contra de un líder de los Jemeres Rojos tras 30 años de su caída del poder.

La justicia es lenta y esperemos que sea implacable con los culpables. No se están juzgando en ese Tribunal simplemente las barbaridades cometidas en un pequeño país perdido de Asia. Esas monstruosidades cometidas pertenecen a toda la especie humana. No son una excepción perdida en el tiempo, sucedieron como quien dice ayer, y no deben olvidarse. Para ello sigue en pie Tuol Sleng.

Beatriz Erlanz

www.tabulaesmeraldina.blogspot.com

 Descárgate gratis EOC nº 77 completo aquí: http://elojocritico.info/wp-content/uploads/2014/12/EOC-77-PDF.pdf

 

 

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