Published On: Mar, abr 8th, 2014

OCHATE: FIN DEL MISTERIO

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Publicado en EOC nº 75

Han pasado 32 años desde que el llamado pueblo maldito de Ochate fuera colocado en el mapa del misterio de nuestro país convirtiéndose en todo un icono de referencia para aficionados e investigadores de lo paranormal. A la altura de lugares tan famosos como Belchite o Bélmez de la Moraleda, el pueblo de Ochate viene siendo visitado por numerosas personas cuyas experiencias y testimonios se van sumando a todo un amplio abanico de fenómenos extraños que se supone ocurren entre sus ruinas. El objetivo del presente trabajo no va a consistir en analizar esos supuestos fenómenos extraños que se atribuyen al despoblado, considero que los testimonios son muy subjetivos y pueden estar sujetos a cualquier interpretación probablemente lógica, y sobre todo cargados de una gran dosis de sugestión y de predisposición a lo inexplicado por la fama que ha adquirido el lugar, y mucho más si transcurren en plena noche y en medio del campo.

La intención es plantear dudas más que razonables basándome en documentación y en la investigación en archivos históricos analizando la historia oficial que ha convertido a Ochate en un pueblo maldito; lo que implica a pensar que si a un enclave se le otorga de manera falsa un pasado enigmático y trágico ¿se puede llegar a crear un lugar fascinante donde se favorezca la creencia en que suceden sucesos insólitos?

Un valor añadido a una investigación de estas características es el haber vivido personalmente los años en que se generó el fenómeno de Ochate y haber conocido a la  mayoría de los personajes, tanto investigadores como testigos, que ya forman parte de su singular historia, ya que de esta manera se sabe de primera mano el relato original de ciertos sucesos que con el paso del tiempo se han ido tergiversando.

La peculiaridad de que la situación geográfica de Ochate corresponda a la provincia de Álava, a unos 15 km de Vitoria, pero que al ubicarse en el Condado de Treviño administrativamente dependa de Burgos, ha implicado que los archivos históricos a consultar sean de ambas provincias. Y precisamente para llegar a las críticas conclusiones de esta investigación creo necesario el comenzar por el principio. Cuando el pueblo maldito de Ochate se dio a conocer, e incluso de cómo anteriormente el citado Condado de Treviño saltaba a las portadas del mundo del misterio por un avistamiento que ya forma parte de los clásicos de la ufología de la década de los 80.

EL OVNI DE TREVIÑO.

En10259730_273897419451258_2020584606376088166_n enero de 1982 en el nº57 de la desaparecida revista “Mundo Desconocido” uno de los titulares que ilustraba su portada era “Ovni en Treviño”, ocupando toda su extensión con la fotografía del avistamiento. Al ser un artículo firmado por J.J Benítez se le dio bastante relevancia al asunto, e incluso afirmaba

de manera categórica que se trataba de una “nave extraterrestre” fotografiada el 24 de julio de 1981.  A día de hoy este avistamiento se llega a ubicar en el pueblo de Ochate, pero en aquella fecha aún no se había hablado del pueblo, ni en el artículo de Benítez tampoco se menciona, ya que el acontecimiento ufológico ocurría en las cercanías de la localidad de Aguillo. El autor de la fotografía fue Prudencio Muguruza un empleado de la Caja de Ahorros de Vitoria que a raíz del avistamiento deja su trabajo para convertirse en “parapsicólogo” y director del Instituto de Parapsicología de Euskadi con sede en una céntrica calle de Vitoria.

Sin detenernos demasiado en este avistamiento creo conveniente comentar algunos detalles que llaman la atención como es que el carrete de la cámara no fue revelado hasta dos meses después de tan “aparatoso” encuentro. Es llamativa la poca curiosidad de un testigo al observar esa especie de “bola de fuego” y captarla con su cámara fotográfica, cuando lo normal hubiera sido revelarla inmediatamente para comprobar tal anomalía en los cielos treviñenses.  También he podido escuchar la versión de los hechos en numerosas ocasiones a la hora de colaborar con los medios de comunicación, y con el paso del tiempo su relato no ha guardado coherencia en sus datos, al incluir distintos detalles en las distintas versiones. Benítez en el citado artículo habla de unos análisis contundentes sobre la veracidad del avistamiento, los cuales nunca han sido divulgados, actitud singular teniendo en cuenta que supuestamente se trataba de informes de la mismísima Nasa y de la Universidad de Lejona. Ni siquiera fueron utilizados para acallar las críticas opiniones al respecto que el más popular divulgador de la época, Antonio José Alés, vertió sobre el caso en el programa “Medianoche” al poner en duda su autenticidad.

LA MALDICION.

Pocos meses después en la edición de abril de la citada revista “Mundo Desconocido”, Prudencio Muguruza publicaba un reportaje bajo el título “Luces en la Puerta Secreta”, donde se relataba la trágica historia que acabó con el pueblo de Ochate y cómo en la zona se acumulaban sucesos extraños marcada por ese dramático final.10247279_273897536117913_7241376509628537371_n

Muguruza hablaba de cómo en los años 1860, 1864 y 1870 el pueblo había sido asolado por tres epidemias de viruela, tifus y cólera. Unas epidemias que solamente habían afectado a Ochate sin que los pueblos cercanos como San Vicentejo, Imiruri, Ajarte…hubieran sufrido ni el más mínimo síntoma a pesar de estar a escasos kilómetros. La historia cobraba tintes macabros al asegurar que dada la gran mortandad de sus habitantes, fue necesario el enterrar los cadáveres en una ladera cercana al quedarse pequeño su cementerio, teniendo que huir los supervivientes para no correr igual suerte. Desde entonces  Ochate fue conocido como  el pueblo maldito.

En más de una ocasión he tenido la oportunidad de preguntarle a Prudencio Muguruza por las fuentes de donde obtuvo la información histórica de las epidemias, y la repuesta obtenida siempre fue que de los archivos del Obispado de Vitoria y de Calahorra, aunque parte de esa información se había quemado en algún incendio, incendio que no sabía precisar. También los testimonios de los ancianos de la zona le confirmaron las funestas epidemias.

Al respecto añadir que en el archivo del Obispado de Vitoria tanto el que escribe estas líneas como posteriormente investigadores como Antonio Arroyo y Julio Corral, autores del libro “Ochate: realidad y leyenda del pueblo maldito”, nunca encontramos esos datos que sustentaran la historia de Muguruza. En cuanto a la tradición oral de la zona tuvimos la suerte de conocer a uno de los últimos habitantes del pueblo de Ochate, el Sr. José Aranguiz Salazar, quién al poco de nacer se trasladó con sus padres a Ochate hasta 1931 cuando contaba con 8 años, marchándose después al pueblo contiguo de Imiruri a trabajar como pastor, por lo que de alguna manera siguió en contacto con lo que acontecía en Ochate. Totalmente sorprendido por la fama de maldito y paranormal que tenía su pueblo, argumentaba que su despoblamiento fue debido a las duras condiciones agrícolas y climatológicas, hecho que situaba en algún año anterior a la guerra civil española.

En el citado libro sobre Ochate (Editorial Aguilar.2007) se incluye una entrevista a Prudencio Muguruza efectuada en Bilbao en noviembre del 2005, donde concluyendo la conversación se le pregunta que si le gustaría decir algo que no hubiera contado nunca sobre Ochate y la respuesta fue la siguiente: “Lo que os he comentado: que no creo que allí hubiese epidemias. Aunque venía reflejado (en los archivos del Obispado) y yo lo ví, que había ocurrido y que habían muerto todos, estoy convencido de que no fueron epidemias. Yo creo que allí sucedió algo grave para que murieran todos, algo relacionado con aquella puerta secreta…Sé que algo extraño pasó.”

Esta contestación hecha por la persona que sacó a la luz el tema de Ochate y sus epidemias,  cuestionando la realidad de las mismas, parece haber pasado totalmente desapercibida, ya que se continua divulgando la misma versión publicada en la década de los ochenta.

ANALISIS HISTORICO.1978748_273897706117896_1857305451545652658_n

La búsqueda de la información histórica que refleja el artículo “Luces en la puerta secreta” siempre y hasta la fecha ha resultado infructuosa. En ningún archivo ya sea de la provincia de Álava o de Burgos vienen detalladas epidemias tan dramáticas y selectivas como las supuestamente ocurridas en Ochate. Y además teniendo en cuenta que las fechas de su ocurrencia son relativamente cercanas, ya que hablar de hace 154 años en términos históricos es hablar de un período temporal muy cercano a nuestros días, y encima la situación del lugar es muy próxima a una capital de provincia como es Vitoria y perteneciente a una administración comarcal bien organizada, así que no se trata de un lugar remoto y solitario. Con estos dos aspectos quiero recalcar que en un análisis histórico de la zona  se puede contar con una amplia documentación, al contar con censos, catastros, actas sacramentales, archivos notariales, registros de defunciones y bibliografía sobre las epidemias de la zona.

A finales de los años 90 y con el propósito de ampliar la historia del pueblo de Ochate comencé a recopilar toda su información posible a nivel histórico intentando confirmar la versión de las epidemias. Hasta la fecha tanto divulgadores como investigadores, entre los que me incluyo, nos habíamos basado en los datos de la revista “Mundo Desconocido” sin ponerlos en duda y admitiéndolos como ciertos. Nadie se había molestado en confirmar o ampliar su historia y todo lo publicado hasta la fecha continuaba alimentando la maldición del despoblado. Desde las primeras búsquedas entre los legajos y documentos de los archivos, se fue confirmando que tal historia “maldita” parecía no tener ninguna base documental, ya que no había ni rastro de la desaparición de la aldea por tales singulares epidemias.

Uno de los primeros datos que llama la atención sobre Ochate y que se convierte en un referente sobre su posible final en los años 30, es que en 1295 ya sufrió un abandono debido a las tierras poco productivas y a las duras condiciones climatológicas; posteriormente en 1522 fue ocupado de nuevo, resurgiendo y convirtiéndose en un importante núcleo rural. Datos que se recogen en el libro “Álava en la baja Edad Media” del historiador José Ramón Díaz de Durana.

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Un documento revelador que choca de lleno con la historia oficial del aniquilamiento del pueblo lo tenemos en la publicación con la extensa denominación de “Diccionario Geográfico, Estadístico, Histórico, Biográfico, Postal, Municipal, Militar, Marítimo y Eclesiástico de España” dirigido por Pablo Riera y Sans, en cuyo tomo séptimo y en la página 760 viene reflejada la población de Ochate con una descripción de la aldea, su número de habitantes, edificios y demás datos agrícolas, ganaderos y climatológicos. Esta publicación está fechada en 1885, 15 años después de la última epidemia que supuestamente hizo desaparecer a Ochate, por lo que se puede afirmar objetivamente que no es cierto que 1870 fuera el final del pueblo.  Entre otros documentos que también anulan este dato son los numerosos folios que conforman el registro notarial del pueblo en el período posterior fechado entre 1870 y 1875, o el amplio registro de nacimientos, matrimonios, y defunciones de los habitantes que durante los próximos 60 años formaron parte de Ochate.

Hay que aclarar que tampoco se está diciendo que en Ochate y en el Condado de Treviño no se hubieran producido epidemias. Estamos hablando de unos años en que tanto los pueblos alaveses como los burgaleses y podemos decir en los de toda España en general se sufrieron brotes epidémicos dadas las condiciones de vida del momento; pero sin embargo en Ochate la incidencia según la documentación encontrada fue muy normal e incluso más baja respecto a los pueblos de su entorno. Durante la famosa década maldita (1860-1870) los registros conjuntos de Imiruri y Ochate reflejan un total de trece fallecimientos por esta causa. Así que de una manera contundente se puede descartar de nuevo la idea de una gran mortandad originada por epidemias. Añadir que la gran pandemia de gripe española de 1918 también afectó a Ochate, pero los registros únicamente recogen el fallecimiento de una mujer de mediana edad por tal motivo.

Más datos históricos a cerca de las epidemias  los encontramos en el libro “El cólera en Álava” del médico  Pedro Manuel Ramos Calvo publicado por la Diputación Foral de Álava en 1986. Epidemias que tuvieron su impacto social en 1816 con el tifus, de viruela en 1849, y tres de cólera en 1835, 1855 y 1885. Esta información continúa ratificando la existencia de epidemias en Álava y en el Condado de Treviño, y la total ausencia de núcleos rurales devastados por completo.

En 1852 el colindante pueblo de Imiruri  se unificó con el de Ochate por lo que toda la documentación administrativa y eclesiástica expone en conjunto la actividad de ambas aldeas. Las visitas pastorales al respecto que se han hallado en el archivo del Obispado Vitoriano que datan de años como 1901 y 1909 continúan narrando una vida completamente normal en los dos pueblos. Escritos firmados por las autoridades eclesiásticas de la zona donde se manifiestan los nacimientos, casamientos y defunciones. Por lo que una vez más existen legajos históricos sobre la vida rural en Ochate muy posterior a 1870.10001402_273897999451200_3943841900288432807_n

Con toda la información histórica que se ha detallado y el clave testimonio del citado último habitante de Ochate, se puede aseverar que el despoblamiento definitivo del pueblo fue alrededor de 1930. Los motivos, nada misteriosos ni malditos, sino los habituales de cuando desaparece un pueblo, como tantos lo han vivido en nuestra geografía española: un abandono paulatino por las duras condiciones de vida.

LA DIVULGACION CRITICA.

Todo este crítico análisis de la historia de Ochate puede parecer tal vez novedoso y reciente, sin embargo no es así. En el año 2001 y con la documentación que ya había localizado tras decidir revisar su historia oficial para ampliarla y confirmar más datos del despoblado, escribí un artículo donde ponía en duda tal historia que se estaba divulgando. Bajo el contundente título de “Ochate: ¿un pasado fraudulento? exponía la falta de rigor histórico respecto a las epidemias que formaban la base maldita de su pasado. La conclusión, o mejor dicho la reflexión con la que finalizaba el artículo hablaba de que si a un lugar le atribuimos intencionadamente la ocurrencia de hechos inexplicados con una trágica historia a su vez con tintes insólitos, ¿no podríamos generar una zona donde esa predisposición al misterio convirtiese hechos completamente normales  en sucesos extraños? E incluso de una manera más clara y directa cuestionaba que si las primeras y únicas informaciones divulgadas sobre Ochate eran falsas, ¿no podría haberse creado una falsa imagen del pueblo, que posteriormente ha sido apoyada por la falta de rigor investigativo, la divulgación popular, y el sensacionalismo mediático? A estas incisivas preguntas añadía que entonces los únicos elementos misteriosos se limitaban a los testimonios de los que decían haber vivido alguna situación extraña, ya que en lo referente al pasado histórico del mal llamado “pueblo maldito” con las pruebas que los archivos aportaban no había lugar para el oscurantismo.1017739_273897912784542_3549114996108197524_n

Siendo consciente del revuelo que todo aquello iba a causar en el mundo del misterio, el primer medio dedicado a estos temas que se interesó por mi investigación fue la página web de Iker Jiménez, donde en el mismo año 2001 se publicó el artículo, causando un gran desconcierto  al que el periodista vitoriano respondió que tal investigación era una continuación de lo indagado por Prudencio Muguruza. Posteriormente y también en noviembre de ese año, desde el programa “Espacio en Blanco” dirigido y presentado por Miguel Blanco en la cadena M80, me invitaron a participar en un directo que se iba a emitir desde la localidad vizcaína de Deusto, para plantear toda esa información histórica que descartaba toda maldición en Ochate.

Los reveladores datos que se hacían públicos causaron confusión entre la gran cantidad de seguidores que tenía el tema de Ochate, creando cierta polémica e incluso buscando enfrentamientos entre los distintos investigadores que habíamos indagado de una u otra manera en el asunto.

Desde entonces y hasta la publicación del ya mencionado libro de Antonio Arroyo y Julio Corral en el año 2007, “Ochate: realidad y leyenda del pueblo maldito” toda divulgación escrita, radiofónica y televisiva apenas hacía mención a los nuevos datos históricos localizados, y sin embargo se continuaba engordando la versión del pueblo condenado y maldito. El libro de los investigadores alaveses aportaba una investigación histórica a fondo con datos y testimonios claves que lo convierten en la mejor referencia escrita hasta la fecha para documentarse sobre Ochate de una manera objetiva. Como complemento a su trabajo posteriormente Antonio Arroyo desarrollaría la web www.ochate.com aportando nueva información y ampliando la descrita en el libro. Su mención me obliga a redactar literalmente el primer párrafo con que presenta la web, ya que lo considero muy ilustrativo a la hora de hacernos una idea de los contenidos de que se pueden disponer:

Estimado internauta:

“Si lo que te ha traído a esta web es buscar fantasmas en Ochate no sigas leyendo, lamento decirte que te has equivocado de sitio. El enfoque de esta página es crítico con respecto a esa visión paranormal y cuasi-terrorífica que tanto se ha divulgado sobre el pueblo, y para defender esta postura presentamos el mayor banco de datos, artículos e imágenes del lugar que se haya realizado nunca”.

EL PARROCO DESAPARECIDO.

Durante la investigación de los datos que aportaba la revista “Mundo Desconocido” y ante el surgimiento de unas reseñas totalmente contrarias a lo difundido, tras la historia de sus epidemias, mi siguiente objetivo era otra popular historia que tenía mucho arraigo dentro de los supuestos enigmas del pueblo. Me estoy refiriendo a la desaparición de su párroco, Don Antonio Villegas. Prudencio Muguruza nos contaba en su artículo que el sacerdote desapareció misteriosamente en 1868 y se le vio por última vez cuando subía a la Ermita de Nuestra Señora de Burgondo. Además se aseguraba que el Obispado de Vitoria le estuvo enviando su sueldo durante los próximos 40 años.  A partir de ahí el relato estuvo expuesto a toda clase de especulaciones respecto al paradero del cura, todas claro está, de una naturaleza extraordinaria.

Hasta donde pude llegar respecto a los datos que conseguí o mejor dicho que no conseguí sobre el párroco Villegas cuando redacté el artículo “Ochate: ¿un pasado fraudulento?”, consultando el Archivo del Obispado de Vitoria y el Archivo Diocesano de Calahorra donde se guardan los expedientes e historiales parroquiales desde 1853, fecha en la que la parroquia de Ochate pasó a formar parte de la diócesis de la población burgalesa colindante Imiruri, no constaba dicho nombre como sacerdote del pueblo y mucho menos las posibles circunstancias que pudieron rodear a la desaparición de tales características. Por tanto mis sospechas apuntaban a que el famoso Antonio Villegas pudo ser otra invención al no localizarlo en los archivos. Sin embargo estaba equivocado. Tal y cómo los investigadores Arroyo y Corral se encargaron de confirmar, Antonio Villegas González sí que existió y ejerció en Ochate primero como diácono y más tarde como párroco, concretamente entre abril de 1863 hasta diciembre de 1871. Datos obtenidos de los libros de fábrica de la parroquia  (documentación parroquial principalmente contable) de la Iglesia de San Miguel de Ochate y de su ermita de Burgondo que se hallan en el Archivo Diócesano de Vitoria. A esta información se sumó el descubrimiento de unas cartas depositadas en el Archivo Catedralicio de Calahorra y escritas por el propio Villegas, documentación que ha sido esencial para reconstruir los momentos previos a su desaparición.1904205_273898079451192_2667299803076038504_n

A este clérigo natural de la localidad palentina de Ligüerzana se le ofreció cuando tenía 25 años, antes de que fuera ordenado sacerdote, quedarse a cargo de la parroquia de San Miguel Arcángel de  Ochate en funciones de diácono provisional hasta que acabase sus estudios.  Aceptó esta oportunidad pero con la idea de regresar a su pueblo natal para ejercer su vocación de sacerdote. Por tal motivo solicitó en varias ocasiones su traslado a las autoridades eclesiásticas, aunque éstas no aceptaban su solicitud. Las cartas reflejan la desesperación de Villegas por verse “atrapado” en Ochate y estar inmerso en ciertas penurias económicas.

Ante tal situación dramática en 1871 desobedece a sus superiores y abandona Ochate para irse a Ligüerzana, ya que el cura de esta población se ofreció a recomendarle, aunque a la llegada de Antonio Villegas, el anciano cura había fallecido, por lo que sus esperanzas de quedarse allí se vieron frustradas. Por este acto de rebeldía era ya imposible que el Obispado escuchara sus peticiones, no obstante aunque manifiesta arrepentimiento y pide perdón, decide no regresar a Ochate y poner tierra de por medio marchándose a otras tierras sin dar explicaciones a nadie. El Vicario de Treviño en una carta dirigida al Obispado sobre su investigación que hizo sobre las miserias que había vivido el párroco, con bastante enfado deja caer que “no sería extraño que Villegas haya ido en busca de esa moza con quién tanto dio que hablar”, refiriéndose a su antigua sirvienta.

Tras estos hechos la pista de Villegas vuelve a surgir en Montevideo hacía el año 1872, el Vicario de Treviño reenvía una carta al obispo escrita por el propio Villegas. En ella cuenta como había llegado a Uruguay donde había conocido a un obispo y a un clero que le habían dado trabajo de pupilo. Años después en 1885 la madre de la criada que el cura había tenido mientras vivía en Ochate, recibió una carta de su hija donde le contaba que estaba en Brasil con el sacerdote que ya había conseguido ser vicario, concretamente en la localidad de Villa Santo Amaro, tal y cómo se pudo confirmar a través de una amistad de Villegas. Finalmente en 1891 se vuelve a confirmar que el nuevo paradero de Antonio Villegas y su antigua sirvienta era Mustardas en la provincia brasileña de Rio Grande do Sul. Aquí se acabó su pista y el obispado archivó para siempre el caso.

Con toda esta documentación otro de los misterios estrella del pueblo de Ochate queda totalmente resuelto. El párroco Antonio Villegas sí que desapareció de manera repentina de la aldea, pero no por causas paranormales, sino por unas circunstancias personales que le llevaron a empezar una nueva vida muy lejos del Condado de Treviño.

LA NECROPOLIS.1549542_273898162784517_9095699832560423284_n

En las proximidades del ruinoso pueblo de Ochate se encuentra una necrópolis también mencionada en el artículo “Luces en la Puerta Secreta”, sobre la cual Prudencio Muguruza se atribuye su descubrimiento,  y que las denomina como medievales, añadiendo que pertenecen a niños, y que según sus pesquisas con la directora del Museo de Arqueología Alavés las situaría en el siglo XIII. Cómo ha ocurrido con todos los datos que Muguruza aportó en su día en su artículo, con el paso del tiempo y por la pasión por lo oculto se han ido tergiversando haciéndolos más inquietantes acorde con la fama del despoblado. La existencia de tumbas excavadas en roca que supuestamente corresponden a niños no ha hecho sino que crear un sobrecogedor ambiente en la zona, ideal para alimentar más el misterio. Sin embargo la realidad de tal necrópolis es mucho más normal de la imagen que se le ha otorgado.

En esta necrópolis que se ubica en una colina al suroeste del pueblo, es una zona rocosa donde se alojan una veintena de tumbas antropomorfas de vaciado interior trapezoidal con encaje para la cabeza en forma de arco de herradura. El estado de conservación es muy variado ya que la piedra se trata de caliza arenisca y la erosión las ha ido deteriorando con el paso de los siglos. Sobre cada una de las fosas se aprecian las marcas de lo que en su día fueron sus lápidas. Dado el actual tamaño de las tumbas la idea anteriormente expuesta de que son de niños ha cuajado perfectamente. No obstante hay que tener en cuenta que estas dimensiones no son las originales, ya que parte de su estructura se ha visto afectada al derrumbarse la loma donde están excavadas, de hecho en su parte inferior se pueden observar los restos desplomados de las mismas. Si tomamos como referencia las medidas de las tumbas mejor conservadas que rondan los 1,45 mts. y le sumamos las partes desplomadas nos dan longitudes que se ajustan a la estatura media de una persona adulta de la época, unos 1,65 mts. Por tanto la existencia de tumbas de diferentes tamaños descarta que se trate de una necrópolis infantil.

De igual manera hay que tener en cuenta que tanto en la provincia de Álava como en la de Burgos existen numerosas necrópolis de estas características, siendo por tanto un tipo de enterramiento habitual de la época a la que nos referimos.

En enero del 2006 la arqueóloga jefa de la Diputación de Burgos se personó en la necrópolis para inspeccionar el yacimiento y dar su opinión al respecto. Tuve la oportunidad de asistir a tal visita y la datación a la que se concluyó fue que el origen más probable se puede fijar en el alto medievo, entre los siglos IX y X. Se consideró que su extensión es mucho mayor de lo que a simple vista se observa, es decir solo vemos una parte que se trata de las tumbas más deterioradas, ya que bajo el manto vegetal que cubre la veta rocosa se encontraría el resto del yacimiento. Así que la posibilidad de que se tratase de tumbas de niños no soportó el más mínimo rigor arqueológico.

EL NOMBRE DE LA ALDEA10013702_273897386117928_8419606830775671269_n

Si hay un aspecto que ha dado mucho juego a los misterios de Ochate ha sido el de su propio nombre. Su traducción que se ha hecho del euskera como “puerta del frío”, “puerta secreta” o “puerta del ruido”  ha servido para afirmar las más osadas hipótesis aprovechando el término puerta como lugar de paso hacia otras dimensiones o realidades. Estas traducciones modernas han dejado de lado su rigor etimológico para la mayoría de las veces justificar el supuesto lado insólito del pueblo. El error que se comete en estos casos es intentar deducir el significado de un nombre a partir de su grafía actual. Para saber el significado original de un término en este caso toponímico hay que basarse en las formas más antiguas conocidas, regla fundamental de la lingüística histórica y de la etimología. Fijar significados a partir de formas modernas, es como intentar datar restos arqueológicos sin quitarles la tierra que los oculta. El documento más antiguo donde podemos encontrar la denominación del lugar es de 1025 bajo el nombre de “Gogate”, en un escrito que refleja un listado de pueblos obligados a pagar tributo al monasterio de San Millán de la Cogolla. Los topónimos simplemente describen la realidad geográfica de la zona respecto a su terreno y características.

Pues bien, teniendo en cuenta todo esto, en el nombre de “Gogate”, su raíz “gog” o “goi” en euskera, se puede traducir como alto o arriba; y “ate” como puerta, así que la interpretaciones pudieran ser: “puerta de arriba” o “paso alto”. Calificativos que se ajustan perfectamente a la situación del pueblo, donde antiguamente pasaba una importante vía de comunicación que atravesaba esa zona, siendo por tanto el enclave más alto por donde se cruzaban los montes. De esta forma la etimología de Ochate como evolución desde “Gogate” como  “paso alto” en euskera es la más razonable. Por tanto se puede concretar que la etimología de Ochate encierra un significado toponímico derivado de su elevada situación. Las traducciones actuales buscando un significado insólito acorde con la fama del pueblo, es más bien un afán de justificar las supuestas anomalías, cuando su interpretación más sensata es la que tiene que ver con lo habitual en las etimologías de tantos otros pueblos que encierran las características del entorno de los mismos.

MORTUORIOS EN EL CONDADO DE TREVIÑO.10169186_273898309451169_6399473995775754666_n

Siempre que se hablado de Ochate no se ha tenido en cuenta el peculiar enclave del Condado de Treviño donde se encuentra, y digo peculiar al tratarse de un territorio burgalés en plena provincia alavesa por cuestiones históricas que se remontan al año 1200 cuando Alfonso VIII de Castilla conquistó Álava y negoció la adhesión del Condado de Treviño a la Corona de Castilla.

Si rebuscamos entre la historia de algunas localidades ya desaparecidas del Condado de Treviño y que forman parte de los mortuorios de la zona, nos encontramos con datos que llaman poderosamente la atención ya que reflejan cómo tales núcleos rurales fueron arrasados por la peste. Entre 1346 y 1347 se produjo la mayor epidemia de peste de la historia de Europa que afectó a muchas personas sin distinción de clases sociales y de la cual por los escasos conocimientos de la época no se conocía su origen, convirtiéndose en una plaga apocalíptica al sembrar de muerte y destrucción todo el continente como si de un castigo divino se tratara. Estas circunstancias generaron todo tipo de mitos y leyendas en torno a la llamada “muerte negra”, surgiendo la fábula del pueblo asolado por la peste.

Aun siendo ésta de mediados del siglo XIV la epidemia más virulenta, posteriormente se manifestarían nuevos brotes ocasionales en el viejo continente hasta bien entrado el siglo XVII. En el año 1564 la enfermedad afectaría a Álava y a Treviño siendo complicado el saber el número de víctimas, pero según la documentación de los censos en aquellos años la disminución de la población no es significativa, así que no se puede hablar de una gran influencia. Sin embargo las crónicas sí que detallan la extrema pobreza en la que vivieron algunos puntos del Condado de Treviño. Sin poder detallar los años pero ubicándolos entre los siglos XIV y XVI, existen cuatro casos de pueblos de Treviño donde se encuentran referentes a su desaparición por la peste:

En primer lugar está “Galvarín”. Aunque se desconoce su situación exacta, debió ser muy próxima al pueblo de San Martín de Galvarín, el cual actualmente también va camino de su desaparición al contar con escasos habitantes. En el célebre diccionario Pascual Madoz se dice literalmente que “fue destruido por una epidemia”, y que su iglesia parroquial existió hasta el siglo XVIII.

Muy cercano al pueblo de Pariza tenemos otro mortuorio llamado “San Sebastián”. El historiador Gonzalez de Viñaspre menciona un pleito de 1415 donde ya se documenta su abandono por brotes epidémicos. El único vestigio es su antigua iglesia parroquial que fue trasladada a su actual emplazamiento a pie de carretera. Es anecdótico que San Sebastián fuera un santo protector contra la peste. 

Sin salirnos de la zona y próxima a la población de Albaina se halla la Ermita de Nuestra Señora de Granado, la que fue iglesia de “Granado” mencionado en 1257 en la Carta del Obispo Aznar. En esta ocasión es la tradición la que narra que el pueblo fue asolado por una epidemia, resultando cómo única superviviente una anciana que antes de morir repartió el pueblo entre las localidades de Fuidio y Albaina.

Por último entre Aguillo y Marauri está el despoblado de “Huribarri”, del cual queda su iglesia parroquial hoy conocida como la Ermita de San Pedro. Las primeras noticias documentales al igual que el mortuorio anterior de Granado datan del documento de 1257, donde se expone su toponimia: “pueblo nuevo” (Huri=pueblo/Barri=nuevo). A principios del siglo XV ya era un despoblado como consecuencia de la peste negra. En alusión a su mortandad la ermita fue conocida popularmente durante mucho tiempo como “San Pedro de los muertos”.

La idea de la desaparición de estos pueblos durante esos años oscuros de la peste se basa prácticamente en la tradición oral. Los pocos documentos que confirman esa posibilidad son muy escasos, lo que hace difícil saber hasta dónde llega la realidad y hasta dónde ese mito medieval. Lo que sí es realmente llamativo como comentaba anteriormente, es que la historia oficial de Ochate de su desaparición al ser aniquilado por epidemias se ajusta perfectamente a lo expuesto en estos otros mortuorios del Condado de Treviño, con la diferencia de que la historia de Ochate supuestamente transcurre en la segunda mitad del siglo XIX y en los mortuorios en siglos anteriores. Con esta información un planteamiento se muestra casi solo por su propio peso: ¿la historia y tradición de los citados mortuorios del Condado de Treviño han servido de inspiración a la historia maldita de Ochate?

Cómo bien apunta el investigador Antonio Arroyo, quién difundió la leyenda de las epidemias de Ochate cometió un error al pretender extrapolar el mito del mortuorio asolado por la peste a un periodo histórico tan cercano, detallando los años, el tipo de epidemias y hasta el efecto demográfico que causaron; lo cual facilita enormemente su comprobación, y en este caso, su descarte más absoluto.

CARAS ESPECTRALES, MEDALLONES MILAGROSOS. 10170896_273898369451163_5992792114342319959_n

Comentaba en la introducción que el objetivo del presente trabajo no era analizar todos los fenómenos supuestamente extraños que se atribuyen a Ochate: aparición de damas de negro, grabación de psicofonías, extrañas nieblas, avistamiento de luminarias…etc. Si no más bien centrarme en otros aspectos como algunos de los citados hasta ahora: históricos, arqueológicos…que le han dado la fama de maldito, y que se pueden rebatir documentalmente.  Sin embargo para hacernos una idea de lo enredado de algunos asuntos y del efecto de bola de nieve que se produce en torno a ellos, me voy a referir a dos casos clásicos que ya forman parte del historial de anomalías del pueblo. 

La víspera de todos los santos del año 1989 un grupo de nueve amigos interesados en Ochate, decidieron irse a pasar la señalada noche al pueblo. Esto era algo habitual en aquellos años debido al interés que se había despertado por la difusión de algunos medios de comunicación. Habría que añadir que posteriormente e incluso hasta nuestros días la cosa poco ha cambiado ya que sigue siendo habitual encontrarse con gente rebuscando misterios entre sus ruinas. En un momento de aquella fría noche sacaron una fotografía con una cámara réflex de las de antes a una de los pocas construcciones que se mantenían en pie ya que era utilizada como pajar o almacén de aperos agrícolas. Transcurridos unos días y al revelar el carrete fotográfico, una de las integrantes del grupo advirtió que en el hueco de la puerta de madera de aquel pajar se observaba el rostro de una persona que le era muy conocida, llegándola a identificar con un amigo que por problemas personales se había suicidado. Ante tal afirmación y debido a que dicho rostro era más o menos apreciable, una cara de nariz aguileña con barba, el resto de amistades concluyeron que efectivamente su desaparecido compañero dado su parecido con

dicho perfil, se había manifestado en aquella fotografía tomada en el pajar de Ochate. Como era de esperar el asunto tuvo mucha repercusión y la instantánea en cuestión paso a formar parte de los fenómenos extraños del pueblo.

Desde mi punto de vista la explicación más razonable al citado rostro la podemos encontrar argumentando que se trata de una “pareidolia”, es decir de un fenómeno psicológico consistente en reconocer imágenes a partir de mínimos estímulos y que nuestro cerebro compone para crear tales figuras; para entendernos la típica visión de formas en las nubes. En este caso la luminosidad del flash que ha incidido sobre la pared de piedra a través del hueco de la puerta ha favorecido la visualización de una cara. No obstante al margen de interpretaciones lógicas o paranormales, el tema a destacar es la alteración de este relato original con el paso de los años con unos tintes mucho más dramáticos. En la actualidad se habla de cómo éste “rostro del pajar” corresponde a un investigador obsesionado por los enigmas de Ochate, lo que le llevó a tomar la decisión de suicidarse ahorcándose en el propio pueblo, de ahí que se hubiera manifestado en la fotografía. Sin embargo la realidad es bien distinta ya que el hombre con el que se relaciona el “rostro” efectivamente se quitó la vida por problemas personales que no vienen al caso, pero no en Ochate; es más, en el despoblado pudo estar solamente en una ocasión como un visitante más sin que su historia le atormentase en absoluto. Así que sobran más comentarios.10003155_273898419451158_1259515091836243951_n

Otro ya mítico relato es el del medallón de Ochate. Se cuenta en el artículo de “Luces en la puerta secreta” que en 1947 un vecino de Imiruri llamado Victor Moraza mientras paseaba por el campo contempló una fuerte luz cayendo sobre la ermita de Burgondo. Se acercó y entre los restos aún humeantes encontró un precioso y cuidado medallón de un material, que según indica su autor, hasta el momento no había sido analizado. Según el protagonista vio luces que subían y bajaban de la ermita; y al coger el medallón sintió una extraña sensación.

Sobre este asunto en primer lugar hay que puntualizar que el citado medallón existe, ya que en ocasiones se ha puesto en duda su realidad, y se puede comprobar como lo hice yo en su día en una romería que los pueblos de la zona celebran en la ermita de Burgondo cada 15 de agosto y donde se venera con gran devoción. Se trata de una representación de La Purísima Concepción de iconografía renacentista, la cual desciende de los cielos rodeada de símbolos del Antiguo Testamento. Tal y como

se relata el hallazgo del medallón a éste se le atribuye una gran carga misteriosa: avistamiento de luces, extrañas sensaciones, falta de análisis. Pero el verdadero desarrollo de los hechos nos habla de cómo durante una tormenta un rayo cayó sobre la ermita y entre los desperfectos que ocasionó su impacto se descubrió el medallón de la virgen; el cual seguramente fue ocultado o bien durante la construcción del templo o en algún momento de su historia para evitar su expoliación. Hallazgos de este tipo existen repartidos por toda nuestra geografía que con el paso del tiempo se mezclan con aires más legendarios. Por eso y según cuentan los familiares de Víctor Moraza, éste era un hombre de gran fe, y tras vivir este descubrimiento poco a poco fue cambiando su versión dándole una aureola más milagrosa y sobrenatural.

Hay leyendas en Ochate que de siempre han formado parte de la tradición oral y legendaria de la zona, pero que a partir del auge de su paranormal popularidad se han transformado en hechos consumados.

FENOMENO SOCIAL.

El 17 de setiembre de 1988 en las campas de Aguillo del Condado de Treviño, y aprovechando el tirón que el cercano Ochate estaba teniendo, se celebró la llamada “Noche Mágica” al precio de 200 pesetas la entrada. El programa del evento anunciaba la participación de Prudencio Muguruza, Ricard Brú y Salvador Freixedo. A las 20 horas comenzaba el acto con su presentación y una charla de Salvador Freixedo sobre su particular visión del fenómeno ovni. Todo ello sobre un escenario montado para la ocasión en pleno campo, incluso con un servicio de bar al fondo. A medianoche estaba previsto un ritual celta de magia blanca, de madrugada un aquelarre y para finalizar la elaboración de una poción mágica. Básicamente y según sus organizadores, la idea era el invocar a las fuerzas cósmicas y de la naturaleza para alcanzar un estado emocional de felicidad en aquella noche de luna llena, con Ricard Brú de mago ocultista oficiante y Prudencio Muguruza de ayudante.

Como perplejo asistente que fui a aquella “Noche Mágica” podría resumirla en que tanta esotérica pretensión acabo convirtiéndose en toda una verbena donde la ingesta de la poción mágica y de los servicios que brindaba la barra del bar remataban la fiesta consiguiendo ese estado de felicidad por vías nada cósmicas.

Diez años después en 1998 Salvador Freixedo publicaría con la editorial Bellbook su libro “Videntes, visionarios y vividores”, una obra donde denunciaba las mentiras y delirios de los vividores y visionarios que dicen tener capacidades psíquicas extraordinarias, no por eso sin afirmar que desde su punto de vista existe un auténtico fenómeno de la videncia. En su página 65 y bajo el nombre de “Un rito celta cocinero” relata los entresijos de un suceso en el que se vio envuelto y que considero muy interesante transcribir teniendo en cuenta el anterior episodio que he contado que aconteció en las campas de Aguillo. Dice lo siguiente.

“Le narraré al lector una anécdota de la que fue testigo directo y, en cierta manera, víctima de los modos y estilos de varios de estos vivales irresponsables que se presentan como grandes maestros conocedores de las misteriosas vías del esoterismo y a los que por desgracia nunca les faltan seguidores simplones.

Me habían invitado a participar como uno de los oradores previos, a una ceremonia nocturna en un bosque en la que se iban a practicar ciertos ritos celtas, pues había un individuo que decía conocerlos y podía ejercer de druida. La cosa me pareció sospechosa pero de todas maneras asistí pues se me había pedido que hablase de uno de mis temas preferidos y en el que no había nada fingido ni falaz. Además mi conferencia era a las ocho de la tarde y el ritual mágico estaba previsto para las 12 de la noche en un campo al aire libre.

Nos reunimos para cenar en una pequeña casita rústica, propiedad de uno de los organizadores. El “druida”, un individuo que yo conocía por referencias, pero no precisamente como druida sino como hipnólogo, comía y bebía sin preocuparse de la ceremonia que debía oficiar a continuación. En su manera de empinar el codo haciéndole los honores al excelente vino de aquella región, no demostró mucho la proverbial austeridad de los sacerdotes celtas pues al final de la cena el hombre estaba bastante alegre. Pero como faltaban todavía dos horas para que la Luna estuviese en su cenit ya bien entrada la noche, pensé  que tendría tiempo de digerir el alcohol y de serenar su ánimo. Él no tenía inconveniente en reconocer que estaba algo más alegre de la cuenta, pero lo justificaba con el frío que íbamos a pasar y porque la ceremonia requería de tener el ánim10259995_273898502784483_7787798552358693463_no caliente.

Terminada la cena, pidió el cáliz que de antemano había encargado, pero le dijeron que el párroco  del pueblo se había negado a prestarlo para la ceremonia que consideraba completamente pagana. Insistió el “druida” en que un cáliz era algo fundamental para la ceremonia y se  mandó a alguien que conocía al cura para convencerlo de que lo prestase. Pero el sacerdote, lógicamente, no quiso ni oír hablar del asunto. Yo creí que ante la falta de algo tan fundamental no se celebraría el ritual. Pero nada de eso. El “druida” le preguntó a la dueña de la rústica casa de campo si no tendría alguna copa. Ella le contestó que sólo tenía allí los vasitos de vino de la cena. No había en la casa nada que pudiese hacer las veces de cáliz, pero no importó. El “druida” tomó la panera – una pequeña cestita de mimbre “made in Taiwan – y dijo que con eso era suficiente. Al fin y al cabo, la gente no se iba a dar cuenta. Pero faltaba otro elemento para realizar el rito de magia: una espada. Lógicamente, allí no había ninguna espada; tampoco había un cuchillo largo. Al fin, tuvo que conformarse con un insignificante cuchillo de mesa.

La ceremonia que siguió estuvo a la altura del cuchillo y de la panera convertidos en cáliz y en espada rituales. Las oraciones y demás parafernalia pseudoiniciática fueron improvisadas sobre la marcha con una cara dura increíble. Lo único  que no fue improvisado fue el hábito del monje que nuestro hombre se vistió para salir a escena. Lo había comprado en un rastro y era auténtico a juzgar por lo brilloso que estaba en las posaderas y en las bocamangas.

La multitud de jóvenes que asistieron a la ceremonia oyeron en un respetuoso silencio todas las sandeces que con toda seriedad  recitaba aquel descarado y prestaron atención a sus improvisados ritos; y hasta puede que más de uno, influido por el silencio de la noche y por la oscuridad del cercano bosque, saliese impresionado del lugar. Pero considerado en su totalidad y con precisión de las personalidades más o menos impresionables de los presentes, todo el acto no fue más que una burda farsa perpetrada por uno o varios vividores con la mira puesta en el dinero que les sacaron a los ingenuos que acudieron a su reclamo.”

Sobra comentar que Freixedo está describiendo su participación en la  “Noche Mágica” celebrada en Aguillo, aunque no mencione nombres ni lugar alguno. He incluido este circense acontecimiento  en este trabajo para que nos hagamos una idea de qué clase de personajes lo organizaron, teniendo en cuenta que entre ellos está el impulsor y a estas alturas podemos decir el creador de la historia maldita del pueblo de Ochate. 1920143_260818877425779_955168835_n

Creencias e interpretaciones aparte, una cosa que sí se puede afirmar es que el pueblo de Ochate se ha convertido en todo un fenómeno social entre los aficionados al misterio; y no es para menos teniendo en cuenta todos los años que lleva en la palestra de nuestra geografía paranormal. Por tal motivo parece imposible el que la crítica investigación sobre su historia acabe de cuajar para desterrar sus mitos y tópicos. No es habitual que en el mundo del misterio se tenga documentación y datos que prueben de manera contundente la inexistencia de tales misterios; pero a pesar de ello el insólito gigante que se ha creado tiene más fuerza que las evidencias y el sentido común. Considero que no es incompatible la afición o pasión por los misterios con el sentido crítico, y sobre todo con la honestidad en divulgar investigaciones que demuestren enigmas infundados.

 

Enrique Echazarra

2º Premio de Investigación EOC

 

Puedes descargarte EOC nº 75 gratis en: http://elojocritico.info/wp-content/uploads/2014/04/EOC75.pdf

Displaying 2 Comments
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  1. josepo dice:

    Si ,un reportaje muy bonito y muy bien expuesto pero sigue sin explicar lo que vivimos mi mujer y yo

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