Published On: Vie, ene 14th, 2022

EL HUMANOIDE “MICHELIN” DE LIRIA-OLOCAU

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Publicado en EOC nº 93

EOC-93Antecedentes

                En el año 1980, durante la fase previa de recopilación de casuística para la realización del Catálogo Valenciano de Casos OVNI (CATVAL) por el grupo AVIU (Agrupación Valenciana de Investigaciones Ufológicas), al que yo pertenecía, Pere Redón del CEI nos permitió muy amablemente obtener copia de los archivos del centro, en concreto de los casos valencianos. Entre ellos se encontraba el presente caso, donde los testigos dijeron haber observado una figura extraña en la carretera de Liria a Olocau el 14 de marzo de 1976.

                La información existente en los archivos del CEI consistía en un pequeño informe mecanografiado de tres páginas, un croquis de la zona de los hechos, un cuestionario reducido firmado el 31-10-1977 por la testigo Carmen Civera Sales, y una carta de fecha 1-11-1977 de los dos jóvenes ufólogos castellonenses, Alfred Rosales Marzá y Alfred Martínez Forner, investigadores del caso, remitiendo la documentación mencionada al CEI. Estos habían tenido conocimiento del suceso a través de unos familiares residentes en la misma localidad de los testigos, Almenara (Castellón). (1) CEI

Es importante señalar que con anterioridad a la encuesta de estos dos investigadores de Castellón, hubo un aficionado al el tema OVNI de la localidad de Museros (Valencia), de donde era originaria la testigo Carmen Civera y que visitaba con frecuencia para ver a sus familiares, que también estuvo preguntando a los testigos sobre el caso. Se desconoce su nombre y si pertenecía a algún grupo de investigación OVNI. Sí que se sabe que era poseedor de una colección de libros sobre OVNIS. Hasta la actualidad no se tiene constancia de que haya divulgado los datos que obtuvo en su entrevista.

(2) Croquis                El primer informe conocido (Marzá-Martínez) llegó a manos del Centro de Investigación y Estudios de Fenómenos Espaciales (CIEFE) de Sevilla, liderado por Ignacio Benvenuty Cabral, probablemente recibido de los propios investigadores castellonenses. A su vez, Ignacio Benvenuty lo pasó al investigador del Grupo de Gerena (GG) Antonio Moya Cerpa, quién, sin realizar ningún tipo de investigación adicional, ni mencionar las fuentes originales, reescribió el informe inicial firmándolo como propio y añadiendo un croquis y un dibujo con una recreación artística de la observación del “humanoide”. En él no figuraba la fecha de cuando se había escrito, pero lo más probable es que se redactara a mediados del año 1978.(4) LDLN

 Un pequeño resumen fue publicado en la prestigiosa revista ufológica francesa “Lumières Dans La Nuit” (LDLN) en la pág. 31 del nº 79 de noviembre de 1978. Y ya años más tarde, el mismo Antonio Moya junto con Ignacio Darnaude publicaría el informe completo en la revista española “Contactos Extraterrestres”, nº 13, de abril de 1981, págs. 270-273. Por otro lado, yo mismo conseguí, durante el verano del año 1978 y con anterioridad a mi incorporación al grupo AVIU, una fotocopia del informe de Moya, gracias a mi buena relación de amistad y colaboración con Ignacio Benvenuty.(5)CE

                A pesar de lo curioso del suceso, y debido fundamentalmente a la gran carga de trabajo en la compilación de la numerosa casuística del Catálogo Valenciano, el grupo AVIU no pudo investigarlo en el momento de tener conocimiento del mismo. No fue finalmente hasta el 21 de septiembre de 1983, ya disuelto el grupo AVIU, en que dos de sus antiguos miembros, Juan Marcos Gascón Valldecabres y yo, pudimos trasladarnos hasta Almenara, donde se realizaría una encuesta completa de más de dos horas a ambos testigos en su domicilio, que grabamos en cinta magnetofónica.(7) Autor y Vicente

                 Durante la encuesta, los propios testigos nos comentaron que unos años antes otra persona también había pasado por su domicilio para entrevistarles, mostrándonos el libro que les había regalado.

Se trató del periodista Juan José Benítez, quién les dio un ejemplar de “Incidente en Manises” con la siguiente dedicatoria fechada el 11 de diciembre de 1980: “A Vicente y Carmen, con mi agradecimiento, por su gran ayuda en mi investigación”. Por motivos que desconozco, J.J. Benítez tardó toda una década en divulgar el caso, no haciéndolo hasta noviembre de 1990 en que apareció en su obra “La quinta columna”.

(6)Dibujo CarmenDe nuestra primera encuesta habían quedado puntos por determinar, por lo que el 7 de octubre de 1984 visitamos de nuevo a los testigos en Almenara. En esta ocasión fui acompañado por el investigador valenciano Enrique Valls. Tras una breve charla inicial, pudimos convencer al Sr. Corell para que nos acompañara hasta el lugar de los hechos. De esa forma se le pudo entrevistar a solas, sin la presencia de su esposa, para que su relato no estuviera influenciado por ella. Y, naturalmente, para determinar con mayor exactitud dónde ocurrieron los hechos. Por deseo expreso del testigo, no se grabaron las conversaciones, aunque se tomaron abundantes notas, hicimos un croquis del lugar, del trayecto realizado y tomamos fotografías de la zona.

                Aun así, todavía quedaba una comprobación final. Reconstruir lo más exactamente posible el desarrollo de los hechos y en condiciones de visibilidad similares, es decir, de noche y conduciendo un automóvil por el mismo tramo de carretera. Para ello, el 18 de septiembre de 1985, Juan Marcos Gascón y yo giramos una nueva visita al lugar de la observación. Mientras que él conducía su automóvil por el mismo recorrido que el R-4L de los testigos, yo me situé, vestido con un chubasquero acolchado, tipo anorak, y portando una linterna, en el lugar aproximado junto a la carretera donde los testigos nos habían manifestado se encontraba el ser.(8) K-7

                Tras dicha recreación, Juan Marcos Gascón y yo consensuamos un amplio informe final sobre el caso, ya en 1986, que naturalmente incluía algunas posibles hipótesis explicativas de los hechos. Más tarde, decidimos publicar un artículo con estas investigaciones y así darlas a conocer a la comunidad ufológica española y al público en general. Por diversas razones su materialización se retrasó, hasta que finalmente fue publicado un año después en la revista Karma-7, nº173, de abril de 1987, págs. 22-25, con el título “Luz y humanoide observados en Olocau (Valencia)”.

                Lamentablemente, y como es muy habitual en las revistas comerciales ufológicas, el espacio que se nos concedió era tasado, por lo que nos vimos en la obligación de recortar bastante nuestro texto inicial. Por ello, el resultado final resultó ser un verdadero fiasco. En un caso tan complejo como este, la diferencia está en los matices, y en la versión de Karma-7 habían quedado fuera, por ejemplo, partes tan importantes como una cronología completa del suceso, las distintas localizaciones y distancias o el repaso a TODAS las hipótesis explicativas que barajábamos. En fin, este artículo ha sido, personalmente, una de mis mayores decepciones, al no reflejar convenientemente la investigación realizada sobre este curioso suceso.

 (9)CdU               Dos años después, en el nº 5, 2ª época, de abril de 1989 de la revista Cuadernos de Ufología, se publicaba un artículo con el título “A vueltas con los mismo: el humanoide de Olocau”, firmado por Tomás Santiago (G.R.U.E. – Euskadi). De tres páginas de extensión (de la 19 a la 21), el texto contenía como ilustraciones un dibujo con la representación gráfica del incidente, el esquema eléctrico del “Renault-4” y la fotografía de los testigos junto a su automóvil. Se trataba de un escrito bastante crítico con algunos aspectos del artículo de Karma-7, aunque sin aportar nueva información destacable salvo la fotografía de los testigos y de su R-4L.(10) La quinta columna

                Y poco más tarde, en noviembre de 1990, la editorial Planeta publicaba, en su colección Documento, la primera edición de la obra “La quinta columna”. En ella, su autor, Juan José Benítez, trataba este de forma muy destacada, de la página 201 a la 214, donde daba a conocer su investigación de 1980. Asimismo, en cinco de ellas (208, 209, 210, 212, 213 y parte de la 214) reproducía íntegramente, sin ningún tipo de permiso de los autores, buena parte de nuestro texto del artículo de Karma-7. Eso sí, intercalando párrafos del propio J.J. Benítez, plagados de comentarios bastante despectivos, en un tono agresivo y maleducado. Y ahí quedó todo hasta hoy.

                Pasadas dos décadas en que abandoné la ufología por razones profesionales, a mediados del pasado año 2019 he retomado provisionalmente mis actividades de investigación en este tema con el objetivo de finalizar el CATVAL (Catálogo Valenciano de Observaciones OVNI). Y, de forma casual, hace unos meses pude contactar con Tomás Santiago, miembro del Grupo de Radioaficionados Ufológicos de Euskadi (GRUE) y autor del artículo crítico aparecido en CdU. Muy amablemente, se ofreció a comentar algunos aspectos dudosos del suceso, en un agradable y fructífero cambio de impresiones, lo que también sirvió para aclarar ciertos malentendidos. Y, por fin, con estas líneas puedo dar por completado el círculo de la investigación del presente caso. Cierre que había quedado pendiente durante 30 largos años…

Los sucesos

                Hacia las 22,45 h. del 14 de marzo de 1976, Vicente Corell Cerdá, de 54 años y Carmen Civera Sales, de 48 años, residentes en la población castellonense de Almenara, regresaban en su automóvil “Renault 4L Súper” de dejar a uno de sus hijos, tras la jornada de “La Jura de Bandera”, en el Centro de Instrucción de Reclutas (CIR-7) de Marines, próximo a la localidad de Liria, donde cumplía el servicio militar. Después de pasar una señal de stop, se incorporaron a la carretera local de Liria a Olocau, para luego seguir hacia Bétera y desde allí ir a pernoctar a Museros (Valencia), localidad de origen de la Sra. Civera. La noche era fría, despejada y estrellada. La Luna se situaba en el cielo en dirección SE, en fase casi llena, por lo que no fue visible para los testigos durante los sucesos.(11) CIR-7

              Poco después de incorporarse a la carretera local en dirección a Olocau, al salvar unas pequeñas curvas y llegar a una larga recta, observaron una “luz” enfrente de ellos. Se veía a lo lejos, un poco a la izquierda y sobre las montañas del horizonte que conformaban su campo visual. Esta luz tenía forma ovalada, de un color blanco anaranjado, con las puntas redondeadas. En un principio parecía estar parada, aunque enseguida les dio la sensación de que se aproximaba hacia ellos. No obstante, el Sr. Corell reconoció que cabía la posibilidad que fuera su R-4L el que se dirigía hacia la “luz”. No le dieron mayor importancia, atribuyéndola a los faros de algún automóvil, y al poco tiempo dejaron de verla.

                Siguieron su ruta y segundos después, delante de ellos a su izquierda, vieron cómo se hacía visible, de entre la completa oscuridad de los campos que bordeaban la carretera, una tenue espiral luminosa, que quedó iluminada durante unos instantes por las luces largas del automóvil. A medida que el R-4L se iba aproximando, apreciaron con mayor nitidez cómo parecía surgir del suelo una figura de aspecto humano. Se situaba en lo alto de un ribazo de alrededor de metro y medio de altura, a unos siete u ocho metros a la izquierda del borde  de la carretera, junto al camino de entrada de un pequeño chalet próximo.

 (12) El autor junto al testigo en las proximidades del chalet               La testigo lo describió como de una estatura normal tirando a alto, con dos pequeñas luces situadas a cada lado de la cabeza, en la parte de arriba, mientras que para el marido portaba una única luz “como el casco de un minero”, aunque no vieron casco o escafandra. No andaba, parecía que “iba saltando” con los pies juntos, con un movimiento como de balanceo, pareciendo flotar sobre el borde del ribazo sin llegar a tocar el suelo. Se desplazaba en la misma dirección y sentido de los testigos.(13) Hombre Michelín

               Portaba un traje de color oscuro que, según la señora, “relucía” en su mitad superior, aunque su marido lo vio más apagado. Era ajustado en las piernas, y bastante abombado, con listas horizontales, desde la cintura hasta el cuello. Según el testigo tenía un aspecto como “el hombre de Michelín”, y como “una estatua” su mujer. Llevaba los brazos pegados contra el cuerpo y los puños cerrados, y eran visibles los dedos. Parecía una persona, aunque no pudieron apreciar los rasgos de la cara. Antes de llegar a su altura, el ser se detuvo y quedó en posición de firmes mirando hacia la carretera.

            En el instante que el Renault 4L pasó por delante del “humanoide”, el conductor observó un chispazo en el conmutador de las luces mientras el sistema eléctrico del alumbrado del automóvil falló, quedando a oscuras y el panel de mandos comenzó a echar humo y a oler a chamuscado. Al mismo tiempo se apagaban las dos pequeñas luces que portaba el ser en la cabeza. Mientras, el marido, presa del nerviosismo, centraba su atención en la conducir sin la luz de los faros, la mujer seguía mirando vuelta hacia atrás, viendo como el ser giraba su cabeza fijándose en ellos, hasta que la testigo lo perdió de vista.(14) Puente barranco de Zafra

            El Sr. Corell siguió conduciendo el coche sin luces hasta que, ante los ruegos de su esposa para evitar un accidente, se detuvo ya en la carretera de Olocau a Bétera. Poco después pararon a otros dos automóviles que venían detrás. El  testigo, bastante alarmado y asustado, les explicó lo sucedido, preguntándoles si ellos habían visto algo extraño, a lo cual respondieron que no. Visto que la avería sólo era del alumbrado, pues el motor y la batería seguían funcionando, los otros automovilistas se prestaron a auxiliarles, e intercalando entre sus vehículos el R-4L, les condujeron hasta Bétera.(15) IGNE TRAYECTO CIR-7 STOP

             Una vez allí, el matrimonio dejó su vehículo bien aparcado y amablemente, uno de los otros dos conductores los llevó hasta la localidad de Museros. Una vez llegaron, afloró la intensa tensión nerviosa que mantenía el testigo, que no pudo evitar echarse a llorar. No así su mujer, que se vio mucho menos afectada por los sucesos. Al día siguiente, el señor Corell, acompañado de un familiar, regresó a Bétera y condujo su coche a un taller de Almenara, donde residía. Allí le informaron que la avería se había originado por un corto-circuito en el intermitente delantero izquierdo.

Localizaciones, distancias y tiempos

                El trayecto de los testigos comenzó hacia las 21,45 horas, al salir del Centro de Instrucción de Reclutas (CIR-7) de Marines. En este primer tramo, circularon durante 4 kilómetros por la carretera de acceso al CIR-7, muy estrecha, de 6 m. de anchura, sin arcenes, en realidad una vía pecuaria asfaltada. Pasados unos 5 o 6 minutos de conducción llegaron al cruce con la carretera local Liria-Olocau, de la que en la actualidad sólo quedan ciertos tramos, pues ha sido sustituida por la carretera autonómica CV-25, mucho más amplia y moderna, que discurre mayoritariamente en paralelo a la antigua.

El automóvil “Renault 4L Súper” se incorporaba, tras dejar una señal de stop, con un giro a la izquierda a la carretera local dirección Liria a Olocau, también con una calzada igual de estrecha, sin arcenes, únicamente una línea continua pintada marcaba el final del asfalto, de trazado y firme antiguos, ya dentro del término municipal de Olocau (Valencia). Durante los siguientes 270 metros, que recorrió aproximadamente en unos 40 segundos, el trazado de la carretera resultaba algo sinuoso, con algunas pequeñas curvas, y el automóvil comenzaría a ganar velocidad aunque muy lentamente.(16) IGN PUNTAL DEL MIG

Al llegar a una larga recta de unos 400 metros de longitud, la mayor de todo su recorrido, los testigos observaron frente a ellos, a lo lejos sobre las montañas del horizonte (Puntal del Mig), y a una distancia aproximada de un kilómetro, una luz a la que no le dieron mayor importancia y que pensaron sería los faros de algún automóvil subiendo a un chalet de alguna urbanización de la zona. Durante esta recta el R-4L fue aumentando de velocidad hasta acercarse al final de la misma probablemente ya a los 60 km./hora.

Al terminarse la recta, pasados unos 36 segundos, la carretera se desviaba hacia la izquierda y entonces los ocupantes del R-4L dejan de repente de observar la luz frente a ellos. Lo más probables es que ya circulen a unos 60 km/hora, la máxima velocidad alcanzada en todo este tramo de la carretera local Liria-Olocau. Durante un corto espacio de tiempo, unos pocos segundos, no llegaron a 10, transitan por otros 150-160 m. de carretera normalmente sin ver nada reseñable.

 (17)IGN SITUACION HUMANOIDEAl dejar una suave curva a la izquierda, y entrar en una pequeña recta justo antes de tomar el sinuoso descenso al pequeño puente sobre el barranco de Zafra, los testigos observan frente a ellos, a unos 90 o 100 m. de distancia, cómo las luces largas del automóvil iluminan una especie de niebla tenuemente luminosa situada en los campos oscuros, junto a la parte izquierda de la carretera. El automóvil circula en esos momentos aproximadamente a unos 60 km/hora. A medida que se iban aproximando, pudieron apreciar con mayor nitidez cómo a unos 40 o 50 m. de distancia parecía surgir del suelo una figura de aspecto humano.

El “humanoide” se situaba en lo alto de un ribazo de alrededor de metro y medio de altura, a unos siete u ocho metros a la izquierda del borde de la carretera, junto a un camino de tierra que conducía a un chalet próximo. Al llegar exactamente  a la perpendicular dónde se encontraba parado el ser, unos 6 segundos después,  el Sr. Corell observa un chispazo en el conmutador de las luces mientras que los faros del vehículo se apagan de repente, comenzando a salir humo y a oler a quemado. Hay que advertir que la distancia real entre este punto y la incorporación del R-4L a la carretera Liria-Olocau es aproximadamente de 900 m., y no los 100 o 200 m. que erróneamente señalan algunos autores.(18) IGN TRAYECTO STOP-FALLO LUCES

El automóvil continuó su trayecto, con el motor en perfecto funcionamiento, aunque disminuyendo sensiblemente su velocidad, tanto por haberse quedado sin faros como por entrar la carretera en un sinuoso y corto descenso hacia el barranco de Zafra. El testigo dejó de ver al ser, pendiente de la difícil conducción sin luces,  mientras que la Sra. Civera se giró en su asiento y todavía pudo verlo un par de segundos más, hasta que lo perdió de vista. Lo más probable por quedar fuera de su campo visual debido al cambio de dirección de la carretera.

(19) IGN TRAYECTO SIN LUCESEl recorrido del automóvil con las luces de los faros apagadas, tras el cortocircuito, y quedar estacionado en el lateral de la carretera local Bétera-Olocau, fue de aproximadamente unos 350 m. Como es lógico, el conductor disminuiría sensiblemente su velocidad, por lo que considerando que entonces circulaba de media a unos 30 km/hora, debió de emplear un tiempo de unos 40-45 segundos. La tenue claridad que produciría la Luna, casi en fase plena, explicaría el hecho de que el Sr. Corell pudiera circular sin faros durante un tramo por una carretera tan estrecha y cruzar el pequeño puente sobre el barranco de Zafra, sin accidentarse.

Los testigos(20) Fotografía testigos y R-4

El matrimonio formado por Vicente Corell Cerdá, agricultor de profesión y nacido el 10 de enero de 1922, es decir, de 54 años en el momento de los hechos, y Carmen Civera Sales, ama de casa y nacida el 31 de agosto de 1927, con 48 años cumplidos en la fecha en cuestión. Vivían en la parte antigua de la población de Almenara, en una casona de pueblo acorde al carácter agrícola de la profesión del Sr. Corell. Dos personas sencillas, amables, educadas y agradables en el trato. Era muy evidente que el Sr. Corell, al recordar los sucesos, no se encontraba cómodo, ya que le afectaron bastante en su momento. En especial, y fue algo que repitió en varias ocasiones, la tensión sufrida se debió al peligro de haberse quedado sin alumbrado conduciendo por una carretera estrecha, poco conocida y de noche. Eso es lo que más le marcó, y recordaba, de los hechos.

Por otro lado, la Sra. Civera mostró un cierto “don de gentes”. No demostraba haber sentido el más mínimo miedo ni afectación por lo ocurrido, más bien al contrario, parecía gustarle que unos forasteros le preguntaran por ello. Se mostró muy colaborativa, no dejando de contestar a ninguna pregunta, incluso interrumpiendo de forma frecuente a su marido o apostillando lo que él nos decía. Su relato complementaba al de su marido, salvo por ligeras diferencias, entre ellas si el ser se había visto antes o después del camino de acceso al chalet, si el ser tenía una o dos luces en la cabeza, si el ser era todo muy grueso “tipo Michelín” o no. Diferencias que no implicaban contradicciones serias, fácilmente explicables por la forma de recordar los sucesos de cada persona.

(21) Enrique Valls y Vicente

No puedo asegurarlo, pero me parecieron honestos en todo momento, siendo su relato reflejo de lo que sinceramente piensan que observaron aquella noche. Además pude comprobar que por su profesión, el Sr. Corell tenía claras habilidades para determinar distancias. No me pareció que exageraran sus declaraciones voluntariamente, por embellecimiento, invención o imaginación. Otra cosa muy diferente es saber el grado de afectación de sus recuerdos después de cinco entrevistas realizadas por ufólogos en ocho años: una primera por una persona desconocida de Museros, una segunda por los investigadores de Castellón (en 1977), una tercera por J.J. Benítez (1980), una cuarta por Fernández-Gascón (1983) y una quinta por Fernández-Valls (1984).

Estoy convencido que estas reiteradas conversaciones de los testigos a lo largo de los años con distintos investigadores OVNI, incluidos nosotros mismos, tuvo una influencia decisiva en que el matrimonio Corell-Civera mostrara un relato homogéneo que finalmente fue el que se consolidó. Debido a las diferentes intervenciones de los ufólogos, los testigos en cierto modo “sistematizaron” un relato sobre lo ocurrido, guardando un recuerdo propio, donde se mezclaba lo realmente vivido con la información que todos los ufólogos pusimos, de forma más o menos involuntaria, en sus bocas Un claro ejemplo de esta influencia está en el término “Michelín” en boca del Sr. Corell. Se hacía muy evidente que era algo ajeno a su léxico, y se notaba a las claras que cuando lo utilizaba lo hacía de una forma bastante forzada.

 En las dos entrevistas que mantuvimos con él, lo llegó a usar únicamente en un par de ocasiones, sin convicción, como cuando se recita de memoria algo aprendido, y como queriendo reforzar su relato con un lenguaje más “culto”. Y cada vez que lo hacía, como buscando en su memoria la palabra exacta a emplear, paraba de hablar unos momentos, pues perdía la fluidez del relato. Por el contrario, su esposa, con total naturalidad y con un término mucho más común, siempre nos habló de “estatua” para referirse al ser. Los conocimientos de ambos sobre los OVNIS resultaban ser bastante básicos, como en buena parte de las personas en nuestro país en esos años 70 donde el tema OVNI se encontraba muy presente en todos los ámbitos de la sociedad.

Luz inicial

                Mientras los testigos circulaban en su automóvil, vieron una luz delante de ellos, lo que les llamó la atención, en especial por la falta de otras luces en esa zona de noche. Para el Sr. Corell, ésta se encontraba en frente, para su esposa,  enfrente pero un poco a la izquierda. Se situaba en las montañas, algo lejana, y parecía acercarse hacia el automóvil, aunque el testigo también admitió que podían haber sido ellos los que se aproximaban a la luz. Respecto de cómo desapareció de su vista, simplemente la dejaron de ver, no saben si es que se apagó de repente o desapareció o quedó tapada por algún obstáculo.(22)Vista en la recta y chalets

De hecho, no le dieron mayor importancia, y ni siquiera lo comentaron entre ellos mientras la estaban observando. La atribuyeron a los faros de algún vehículo que estuviera subiendo a algún chalet de la zona. Incluso la testigo me llegó a decir que “…de la luz no se decirle nada”. Todos los investigadores que hemos estudiado el caso coincidimos en la escasa extrañeza y entidad de esta luz. Poco tiempo después, “al rato” según la testigo y “no hacía nada que desapareció esa y aparece la otra” según el marido, es cuando junto a la carretera, en su parte izquierda, se hizo visible el remolino del que surgiría el “humanoide”.

El apagón de las luces del automóvil

 (24) Ficha técnica Renault 4L               Es uno de los puntos más interesantes de este caso. ¿Tiene relación el fallo de las luces, que no del encendido del motor, con la presencia del ser junto a la carretera? La esposa, absorta en observarlo, ni tan siquiera se dio cuenta de que circulaban sin luces. Por el contrario, al Sr. Corell este hecho le impactó muchísimo, tanto por el apagado de los faros justo en el momento de pasar por delante del ser, cuanto por los momentos de difícil conducción que tuvo que pasar sin luces. Lo cierto es que no tenía opinión sobre si el fallo eléctrico del coche tuvo que ver o no con la presencia del ser, aunque cuando se refería al problema del R-4L lo hacía hablando indistintamente tanto de fusibles fundidos como de corto-circuito. Por su parte, en la primera encuesta conocida, los ufólogos castellonenses achacaron la avería a que se habían fundido los fusibles de los faros.

Esta terminología confusa nos llevó al error de mencionar ambas posibles causas, fusibles fundidos y corto-circuito, en nuestro artículo de Karma-7. Sin embargo, como muy bien señalaba Tomás Santiago del GRUE en “Cuadernos de Ufología”, el R-4L no pudo quedarse sin luces por haberse fundido los fusibles, puesto que en este modelo de automóvil el cableado de los faros y pilotos no pasaba por sus “DOS únicos fusibles que van situados en el compartimento/vano motor”. Así pues, se despeja la causa de la avería y sólo resta una única posibilidad. El apagado de los faros fue originado, sin lugar a duda, por un corto-circuito en el cable eléctrico de las luces delanteras del automóvil, y no por el fundido de los fusibles. Punto aclarado.(23) Esquema eléctrico R-4

El problema sólo había afectado a la parte del alumbrado del automóvil, en concreto al fluido de las luces, que se apagaron por completo, no a la batería ni al encendido del motor que continuó funcionando. El testigo paró el R-4L al llegar a la carretera de Bétera y luego lo pudo arrancar sin problemas. De hecho, a la mañana siguiente lo volvió a arrancar con toda normalidad conduciéndolo hasta Almenara donde lo llevó a un taller para su reparación. Según nos indicaron los testigos, la factura fue costosa para la época. Gasto extra al que tuvieron que hacer frente, y al que se refería la esposa con cierta vehemencia: “nos costó cuatro mil pesetas en aquel tiempo. Se había quemado todo”.

La reparación consistió en cambiar varios metros de cable eléctrico, que se había quemado por un corto-circuito, desde el intermitente delantero izquierdo hasta el conmutador del encendido de las luces. ¿Posibles causas del corto-circuito, origen de la avería? No se conocen con seguridad, aunque probablemente pudo deberse al desgaste por fricción de una parte de la protección aislante de dicho cable con alguna zona de la carrocería, o con algún otro elemento (casquillo del piloto, etc.). Aun tratándose de una avería poco común, tampoco resulta ser extraordinaria. Ni mucho menos inexplicable.

Otra cuestión es saber si pudo existir o no una causa externa que originara el cortocircuito. Habría que saber si fue casual y, por tanto, no tuvo ninguna relación con la observación del presunto “humanoide”. O no fue casual, y su origen sí que estuvo relacionado de algún modo con la presencia del ser. Estas son las dos alternativas. Como me comentó en noviembre de 2020 Tomás Santiago, del GRUE, “A mi no me parece que el encuentro con el humanoide pueda causar un corto-circuito. A falta de más pruebas, la balanza se inclina a que la avería fue casual”. Opinión -una simple coincidencia- que suscribo como hipótesis más económica, lógica y racional.

El humanoide

El “humanoide” se encontraba sobre una pequeña elevación del terreno, un ribazo, “a unos siete u ocho metros” a la izquierda de la carretera, según el sentido en que viajaba el R-4L, al lado del camino de entrada a un chalet cercano. Entre los testigos hay pequeñas discrepancias que no invalidan su relato. Para la esposa, se encontraba nada más pasado el chalet, lo que coincidiría con el informe de los investigadores de Castellón donde se señala que se situaba pasado el pequeño camino de tierra que conduce a la edificación. Para el marido, el lugar era justo enfrente de “la casita”. De lo que no hay discusión es que se encontraba “encima de un montículo”, tipo ribazo. Es decir, un poco elevado respecto de la visual de los testigos.(25) Dibujo Vicente

En cuanto al aspecto del ser, en todas sus declaraciones el matrimonio siempre manifestó, sin ningún tipo de duda ni ambigüedad, que tenía toda la apariencia de una persona: con sus dos brazos, dos piernas, dos manos, dedos normales, cabeza, etc. Aunque es verdad que no pudieron apreciar los rasgos de la cara, algo que no debe de extrañar, pues durante la mayor parte de los pocos segundos que estuvieron observándolo se desplazaba en la misma dirección que la marcha de los testigos, y por tanto, de espaldas a ellos. Por otro lado, las supuestas anomalías reseñadas en algunas publicaciones en cuanto a su aspecto y movimiento pueden no ser tales y explicarse sencillamente. A continuación repasaremos las más llamativas.

En primer lugar la luz que portaba en la cabeza, una según el testigo y dos luces según su esposa. El Sr. Corell habla de que asemejaba a un frontal “como el casco de un minero”. Perfectamente podría tratarse de un frontal de tipo casero con una sola luz, o con dos, accionado por una pila de “petaca” de la época. El hecho que pareciera “flotar” sobre el borde del ribazo, a muy poca altura, se explicaría como una persona con botas negras, no visibles de noche, que al hallarse a un nivel más elevado respecto de la visión de los testigos, diera la impresión óptica de estar “levitando”.

El que no diera la sensación de andar, sino de “saltar” a pies juntillas, también podría explicarse perfectamente porque la persona en cuestión estuviera andando con pasos muy cortos para no tropezar, dada la oscuridad. Y además, como el terreno no era llano, por seguridad, al pisar el suelo descargaba todo su peso en cada uno de sus pies, con lo que se produciría cada vez que pisaba un movimiento acompasado de todo el cuerpo, siguiendo una cadencia, primero a la izquierda luego a la derecha y así de forma consecutiva. Y ello daría lugar, visto desde el interior de un vehículo en marcha, a varios metros de distancia y por pocos segundos, a que se trataba de un movimiento de balanceo.(27) Retrato-robot

Con respecto al traje, era ajustado en las piernas, y bastante abombado, con listas horizontales, desde la cintura hasta el cuello, y según la señora, “relucía” en su mitad superior, como “tela de mouré” brillante, mientras que su marido lo vio más apagado. Recuerda enormemente a una persona vestida con una cazadora gruesa impermeable (del tipo anorak) que reflejara algo de luz. Y más en plena noche. Hay que considerar, por una parte, la fugacidad de la observación del “humanoide”: el Sr. Corell lo pudo ver como máximo seis segundos, y la Sra. Civera algunos segundos más, al continuar viéndolo durante breves momentos tras el fallo de los faros. De otra, hay que tener en cuenta que la menor distancia entre los testigos y el ser se produjo al llegar a su altura, y también fue brevísima. Apenas debió durar un segundo, atendiendo a la velocidad del vehículo que proseguía su marcha.

La reconstrucción de los hechos

(26) Humanoide en CdUEn la recreación de los hechos, llevada a cabo el 18 de septiembre de 1985, el autor, ataviado con una chaqueta acolchada tipo anorak (aun era verano y ¡ni cuento el calor que pasé!…) y portando una linterna, se situó aproximadamente en el lugar dónde los testigos habían señalado se encontraba el “humanoide”. Y la prueba consistía en comprobar qué es lo que veía el otro investigador (Juan Marcos Gascón) conduciendo su automóvil por la misma carretera e idéntico trayecto del seguido por los testigos, también de noche, y en condiciones visuales muy similares a las del avistamiento.

Al entrar en la última recta antes de llegar a las cercanías del camino de acceso al chalet, dónde los testigos situaron al ser, Juan Marcos Gascón empezó a observar delante de él, a unos 90  o 100 m. a su izquierda, una cierta “claridad” (la linterna) que parecía surgir de entre la oscuridad de los campos de cultivo. Siguió con su trayecto y escasos segundos después, en ese mismo lugar, ahora situado ya sólo a unos 40 m. de distancia, comenzó a hacerse visible mi silueta, más gruesa de lo normal de cintura para arriba a causa del anorak. Visión muy fugaz, pues J. M. Gascón dejaba de verme en segundos, ya que el automóvil me sobrepasó rápidamente, tras haber llegado a mi altura, para proseguir su trayecto hacia la carretera de Bétera.

El resultado de la reconstrucción de los hechos fue positivo aunque no concluyente. Se demostraba de manera objetiva que desde un vehículo en marcha por la misma carretera donde circularon los testigos, era visible en la noche una persona con un chubasquero y una linterna que se situara a pocos metros junto a la carretera. Y además, esta persona adquiría a ojos del conductor, según avanzaba el automóvil y se acercaba, un aspecto bastante parecido al del ser descrito por los testigos. No era una prueba definitiva sobre el posible origen de la figura, pero sí que ayudaba en el proceso de delimitar hipótesis.

Posibles hipótesis explicativas

La luz vista a lo lejos en las montañas pudo ser cualquier cosa (la luz nocturna en la lejanía de algún vehículo, incluso la luz fija de un chalet), y es totalmente irrelevante en el contexto de esta observación. En cuanto a la avería de las luces del R-4L, todo indica que debió de ser fortuita. Así pues, sólo quedaría el “humanoide” como único punto de extrañeza. Por ello, lo más lógico sería centrarse en él para tratar de llegar al fondo de lo ocurrido. Al respecto, surgen de manera directa tres posibilidades:

1.- Aparición de un ser sobrenatural, un extraterrestre solitario, o entidad fantasmal similar.

2.- El relato es una fabulación de los testigos y los hechos no sucedieron.

3.- Se trató simplemente de una confusión de los testigos.

La primera posibilidad implica que existen extraterrestres andantes, fantasmas nocturnos y otras criaturas semejantes. Parece de sentido común que esa propuesta debería apoyarse en hechos mucho más sólidos que, una fugaz visión, de noche y desde un vehículo en movimiento. En ufología es muy común, a las primeras de cambio, tildar de “posible humanoide extraterrestre” cualquier figura de aspecto humano que parece salirse de lo normal. Esa es la realidad y debemos ser honestos y reconocerlo. En otra época probablemente se hubiera hablado más bien de “alma en pena”, “autoestopista fantasma”, “entidad” o “espectro”.

La segunda posibilidad, aunque no sería descartable pues los investigadores no tenemos cualificación específica para detectar mentiras y fraudes, no parece deducirse de lo que comprobamos de la narración de los testigos y de su coherencia con la reconstrucción de los hechos llevada a cabo. No nos parecieron unas personas que pudieran inventarse semejante historia. Una fabulación tan elaborada y compleja requeriría ciertas actitudes concretas de los testigos (deseo de publicidad, por ejemplo, que nunca lo hubo). Mi propia percepción, subjetiva pero basada en muchas encuestas previas, de su carácter sincero y honesto, les avalaría. Tampoco hemos podido encontrar indicios de que tuvieran un conocimiento previo del fenómeno OVNI fuera de lo que era normal en nuestro país en estos años.

                La tercera hipótesis se refiere a que los testigos no hubieran mentido sino que simplemente se hubieran confundido, dada la oscuridad reinante, malinterpretando la aparición de una persona normal. Cuya extrañeza se vio muy potenciada al producirse de manera simultánea la avería fortuita en las luces del R-4L. Ello nos lleva a hacernos la pregunta ¿con qué o con quién? Naturalmente, vista su descripción, debería haber sido con una figura humana, aunque portando ciertos elementos que le dieran una apariencia similar a la de un “hombre Michelín”. Nombre usado solo por el testigo Sr. Corell, posiblemente influenciado por los ufólogos con los que trató, no así su esposa.

Y como se demostró convincentemente en la reconstrucción de los hechos llevada a cabo por Gascón-Fernández en septiembre de 1985, bien pudo ser una persona que en plena noche llevara algún tipo de iluminación individual (linterna, frontal, etc.), vistiendo una cazadora gruesa impermeable (del tipo anorak) que reflejaba algo de luz y que fuera caminando muy despacio por los ribazos de los campos lindantes con la carretera. Naturalmente, hay un amplio abanico de alternativas corrientes para esta situación. Se podría tratar:

  • De un recolector de caracoles silvestres. Práctica bastante común y lucrativa en la época, ya que todavía no existían las modernas granjas de cría. En la primera entrevista, el testigo nos comentó, para explicar cómo se alzó el ser desde el suelo, y a modo de símil, que parecía como un hombre agachado cogiendo caracoles al levantarse de repente. No es nada  descartable, a pesar de haber sido objeto de repetida burla de forma injustificada en algunas publicaciones. Otra mala práctica común en ufología: hacer chanza de las hipótesis razonables.
  • De un recluta del CIR-7 de Marines que llegaba tarde a su destino. Tampoco sería descartable. La movilidad individual en la época, y más en los jóvenes, era bastante limitada. Durante el servicio militar no resultaba nada inhabitual que los jóvenes reclutas tuvieron que “buscarse la vida” para regresar al cuartel tras un permiso.
  • Del conductor de un tractor o máquina similar que estuviera trabajando el campo esa noche. En esa época la maquinaria agrícola (tractores, excavadoras, etc.) ya disponía de faros para iluminarse por la noche, como en la actualidad. No puede descartarse ese trabajo agrario nocturno.
  • De alguna persona que estuviera por otro motivo en ese lugar. Por proximidad, podría haber sido uno de los residentes del chalet cercano que estuviera con una linterna (o similar) en lo alto de un ribazo junto al camino que llevaba al chalet desde la carretera, por ejemplo, a la espera de la llegada de algún vehículo para indicarle la entrada, etc.

Análisis de los hechos(3) Antonio Moya

                La primera parte del caso, la luz lejana, no presenta una extrañeza suficiente como para entrar dentro de la categoría OVNI (Objeto Volante No Identificado). Existen muchísimas dudas de que volara, y según las declaraciones de los propios testigos, parece claro podrían corresponder a las luces de algún tipo de vehículo (moto, automóvil) o incluso la luz fija de un chalet situado en la lejanía. Su desaparición de la vista tampoco encierra misterio alguno. La dejaron de ver simplemente. ¿Motivo? Tal vez porque se apagara, quedara oculta por cambios de perspectiva al variar la dirección de la carretera, o incluso porque la taparan los árboles existentes en los campos junto a la carretera.

En cuanto al fallo de las luces del R-4L, un corto-circuito, se trató de una avería poco común, es cierto, pero ni extraordinaria ni mucho menos inexplicable, que ocurrió de manera casual. Por ello, es el “humanoide” el único elemento al parecer extraño y que necesita un mayor análisis. De las tres posibilidades estudiadas sobre su posible origen, nos decantamos por la que requiere plantear menos suposiciones (a lo Guillermo de Occam): que se hubiera tratado de una confusión con una figura humana. Una persona vista en la oscuridad con algún tipo de iluminación individual y una cazadora gruesa o similar que reflejara algo de luz. No niego que a algunos lectores les pueda parecer absurdo que los testigos se vieran tan desconcertados por una simple confusión con una figura humana. Pero eso es lo que parecen sugerir los hechos.

De admitirse la hipótesis explicativa de la confusión con una figura humana vista en plena noche como correcta, para la presencia del “humanoide”, que después de esta investigación parece quedar como la única lógica, creíble y no ilusoria, a continuación habría que responder a otra pertinente pregunta: ¿qué podía estar haciendo dicha persona en ese lugar, a esas horas de la noche, etc.? No lo sabemos con certeza, aunque con anterioridad en este mismo texto ya hemos repasado con amplitud varias respuestas a esta cuestión. Todas ellas igual de razonables, posibles y normales.

Factores para una confusión

Y si realmente se trató de una simple confusión, ¿cuáles habrían sido los factores más determinantes para que se produjera? En primer lugar, porque al principio del incidente los testigos se vieron sorprendidos por un estímulo luminoso que les llamó la atención. Hay que advertir a los lectores más jóvenes que, en esos años 70 en España, cualquier luz vista en la noche evocaba de manera automática a los OVNIS. No hay que infravalorar este ambiente tan predispuesto. Y aunque los testigos lo interpretaron en ese mismo momento como las luces de un coche lejano, hay que reconocer que éste primer suceso ya hizo que estuvieran en alerta el resto del trayecto.

                En segundo lugar, es posible que determinados efectos (la noche, la luz que llevaba a la altura de la cabeza, la ropa que reflejaba esa luz, el encontrarse un poco elevado.

Juan Antonio Fernández Peris

NOTA: Agradezco a Vicente-Juan Ballester Olmos sus sugerencias y aportaciones al texto. Eso sí, los errores que pudieran existir en el mismo son de la entera y exclusiva responsabilidad del autor.

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