Published On: Dom, dic 11th, 2016

EL ERTXAINA Y EL HUMANOIDE DE AYURDIN

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Publicado en EOC nº 82

20141027_175618A principios de los años 90 llegaban a mis oídos historias sobre situaciones insólitas vividas por patrullas de la Ertzaintza en la provincia de Alava. Aunque los rumores venían de los propios agentes, la indagación  en sus contenidos era labor complicada dada la institución en donde investigar y la limitada colaboración de los conocedores de estos incidentes que lógicamente no querían verse implicados cuando de sus puestos de trabajo se trataba. Durante más de dos décadas los misteriosos relatos me han acompañado en mi cuaderno de campo, no perdiendo oportunidad en preguntar por ellos a toda aquella persona que conocía y que de algún u otro modo tenía relación con la Policía Vasca. En el verano del 2014 y en una charla trivial con una vieja amistad, surgió casualmente el dato de un familiar suyo cuyo padre había formado parte de la primera promoción de la Ertzaintza en el año 1982. Automáticamente recordé que los singulares casos recopilados se ubicaban en la década de los 80, por lo que una vez más la pregunta sobre ellos saltó como un resorte en un nuevo intento de conseguir más información, con un dato clave con el que hasta el momento no había tenido suerte: el apellido de uno de los supuestos testigos. Sin embargo en esta ocasión, el azar de esa conversación me deparaba una inesperada sorpresa.el

Aquel nuevo tanteo con los “Casos de la Ertzaintza”, tal y como los había etiquetado en mis archivos había dado sus frutos. Así que cuando después de unas semanas tras aquella crucial conversación me facilitaron el teléfono de un agente de la Ertzaintza ya retirado, quién correspondía al apellido que hacía tanto tiempo había memorizado, no tenía ni la menor idea del peculiar momento que se me iba a presentar en nuestra primera charla telefónica. En cuanto mis contactos  José Carlos y Nuria me confirmaron que podía llamar al policía jubilado, a quién previamente le habían avisado de mis intenciones de charlar con él, reconozco que marcando aquel número de una localidad alavesa me entró un gran entusiasmo pensando en la cantidad de tiempo que había perseguido su pista. Al descolgar mi interlocutor al otro lado y presentarme como alguien interesado en ciertos sucesos enigmáticos en los que estaba involucrada la Policía del País Vasco, le relaté el principal hecho del que me había enterado hace tantos años y que le apuntaba como protagonista: En el Puerto de Orduña situado entre tierras alavesas y la provincia de Vizcaya, un coche patrulla había sido perseguido por un objeto luminoso, hasta tal punto que en su huida por las sinuosas curvas del peligroso Puerto estuvieron a punto de sufrir un accidente.mapa

José Miguel Ahedo, así se llamaba aquella voz firme que tras una pausa me respondió con un no rotundo. -Pues no. Yo no he vivido esa historia y tampoco la conozco- . Al escuchar esa contundente respuesta pensé que una vez más mi búsqueda se había topado con otra pista sin fundamento. En ese breve instante y mientras mi concluyente pensamiento se ocupaba de desilusionarme, añadió -lo que si te puedo contar es otro asunto un tanto extraño del que por aquella época fui testigo con mi compañero de patrulla-. Aquellas palabras volvieron a centrarme de nuevo y sorprendido por el comentario le pregunté a qué se estaba refiriendo. De manera muy rápida me contó que cierta noche en el año 1984, cuando estaba de patrulla en tráfico, recibieron un aviso de la Central por la llamada de un vehículo que había estado a punto de chocarse contra un “fantasma”; y que cuando se personaron en el lugar observaron en medio de la carretera a un personaje que vestía una túnica, el cual desapareció delante de sus narices.  Intentando encajar este breve y desconcertante resumen de su historia, lo primero que le propuse es concertar un encuentro para conocernos y para que me diese más detalles del extraño suceso. Debido a que todo esto transcurría en pleno mes de agosto y que el policía se encontraba de veraneo en su residencia de la costa mediterránea, acordamos en que le volvería a llamar en unas semanas para confirmar su regreso a tierras alavesas. Durante los dos siguientes meses le llamé en varias ocasiones para afianzar tan ansiada entrevista por mi parte, siempre con el temor de que se echase atrás, como a veces suele ocurrir con tantos testigos de algo supuestamente imposible. Pero esta vez no fue así.

Un testimonio desconcertante.

1.josemiguelahedoTal y como convenimos nos citamos en su domicilio en una zona residencial de una cercana población a la capital alavesa. Cuando pulsé el timbre en aquella soleada tarde de octubre me dio por recordar una vez más cuando empezaron mis primeras indagaciones sobre el tema hace tanto tiempo, y que ahora estaba allí a punto de conocer un testimonio de primera mano. Tras aparecer por la puerta y hacer las presentaciones de rigor, nos dirigimos a la cafetería más próxima y nos sentamos en la mesa más solitaria de su terraza, deseando escuchar atentamente todos los pormenores del incidente que en su día me había avanzado.

-Yo estaba de Jefe de Patrullas y nos avisaron del Centro de Coordinación- comenzó a relatarme- que un usuario de la vía pública había llamado porque se le había aparecido una cosa rara en Ayurdin….como una especie de fantasma en medio de la carretera y que de poco se estrellan.

-¿Y esto ocurría en el mismo autovía dirección a Bilbao desde Vitoria?-pregunté.

-Sí, eso es- asintió- y bueno….como nos pilló cerca al estar en la zona de   Lopidana fuimos para allí…aunque no sabría precisarte la hora…calculo que serían sobre las tres y media o cuatro de la madrugada. En cuanto a la fecha recuerdo que era invierno…seguramente enero o febrero del año 1984.

-Cuando salimos hacía Altube y según nos íbamos aproximando, fuimos con cuidado pensando que tal vez se podría tratar de algún “pirao” que estaba saliendo a los coches…así que la idea era llegar y pillarle.  Al llegar a la entrada del túnel de Ayurdin y en la boca de salida, ya sabrás que el túnel es corto y en línea recta…..vimos una capa negra…una cosa negra grande de unos dos metros y pico, como si estaría con los brazos abiertos…que no se le veían brazos, ni se le veían pies…solo la capa negra con una capucha, pero tampoco se le veía cara ni se le veía nada…y eso que habíamos metido las luces largas y no se le veía absolutamente nada…todo negro…toda la figura se veía en negro y grande…muy grande…e inmóvil…no se movía nada. Tampoco se le veían pies ya que la capa le llegaba hasta el suelo. La forma de comenzar su relato y la claridad con que se le veía recordar los primeros detalles, denotaba la meticulosidad propia de su trabajo, lo que otorgaba  gran firmeza a sus palabras. Mientras iba tomando notas en mi cuaderno, y degustábamos los cafés que habíamos pedido, proseguía con su historia, la cual estaba llegando a su punto más asombroso.

-En ese instante metimos las luces del puente…metimos rotativos ya llegando… y desapareció. Pero desapareció….no para un lado o para otro…sino que desapareció…visto y no visto. Entonces claro, yo cogí la escopeta que llevábamos cargada, quité seguros, salí corriendo del coche…y le dije a mi compañero, alumbramé…alumbramé con las luces del puente lo máximo posible para ver la zona…y yo con mi linterna en una mano y la escopeta en otra me subí por una parte del monte hasta donde pude, ya que todo aquello es muy escarpado y encima está vallado…y no pude ver nada…pero absolutamente nada.

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Llegados a este punto y a pesar de los años transcurridos, todavía se podía apreciar en la expresión de José Miguel Ahedo, ese momento de incredulidad y de impotencia por haber tenido a esa “figura” a escasos 10 metros de distancia y comprobar cómo desaparecía delante de sus luces policiales. Al hacerle hincapié en este aspecto e insistirle en la forma en que desapareció, la respuesta era tajante una y otra vez, al no haberlo visto  desplazarse en ninguna dirección, sino solamente desvanecerse en la salida del túnel mientras había permanecido en todo momento totalmente quieto. Dado que Ahedo no conducía, en ningún momento le quitó la vista de encima, por lo que había visto toda la secuencia seguida desde que se aproximan hasta que desaparece.

-Era  imposible -añadió-…imposible que una persona pudiera desaparecer de la forma que desapareció allí…porque no hubo tiempo físico…y es que estábamos encima…y porque dado el relieve del lugar no se podía huir tan fácilmente.

-¿Qué fue lo primero que pensaste ante tal situación?- le interrogué.

-Pues lo primero que pensé tanto yo…como mi compañero…es que aquello no era nada normal…aquello una persona no podía ser…porque era todo muy raro. Una persona físicamente no puede marcharse sin verla nosotros. Además ten en cuenta que antes de desaparecer no pudimos verle ni cara, ni brazos, ni pies. Con las luces que le enfocamos aunque la capa fuera muy oscura…la cara debería haber destacado…y no se veía nada…todo completamente oscuro. Se observaba el detalle de la capucha cayendo por delante, pero sin poder ver nada…digamos que en su interior, todo era negro total. Cuando seguidamente llamamos al Centro de Coordinación dijimos que esto era una cosa muy rara, y que no se trataba de una persona haciendo el gamberro…y que era todo muy extraño…y la cosa se quedó así.

Cuatro testigos de lo imposible.

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Según reiteraba la oscuridad de los detalles que pudieron observar en la siniestra figura, me vinieron a la memoria algunos casos donde se hablaba de encuentros  con tenebrosos personajes en mitad de la noche  por caminos y carreteras solitarias. Por ejemplo en Extremadura son diversos los testimonios de personas que dicen haberse topado con lo que se conocen como “ensotanados”, cuyas características son muy parecidas a las que me estaba describiendo mi testigo. Los términos populares son variopintos para este tipo de lúgubres aparecidos: “La Pantaruja” o “La Pantalla”. En la población cacereña de Vegas de Coria en 1983 algunos de sus habitantes afirmaron haberse encontrado con una gran figura negra vestida con una especie de capa que surgía en los parajes más insospechados deslizándose a escasos centímetros del suelo, incluso emitiendo un sobrecogedor sonido, para luego evaporarse ante los atónitos ojos de sus observadores.

Otro extraño suceso ocurría una noche del año 2002, el escritor Alejandro López Andrada conducía su coche acompañado de su hija y de una amiga de ésta, cuando pudieron ver a tan solo unos pocos metros del vehículo a un ser de gran altura vestido con una larga túnica que se desplazaba flotando por el centro de la carretera hacia la cordobesa localidad de Pozoblanco por la que se dirigían. Tienen muy claro que no era una alucinación y que aquella absurda estampa fue real.  Describen a la figura que pudieron ver durante unos cuatro minutos como una especie de monje de más de dos metros de altura que se acercaba hacia el coche en el que los tres testigos estaban mirando con incredulidad. ¿Qué sentido tendrían estos tétricos incidentes los cuales compartían a estos absurdos seres? Entretanto me formulaba esta cuestión, todavía quedaban muchos detalles por analizar en la crónica imposible de José Miguel Ahedo.

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-A la mañana siguiente y ya con la luz del día -me comentó- regresamos al túnel de Ayurdin para inspeccionarlo más detenidamente…y debido a que había estado lloviendo, únicamente pudimos comprobar mis huellas…no había ningún rastro de algo que nos diera alguna pista…ni otras pisadas…ni restos de nada. La alambrada que protege la autovía de la posible intrusión de los animales estaba en perfectas condiciones…dándonos todavía más cuenta de lo difícil por no decir imposible que sería para una persona escaparse por un lateral o desde arriba del túnel…debido a lo inaccesible del monte donde estaba construido el túnel.

-¿Y qué ocurrió con la persona que había llamado por estar a punto de colisionar con un “fantasma”? ¿Llegasteis a estar con él?-

-Si… claro. Antes decirte…que cuando revisamos la zona ciertamente vimos en la hierba de la mediana de la autovía, las rodadas recientes dejadas por un vehículo…que sin llegar a impactar pudo recuperar el control y reanudar su marcha.

- Los que habían llamado al Centro de Coordinación fueron una pareja de unos cuarenta y tantos años…y lo habían hecho desde el área de servicio de Altube. Cuando nos dirigimos allí aún los pudimos encontrar…y estaban líbidos…totalmente blancos, y sobretodo ella, que estaba muy deshecha. Y lo que nos dijeron era lo mismo que habíamos visto nosotros… que tuvieron que frenar y esquivar para no atropellarlo y por eso se salieron de la carretera. Que al dar un volantazo “aquello” desapareció. Su descripción era idéntica a lo que vimos. De lo nerviosos que estaban no se atrevían ni a conducir…por eso nosotros no les dijimos nada acerca de lo que también nos había ocurrido para tranquilizarles…comentando que seguramente sería alguien haciendo el gamberro.

-Al insistirle en esta posibilidad lógica y aun sabiendo que “el ensotanado” desapareció delante de ellos sin que huyese en ninguna dirección…me replicó- ¿Un gamberro?…Imposible -me contestó rotundamente -Si llega a ser algún gamberro lo hubiera pillado rápidamente. Seguro. Por un lado o por otro le hubiéramos visto correr y le hubiésemos atrapado. Además, ten en cuenta que te arriesgas a que te disparen, ya que yo salí con la escopeta de postas cargada, al no saber a qué situación te estás enfrentando.

La divulgación del caso.

La pregunta obligada, y más tratándose de unos policías partícipes en un asunto como este, era si todo aquel percance no se había reflejado en algún informe. Como investigador, una prueba documental que recogiese los detalles de un tema tan inaudito, sería un pequeño tesoro que reforzaría el episodio vivido por la patrulla y por la pareja en el túnel.

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-El Centro de Coordinación toma nota de todo lo que se comunica – subrayó – y  nosotros dimos cuenta de todos los detalles del suceso, pero sin que llegase a ser un informe oficial o atestado…ya que al no ocasionarse ningún accidente como tal, o causarse desperfectos en la autovía, no procedía. Además…así como los atestados permanecen durante mucho tiempo, cualquier anotación “no oficial” no se conserva al no tener relevancia.

Descartada por tanto esta posibilidad documentada, le animé a que dibujara a grandes rasgos cómo recordaba aquella figura en medio de la carretera. Mientras esbozaba unos sencillos trazos en mi cuaderno, iba reiterando todos los detalles que me había narrado, recalcando lo negruzco de su túnica y esa capucha que solo cubría más oscuridad.

Esta historia no llegó a trascender demasiado en su momento ya que su protagonista solo la había contado en su círculo familiar y entre aquellos compañeros de la base de tráfico que por cercanía se habían enterado del percance, soportando incluso alguna que otra broma en su trabajo. Cuando se enfrentaron a esta situación, y cómo no era de esperar de otra manera cuando se trata de una intervención policial, pensaron que su cotidiana actuación iba a ser el detener a un sujeto que estaba poniendo en peligro la circulación en una calzada, o incluso también se plantearon que fuera alguna emboscada debido a la peligrosa época en que estaban por ser la policía vasca objetivo de la banda terrorista ETA. Sin embargo su actividad se vio sacudida por lo imposible, hasta tal punto que tal y cómo me confesaría José Miguel Ahedo, se llegó a pellizcar en el brazo cuando contempló aquella desaparición a escasos metros suyo. Estando los días siguientes a esta vivencia marcados por un desconcierto total a la hora de reflexionar sobre la naturaleza de tal experiencia.

Sin dejar de anotar toda la información cuando ya nuestra conversación llegaba a su fin, y pensando si me había dejado en el tintero posibles preguntas sobre el misterioso relato, se me ocurrió comentarle si tendría algún inconveniente en que contase su historia  en algunos de los medios de comunicación con los que suelo colaborar, preservando lógicamente su identidad. Siempre he tenido claro que mis prioridades en el mundo del misterio son de investigación por satisfacer mi propia curiosidad, y luego ya de una manera más secundaria estaría la divulgación. Bastante complicado suele ser el llegar a un testimonio de éstas características y ganarse su confianza, como para ahuyentarlo nada más mencionar la posibilidad de contarlo en un programa de radio o de televisión. Sin embargo, apenas estaba asimilando el impactante suceso, José Miguel Ahedo me volvía a sorprender con su cooperación al manifestarme que no tenía ningún problema en narrarlo donde fuera. Tenía muy claro lo que había vivido, y dada su actual desvinculación laboral al Cuerpo de la Ertzaintza, no veía porque no contarlo después de tantos años.

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Ante aquellas palabras inmediatamente pensé que un relato tan contundente y con la credibilidad que le daba su protagonista a la hora de explicarlo, sería más que interesante difundirlo, y que mejor manera de hacerlo que a través del programa de televisión “Cuarto Milenio”. Antes de despedirnos le comenté mis intenciones de comunicar su experiencia con el “ensotanado” al equipo de dicho espacio, y una vez más y categóricamente me dijo que a mi criterio y sin ningún problema. Esa misma noche envié un email con todos los detalles al director del programa, Iker Jiménez y al reportero Javier Pérez Campos. La respuesta de ambos no se hizo esperar teniendo en cuenta que teníamos a un Inspector y Jefe de patrullas de la Ertzaintza ya jubilado de gran prestigio y con un historial intachable dispuesto a dar la cara con tan inquietante cuestión.

Durante los días siguientes se concretó lo referente a la visita de Ahedo al plató de “Cuarto Milenio”; y cuando el 16 de noviembre compartí mesa con él mientras le relataba todo a Iker Jiménez, punto por punto volvió a transmitir toda esa verosimilitud convincente delante de las cámaras. Teníamos la esperanza de que la emisión de “Los Expediente X de la Policía Vasca”, tal y como se había anunciado el tema en televisión, tuviese cierta repercusión sobre todo a nivel de los otros tres testigos que acompañaron a Ahedo: su compañero de patrulla y la pareja que suscitó su intervención. Del agente que conducía el coche patrulla se desconocía su paradero, y de dicha pareja otro tanto, aunque se tomaron nota de sus datos era misión imposible el saber que fue de los mismos.

Había pasado cientos de veces por el túnel de Aiurdin, cuyo tramo de autovía fue construido a finales de la década de los 70, cuando desde Vitoria me había dirigido hacía localidades cercanas como Murguía o Izarra, o para desplazarme más hacia el norte. Desde la capital alavesa si uno quiere ir hasta provincias como Vizcaya o Cantabria  es camino obligado. No obstante después de haber escuchado el testimonio de Ahedo, el circular por este paso de 200 metros en línea recta iba ser diferente. Debido al numeroso tráfico que actualmente soporta y que se trata de una vía de circulación rápida, es peligroso el detenerse en la zona; por lo que cuando junto con Javier Pérez Campos decidimos ir a inspeccionarlo, tuvimos que tomar la antigüa carretera que discurre paralela al autovía para situarnos encima del mismo túnel. Y allí sobre el terreno pudimos comprobar la verticalidad rocosa de su orografía y lo escarpado del entorno. Paisaje que ratificaba lo que había declarado el ertzaina, y que surtía aún si cabe de más rotundidad a los hechos, poniendo en una difícil tesitura la posibilidad de que alguien a pocos metros de un coche patrulla pudiera escabullirse tan rápidamente. Dada la otoñal tarde en que recorrimos el lugar, enseguida se nos echó la noche encima y contemplando la panorámica desde nuestra elevada situación, continuábamos con más interrogantes que respuestas, y con unas opciones lógicas que no acababan de encajar en lo sucedido aquella fría madrugada entre las paredes de hormigón del túnel de Aiurdin.

Más insólitos sucesos.

En abril de 1997 se publicaba en el periódico “El Diario de Noticias de Alava” una entrevista donde hablaba de distintos aspectos del mundo del misterio, y esperando que mis comentarios tuvieran algún eco para poder seguir indagando sobre el tema, dejé caer que la Ertzaintza guardaba “expedientes X” en sus archivos. Tal revelación no tuvo el efecto deseado y los indicios de algunos  casos de los que dispongo, continúan aún por desvelar. Sin embargo han surgido pistas que sin llegar hasta el final muestran más sucesos insólitos.

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Comentaba al principio que en el Puerto de Orduña a unos agentes que patrullaban las carreteras alavesas y que también eran de la primera promoción de la Ertzaintza, fueron perseguidos por un objeto que desprendía una gran luminosidad. El hostigamiento fue tal que la huida se convirtió en algo arriesgado por el serpenteante trazado de la calzada; caso que me llegaba por mediación de una amistad recién ingresada en la Policía Vasca. Pues bien a raíz de la difusión del caso Ahedo y de su eco entre los miembros de la Ertzaintza, el citado incidente cobraba nombres y apellidos.  Sin embargo esta vez no iba ser tan sencillo el llegar hasta los testigos; los miembros de la patrulla implicada no querían hablar del tema, uno por estar aún en activo y el otro aunque jubilado no estaba por la labor de contarlo. Para más sorpresa aparecía otro inquietante testimonio donde una persona que había trabajado en el Centro de Coordinación de la Policía Vasca recordaba la llamada que habían recogido de un camionero que alarmado decía haber visto a un “ser “ levitando en el túnel de Aiurdin. Lo relacionaba con la historia narrada en televisión por José Miguel Ahedo, aunque con algunos detalles diferentes. Entonces la cuestión que se plantea es: ¿esta nueva versión corresponde al relato de Ahedo tergiversado? o por el contrario, ¿nos encontramos ante otro episodio totalmente distinto en el mismo túnel? Las indagaciones al respecto continúan, teniendo en cuenta sobre todo que en asuntos de este tipo vinculados con las fuerzas de seguridad la perseverancia puede dar resultados en cualquier momento, y a los hechos me remito. n abril de 1997 se publicaba en el periódico “El Diario de Noticias de Alava” una entrevista donde hablaba de distintos aspectos del mundo del misterio, y esperando que mis comentarios tuvieran algún eco para poder seguir indagando sobre el tema, dejé caer que la Ertzaintza guardaba “expedientes X” en sus archivos. Tal revelación no tuvo el efecto deseado y los indicios de algunos  casos de los que dispongo, continúan aún por desvelar. Sin embargo han surgido pistas que sin llegar hasta el final muestran más sucesos insólitos.

El camionero acosado.

Entre los años 1970 y 1981 en España se publicaba una revista dedicada al fenómeno OVNI llamada “Stendek”, editada por el Centro de Estudios Interplanetarios (C.E.I) en Barcelona. A la hora de poder  conseguir información sobre los avistamientos ocurridos en aquellos años es todo un referente dada la gran cantidad de casos recopilados. Por eso en alguna ocasión suelo consultar sus ejemplares o los que se pueden conseguir, ya que se han convertido en un bien preciado para los coleccionistas ufológicos. Rastreando unos avistamientos acaecidos en Alava encontré un artículo en la mítica revista escrito en junio de 1977 por el ya mencionado investigador vitoriano del C.E.I José Luis Guillerna. En su relato al momento me llamó la atención que se mencionaba la zona de Aiurdin. Un caso que el sacerdote Ignacio Mendieta, investigador conocido en su localidad de Llodio como “el cura de los ovnis”, contaba a Guillerna y del que había sido testigo un joven camionero del pueblo alavés de Barambio en el año 1975.

Este camionero mientras circulaba con su vehículo de madrugada en dirección hacia Vitoria y subiendo las primeras pendientes del Puerto de Altube, observó un objeto en forma de disco que emitía una fuerte luz blanca, y que se colocó a poca altura sobre la cabina del camión. Inmediatamente se detuvo y cerró todas las puertas totalmente aterrado. El ovni lanzó varios fogonazos y se alejó a gran velocidad en dirección hacia la capital alavesa. El conductor reanudó el viaje y al llegar al Alto de Aiurdin el extraño artefacto volvió a aparecer ejecutando idéntica maniobra. Sin detenerse esta vez comenzó el descenso del puerto lentamente mientras el objeto continuaba sobre el camión. De pronto volvió a proyectar varios destellos y se perdió entre los montes de Vitoria. Prosiguiendo su viaje y al adentrarse en la N-1 para dirigirse a Madrid, a la altura de la población de Nanclares de la Oca, el misterioso disco hizo nuevo acto de presencia y se situó en un lateral del vehículo para una vez más emitir intensos destellos y desaparecer rápidamente en el firmamento. El impacto para el conductor del camión fue tan fuerte que durante un tiempo ocultó el hecho por miedo a que le tomaran por loco. No fue fácil para los investigadores de la época acceder a su testimonio directo ya que en todo momento no quería que se le relacionase con el insólito suceso que le causó secuelas personales rozando el trauma al cuestionarse tras lo vivido los esquemas lógicos de la realidad.

Enrique Echazarra*

*Autor de “Los 20 mejores expedientes X del pais vasco”. Cydonia, 2016

Displaying 1 Comments
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  1. Samuel dice:

    Buen reportaje. Solo decir que en el titulo del artículo hay una errata, la palabra “ertxaina” está mal escrita, debería de ser “ertzaina”. Un saludo.

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