Published On: Vie, nov 8th, 2013

CUANDO LOS (PSEUDO) ESCEPTICOS VAN AL PSICOLOGO

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Publicado en EOC nº 72

EBienvenido al MEOn el episodio 4 de la mítica serie documental de divulgación científica Cosmos, Carl Sagan repasa las ideas, bastante imaginativas y en muchos casos peregrinas, postuladas por Immanuel Velikovsky. Velikovsky alcanzó una gran notoriedad en los años 50 al defender que la Tierra estuvo a punto de colisionar con Marte y Venus en fechas remotas. Durante esa peligrosa aproximación a dichos planetas, se habrían producido diversos cataclismos en la superficie terrestre que, a su vez, habrían dejado huella en el desarrollo civilizatorio de la humanidad. Varios vestigios de tales acercamientos críticos, con sus correspondientes convulsiones terrenales, estarían recogidos en el Antiguo Testamento.

El desarrollo de la carrera espacial posterior así como un mejor conocimiento de nuestro pasado arqueológico e histórico refutó todos los planteamientos de Velikovsky. No obstante y durante unas décadas, sus hipótesis gozaron de cierto éxito tanto popular como académico. Lo más destacable del asunto es que tales ideas se consideraron peligrosas y un sector de la comunidad científica intentó boicotear la difusión de las mismas. Carl Sagan, quien fuera un firme adversario intelectual de Velikovsky – aunque nunca partidario de silenciarlo – reflexionó del siguiente modo en dicho episodio de la serie Cosmos acerca de este affaire y de las actitudes extremas de sus colegas: “Hay muchas hipótesis erróneas en la ciencia. Es perfectamente natural, es el paso necesario para averiguar la verdad. La Ciencia es un proceso de autocorrección. Para ser aceptadas las ideas nuevas tienen que superar numerosos niveles de evidencia y escrutinio. El peor aspecto del asunto Velikovsky no es que muchas de sus ideas fueran erróneas, tontas o en total contradicción con la realidad. Más bien, el peor aspecto es que algunos científicos intentaran ocultar las ideas de Velikovsky. La ocultación de ideas molestas puede que sea corriente en la religión o en la política, pero no es el camino a la sabiduría. Y no tiene sentido dentro de la tarea científica. No sabemos de antemano de dónde surgirán los descubrimientos fundamentales sobre nuestro misterioso y maravilloso Sistema Solar. La historia de nuestro estudio sobre nuestro Sistema Solar demuestra claramente que las ideas aceptadas y convencionales son generalmente erróneas y que pueden surgir descubrimientos fundamentales de las fuentes más inesperadas”

Ciertamente, buena parte del conocimiento científico avanza por sendas inescrutables, incluso fortuitas y heterodoxas. Esta es la grandeza de una forma de acumular saber que es capaz de extraer una enseñanza útil de la refutación de una hipótesis o de la obtención de un resultado contrario a lo esperado. Y siendo esta premisa algo evidente para todo aquel que ejerce la Ciencia, sorprende que, a estas alturas del siglo XXI, muchos adalides del movimiento autodenominado escéptico desconozcan este planteamiento tan básico como fundamental.

Lo desconcertante del asunto no es que semejante ignorancia supina permanezca alojada en el interior de sus mentes, sino que la exhiban en público cuando, a toda costa, pretenden torcer la voluntad de quienes comprenden la pluralidad de caminos que llevan a la buena Ciencia. Con esto no quiero decir que todos los caminos valgan ni sean fecundos para el conocimiento humano, pero habrá de ser el propio método científico –y no unos autonombrados guardianes de la razón- el que se encargue de determinar qué vías han de quedar truncadas o no llevan a ninguna parte tras hacer las comprobaciones experimentales oportunas.

Hace poco pude leer un ejemplo de esta exhibición peligrosa de ignorancia de la que hacía gala un pseudo escéptico en un caso vivido personalmente por el matemático e historiador de la Ciencia Tony Christie (http://thonyc.wordpress.com/2012/11/27/humanitys-interest-in-the-so-called-pseudo-sciences-has-not-always-been-bad-for-science/) Immanuel-Velikovsky_05

La experiencia sufrida en sus propias carnes y la reflexión que hace al respecto de las denominadas pseudociencias no tienen desperdicio: “… la creencia en cosas como la astrología y lo paranormal siempre ha estado con nosotros, pero esta creencia a lo largo de los siglos, hizo una contribución no despreciable a la evolución de las llamadas ciencias legítimas. Lo que sigue no pretende ser un estudio exhaustivo del tema, pero sí un indicador de que el interés de la humanidad en lo aparentemente irracional no necesariamente ha sido tan desastroso como los miembros de la comunidad llamada escéptica nos quieren hacer creerPor supuesto no estoy defendiendo la búsqueda de la pseudociencia ni apoyando de ningún modo que se cuele la pseudociencia en el curriculum escolar, pero como historiador de la ciencia si tengo problemas con la, a menudo, histérica actitud de la Comunidad Escéptica frente a lo que ven como fuerzas demoniacas. En una ocasión, discutiendo con el papel que desempeñó la astrología en la evolución de la astronomía moderna, un importante escéptico alemán, que por entonces era un post doc de física en mi universidad local y estaba profundamente implicado en la comunicación científica, afirmó que no debería decir esas cosas en público porque daría a la gente una falsa impresión de la ciencia. Como historiador de la ciencia sólo puedo decir que son los partidarios de Dawkins, Mayer, etc, los que dan una falsa impresión de la ciencia con su evangelio cientificista. La ciencia ha evolucionado a lo largo de los siglos a través de caminos extraños y convulsos, y casi seguro que continuará haciéndolo a pesar de los mejores esfuerzos de las hordas de Pharyngula para sujetarlos en una camisa de fuerza.

De nuevo, otra obviedad como la formulada por Sagan, pero en esta ocasión pronunciada por alguien que ha sentido de cerca las reprimendas incomprensiblemente miopes de un autocalificado escéptico. En esta misma línea de evitar caer en el fundamentalismo científico, también reflexionó hace tiempo Leonardo Sioufi Fagundes dos Santos, profesor de Física en la Universidad Federal de Sao Paulo (Ver EOC nº 69). No cabe duda de que la creencia en lo paranormal y el estudio científico de su fenomenología ha reportado un balance positivo para el conocimiento del hombre y de la naturaleza. Cierto es que, de momento, la investigación de la llamada percepción extrasensorial no ha dado el fruto esperado ni ha demostrado, fuera de toda duda, la existencia del sexto sentido. Pero la atención prestada no ha sido estéril porque ha obligado a refinar la metodología de laboratorio, la captación de datos y la evaluación de los mismos como quizás ningún otro planteamiento menos exigente hubiera sido capaz de hacer. Unos logros metodológicos que terminan redundando en toda la disciplina psicológica y de los que sacan provecho tanto los investigadores interesados en las anomalías como aquellos a quienes estas materias les resultan ajenas o indiferentes. Otro tanto podemos decir de las Experiencias Cercanas a la Muerte, la sugestión hipnótica o los estados alterados de conciencia que tanto peso tienen en las creencias paranormales. Al ser analizadas desde la Ciencia, estos fenómenos han aportado suculentos réditos para un mejor conocimiento de nuestra mente y de su funcionamiento menos común, pero no por ello menos interesante. De idéntico modo, es bien sabido que durante la etapa espiritista de finales del siglo XIX y principios del XX, la atención prestada por la Ciencia a las sesiones mediúmnicas no sacó a la luz a ningún espíritu del Más Allá, pero tropezó de bruces con el inconsciente humano – hasta entonces desconocido- y que tanto peso, reflexión y debate ha protagonizado posteriormente en el estudio psicológico de la personalidad humana. Y la lista se podía ampliar y de hecho la amplía Tony Christie en el citado blog. Por todo ello, negar la entrada al estudio y debate de lo paranormal en el ámbito universitario o presentar únicamente su faceta más turbia que, por supuesto la tiene, aunque sea solo una de las caras de la misma moneda, resulta un flagrante acto de descarado reduccionismo, de simplificación tendenciosa cuando no de censura ciega que resulta absolutamente impropia de la Ciencia.

Lo más curioso del asunto es que, como a la Ciencia no se le termina por escapar nada que pueda suscitar interés para el mejor conocimiento humano, estas posturas escépticas tan extremas y que, dicho sea de paso, traicionan al genuino escepticismo han sido consideradas anómalas en sí mismas y merecedoras de ser estudiadas por su rareza en la Universidad. Así pues, puede que la parapsicología no encuentre su hueco en muchas facultades, pero otras anomalías inesperadas como el escepticismo más fanático y extremista han ingresado como objeto digno de análisis en el campus universitario.

Los profesores y doctores en psicología de la Universidad de Edimburgo, Peter Lamont, Claudia Coelho y Andrew McKinlay publicaron en 2009 dentro de la revista Discourse Studies un estudio experimental acerca de las actitudes escépticas radicales denominado “Explicando lo inexplicado: la justificación de la descreencia en lo paranormal”. El planteamiento de partida para este análisis lo resumen los investigadores del siguiente modo: “Este trabajo se inicia a partir de la posición de que la “incredulidad” en relación con lo paranormal (comúnmente conocido como “escepticismo”) en sí misma es digna de estudio. Después de todo, la ‘incredulidad’ no es la ausencia de creencia, sino una posición de creencia por derecho propio. Puede ser una posición que la mayoría de los psicólogos consideran como normal, no problemática, incluso auto-evidente, pero la creencia en fenómenos paranormales viene siendo generalizada en toda la historia y en la mayoría de las culturas, e incluso en el Reino Unido hoy en día la mayoría de la gente cree en los fenómenos paranormales de algún tipo. En muchas situaciones sociales, por lo tanto, una posición de escepticismo no es necesariamente la norma”.

Los investigadores diseñaron un experimento en el que el objeto de estudio eran sujetos autocalificados como escépticos. La idea del ensayo no era formularles una serie de preguntas acerca de sus creencias, sino ver estas en acción y funcionamiento, sometiendo al escéptico a un contexto en el que tendría que dar explicación a una presunta anomalía contemplada con sus propios ojos. Es ahí, en esa manera de afrontar lo aparentemente desconocido, donde afloraron ciertos sesgos cognitivos y actitudes que evidenciaron discursos irracionales o, cuando menos, impropios del escepticismo más cabal.

El experimento consistía en lo siguiente: Los sujetos escépticos fueron invitados a asistir como público a un espectáculo titulado “Confesiones de un psíquico” programado dentro de los festivales Fringe de Edimburgo. Posteriormente, el grupo fue trasladado a los departamentos de la Universidad de Edinburgo para crear allí un debate-discusión sobre lo contemplado en el espectáculo. Lo que la investigación pretendía sacar a la luz era el comportamiento de los autocalificados “escépticos” dentro de esa charla. Sus retóricas discursivas, maneras de exponer lo visto e intentos de explicación por su parte. Juancar Pio

En cada una de las seis noches, un grupo de entre tres y seis participantes asistieron a la feria, con un total de 25 participantes en total. El espectáculo fue anunciado explícitamente como una presentación realizada por un experto en lo paranormal, donde se discutieron varias posibles explicaciones “normales” (es decir, el simple engaño y el autoengaño) para los fenómenos paranormales. Sin embargo, ninguna posición en particular fue adoptada o privilegiada por encima de las demás, sino que al público se le dijo que todo acontecimiento paranormal era aquel que carece de una explicación “normal” y que el establecimiento de la naturaleza de un fenómeno paranormal exigía que todas las explicaciones “normales” quedaran descartadas. Si no, no había anomalía que valiera.

El artista también efectuó algunos fenómenos aparentemente paranormales que, a pesar de confiar en ciertas técnicas de prestidigitación, se presentaron como manifestaciones directas de sucesos anómalos. El contexto de la actuación fue claramente de entretenimiento, pero los fenómenos paranormales fueron explícitamente diseñados para ser contemplados como potencialmente genuinos. Por ejemplo, durante una manifestación de “psicokinesis”, que fue el principal tema de debate posterior, un dado se examinó abiertamente por todos los asistentes y se dejó caer en un vaso ante los miembros de público para mostrar que producía números diferentes. Al público, entonces, se le pidió que se concentrara en un número –por ejemplo el seis -, y a un miembro de la audiencia se le pidió, entonces, que dejara caer el dado en el vaso. El resultado logrado fue, efectivamente, un seis. Esto se repitió con éxito con otro número. En el tercer ensayo, sin embargo, el número obtenido estuvo equivocado. Sin embargo, este fracaso fue deliberado y basado en una teoría bien conocida dentro del mentalismo, es decir, el área de la magia especializada en la simulación de fenómenos psíquicos: las predicciones perfectas son menos propensas a ser vistas como auténticas que las predicciones ligeramente equivocadas. Paradójicamente, la perfección provoca desconfianza y levanta sospechas. Quizás sea porque tenemos asumido que errar es humano y nadie es perfecto. Así pues, un adivino que acierta siempre, dispara las alarmas de quien le consulta. En cambio, quien falla de vez en cuando, resulta más creíble a ojos de sus clientes. El análisis posterior realizado por los investigadores concluyó, en síntesis, lo siguiente: Aquellos que se autoimponen la etiqueta de “escéptico” asumen obligatoriamente la responsabilidad de proporcionar explicaciones normales para aquellos sucesos que podrían ser interpretados como paranormales. Por tal motivo, dentro de este rol obligado, los participantes en el experimento no se limitaron a atribuir los sucesos a engaño u ofrecer algunas conjeturas en cuanto a los métodos utilizados, sino que emplearon toda una serie de estrategias discursivas para justificar su posición. Es en esta necesidad forzada de tener que ofrecer una explicación a toda costa, aunque no se tengan elementos al alcance de la mano para fundamentarla, donde se pusieron en evidencia ciertas afirmaciones poco o nada razonadas.

En primer lugar, los participantes abrumadoramente enmarcaron los fenómenos contemplados como simples trucos en vez de identificarlos como sucesos paranormales. Si bien esto puede no parecer sorprendente, dado que los hechos tuvieron lugar en un teatro como parte de espectáculo de entretenimiento. Así que, hasta aquí, entra dentro de lo esperado y razonable. Pero a la hora de justificar su incredulidad ante la naturaleza paranormal de los fenómenos contemplados y en ausencia de una explicación alternativa “normal” tropezaron con dos dificultades:

     -En primer lugar, el problema de fundamentar su descreencia en la causa paranormal.

     -En segundo lugar, el problema de explicar el hecho de que el escéptico no tenía una explicación alternativa válida y precisa que ofrecer.

Para afrontar ambas dificultades, los escépticos tuvieron que acudir a ciertas retóricas y justificaciones bastante vagas. Ciertamente, el escéptico asumió que había un elemento delicado y con difícil explicación como era ese “dado mágico” ligado al fenómeno. Ciertamente, también, no fue capaz de ofrecer una explicación al mismo, pero fundamentó su creencia en que debía haber alguien en el mundo que fuera capaz dar explicación a lo sucedido, aunque dicha explicación y dicho alguien no le resultaran ni conocidos ni accesibles en el contexto actual en el que se encontraba. El escéptico no estaba en condiciones de ofrecer ni suministrar dichos datos ni detalles prácticos para aclarar el fenómeno.

Esta reacción pone en evidencia que su posición escéptica no fue provocada por la contemplación del espectáculo, sino que era anterior en el tiempo. Se trataba de una actitud de creencia o de descreencia si se prefiere, previa a la prueba y que, con independencia de lo que pasara en ella, no iba a ser modificada, aunque se reconocieran elementos conflictivos en la misma como ese “dado mágico”. Resultó obvio que nada haría a tales sujetos, no ya modificar mínimamente su opinión, sino que prefirieron ampararse en un conocimiento desconocido, inaccesible, especulativo y ubicado fuera de la reunión, a reconocer tan solo que estaban ante algo mínimamente “extraño”.

En las conclusiones, este equipo de científicos de la Universidad de Edimburgo detalla que el estudio comenzó con el argumento de que los psicólogos han entendido tradicionalmente la creencia en lo paranormal como algo problemático. Además, lo han hecho de una manera que no aplican a la incredulidad. Así, dentro de esta orientación, hacen recaer sobre los creyentes en lo paranormal cierto tipo de culpa, y por lo tanto se les reclama una carga especial de explicación a la hora de fundamentar y enumerar sus creencias. Sin embargo, esta exigencia, a su vez, no es reclamada a los no creyentes, quienes no parecen estar obligados a rendir cuentas de su incredulidad del mismo modo. El objetivo del presente estudio era invertir tal situación mediante el examen de las formas en que las personas construyen discursivamente y mantienen una posición de no-creencia en lo paranormal.Gamez y Armen TIA

El punto en cuestión aquí era entender cómo las confesiones escépticas se producen y se justifican. Y, en ese sentido, los investigadores pudieron sacar a la luz la vaguedad de los argumentos esgrimidos por los escépticos estudiados cuando están sometidos a un contexto donde han vivido una anomalía. Así, los participantes que asumen una posición escéptica, dedican una cantidad significativa de trabajo discursivo para justificar tal posición y, por ello, acuden a cualquier clase de argumentación, por inaccesible que resulte en el debate con tal de mantenerse en su postura de partida y anterior a los hechos observados. Los psicólogos de la Universidad de Edimburgo concluyen a este respecto, muy significativamente, lo siguiente: En pocas palabras, lo que estas descripciones proporcionan para los sujetos autodenominados escépticos es un medio de ofrecer una “explicación” sin explicar nada.

La descreencia ha ingresado por méritos propios en el estudio académico. También desde la antropología se le ha empezado a prestar atención a través de los trabajos de David Hufford, quien defiende que en el estudio de lo sobrenatural, conviene reconocer también la existencia de una tradición de descreencia o de no-creencia (“Traditions of Disbelief”, New York Folklore 8: pp. 47-56.). Así, al igual que sabemos de la existencia de  creencias, hay toda una corriente popular e histórica fundamentada en la no-creencia que se debe abordar críticamente, tal y como se viene haciendo con las tradiciones de la creencia. Y ciertamente, estamos ante un objeto de estudio muy interesante en sí mismo. Hufford, sugiere que estudiemos ¿por qué una persona rechaza creer en fantasmas o en la vida después de la muerte? ¿Por qué escoge una persona mantener tales no-creencias? o  bien ¿Qué cábalas mentales les han llevado a asumir tales sistemas de creencias en la no-creencia? De este modo, el escepticismo radical y sus posturas, paradójicamente, menos razonables comienzan a servir para conocer mejor determinados rincones insólitos de la psique humana y de la sociedad actual. Situar al pseudoescepticismo en el laboratorio puede deparar nuevas vías de conocimiento científico, circunstancia que viene a demostrar aquella premisa con la que arrancábamos estas páginas: ningún planteamiento sobre la realidad, por erróneo que pueda parecer a priori, es despreciable para la Ciencia. Todos merecen ser estudiados en el marco del método científico, porque de cualquiera de ellos pueden proceder los más inesperados descubrimientos del mañana.

Queda, finalmente, citar al gran Kalíkrates, filósofo de ficción en la revista de humor “La Codorniz”, quien fue preguntado por su discípulo de la siguiente forma: - Dime, ¡oh Kalikatres sapientísimo! ¿Qué es la Ciencia? Kalíkrates respondía con solemnidad: La Ciencia es un conjunto de verdades que todavía no se ha demostrado que sean mentiras. Nunca tanto se dijo con tan poco.

Juan José Sánchez-Oro

Puedes descargarte EOC nº 72 en: http://www.dimensionlimite.com/eoc/EOC_72.pdf

Displaying 3 Comments
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  1. Maider dice:

    Lo único que ha aportado el pseudoescepticismo a la sociedad (decimos pseudoescepticismo y no ciencia, no confundirlos), es ver como tipos de un gran currículum académico (esto solo en algunos casos), son capaces de demostrar publicamente lo tontos que son (e incluso siendo mas mal pensados, lo vendidos que están), nada más, esto de cualquier forma es una aportación muy importante, pues sirve para que la gente normal de la calle, vea que puede ser sin tanto currículum mucho mas listo que una de esas pretendidas eminencias y personalmente muchísimo menos miserable, en este sentido y solo en este, el pseudoescepticismo ha cumplido una buena función social, fuera de esto, ninguna es su aportación.

  2. Ayer me banearon del blog pseudoesceptico “la mentira esta ahi fuera” porque les restregue el articulo que esta en el numero 75 de esta misma revista, sobre la entrevista con el comandante Fernando Camara.
    En mi escrito empezaba con un amigable, que tal pseudoesceptiquillos? como van esos insultos?
    Seguidamente les indicaba que la humanidad podia dormir mas tranquila despues de que hubieran solventado un articulo sobre unos masones, de ninguna transcendencia para nadie. Donde escribi mi mensaje era en el post sobre el ovni de Canarias, y les indicaba que como ellos habian solucionado “tan importante caso” yo queria aportar mi granito de arena y dar por resuelto el caso canario, y para ello enlazaba la entrevista a DON fernando Cardenas, cuando comenta que ese ovni habian sido ellos, los americanos.
    Me despedia diciendoles que como comicos eran insuperables.
    No emplee ningun insulto, ninguna salida de tono, tan solo les recordaba que ya que ellos piden a los que denominan magufos que rectifiquen cuando ellos “brindan” la solucion a algunos misterios, ellos tenian que hacer lo mismo, porque en el caso Manises siempre recurrian a la fundacion anomalia, pero estos mismos reconocian que era un caso inxplicable, como bien lei en un articulo del ojo critico.
    Estos tios tan tontos, cada vez se creen mas listos, porque se aplauden entre ellos, con cero patatero sentido critico y cada vez mas enroscados en sus foros-cuevas, porque cada vez mas gente emieza a conocerlos y a criticarlos.
    Mi mas energica enhorabuena a este gran espacio, el ojo critico, porque los que nos sentimos escepticos de verdad, encontramos un lugar donde la informacion se puede leer sin intentar convencernos de nada, solo ofreciendo informacion, como debe ser, y si uno se equivoca, se rectifica y a otra cosa.
    Tambien quiero dar las gracias al conjunto del ojo critico por la colaboracion que prestaron a la pagina de los divulgadores, del que fui durante un tiempo parte activa. Muchas gracias
    PD: Perdon por la falta de acentos, pero escribo desde un ordenador anglosajon y carece de tildes, y si las tiene no encuentro donde.
    Salud

  3. Rubianes dice:

    Mortadelo y Filemon: La Gallina de los Huevos de Oro.

    https://www.youtube.com/watch?v=f1DMilys1v4

    Dibujos animados en los que está basado el personaje pseudoescéptico de Gámez …

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